No pienses en una gaviota

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No sé cómo se las arreglan, pero al final el sector más conservador de la sociedad, el conocido como "la derecha de toda la vida", siempre termina por conseguir imponer su visión de la realidad. Y ese es su verdadero éxito, no tanto los logros o medidas puntuales, sino presentarlas como “aquello que hay que hacer en cada momento”.

Contar con “lo de toda la vida” como argumento pesa mucho, y tener un amplio sector de medios de comunicación dispuestos a loar sus acciones ayuda bastante, por eso cuando desde otras posiciones se adoptan alternativas distintas son percibidas y presentadas como un ataque al orden establecido y como un desvarío, pues no se corresponden con “aquello que hay que hacer en ese momento”, ni se reconoce a quienes las proponen. 

La crisis ha puesto de manifiesto esta situación de forma nítida. Por un lado el Presidente del Gobierno no ha parado de repetir aquello de “sé lo que tengo que hacer y lo voy a hacer”, aunque no diga qué ni cuándo, y por otro lado,  la propia crisis es utilizada más como un argumento que como una causa para adoptar las decisiones. Por eso se ha utilizado la economía para materializar un repliegue conservador en las políticas sociales, en igualdad, en sanidad, en educación… que nada tienen que ver con déficits, primas, balances y valores bursátiles… sino con los valores morales que defienden. 

El último ejemplo de esa capacidad de imponer sus ideas y su visión de la realidad lo tenemos en el vídeo que han hecho militantes anónimos del PSOE “pidiendo perdón por los errores cometidos”. Sin duda es loable lo de pedir perdón, pero lo que en verdad muestra el vídeo es la victoria del sector más conservador de la sociedad, que al final ha conseguido que el propio PSOE reconozca y asuma lo que ellos vienen diciendo con más falsedades que verdades desde hace tiempo.  

Y lo ha conseguido una vez más, puesto que no es la primera ocasión que lo hacen. Ya lo lograron cuando el propio Gobierno Socialista suprimió el Ministerio de Igualdad debido a las "críticas y peticiones" que hicieron, evidentemente, desde la derecha. O cuando han cambiado el fondo y la estética de sus comparecencias para ponerlo en azul, como el del PP (ver post "En el fondo hay coincidencia", 21-5-12). O cuando asumieron sus planteamientos económicos y llevaron a cabo los primeros recortes en mayo de 2010… Al final han logrado que la izquierda pida perdón y que con ello asuma la responsabilidad y culpa de todos los problemas que hay en la actualidad, que es justo lo que vienen diciendo con su teoría de “la herencia”. Es triste, pero más triste resulta ver que el PSOE esté pidiendo perdón no por hacer políticas de izquierda, sino por no haber hecho políticas de derechas. ¡Están pidiendo perdón por ser de izquierdas! 

¿No tienen nada de lo que pedir perdón los Gobiernos de Aznar, por ejemplo?, ¿no tiene nada que ver la política de especulación urbanística y financiera de entonces que ahora vemos en los tribunales con la crisis actual y algunas de sus manifestaciones, como el paro? ¿No tiene nada de lo que pedir perdón el Gobierno actual de Rajoy?… 

Ya lo dijo George Lakoff en su libro “No pienses en un elefante”, si actúas pensando en los otros terminas actuando como ellos o bajo sus referencias. El PSOE y la izquierda no deben pensar en una gaviota, sino en la sociedad, y más que mirar por la ventana del otro deberían detenerse un instante frente al espejo. Lo que está en juego no es el poder, sino el porvenir de la gente. 

Vivimos en una cultura con gran influencia judeo-cristiana, de eso no hay duda, quizás por eso muchos arrastran la culpa como arrastran la sombra, y creen que pedir perdón, o que sólo pedir perdón, ya habilita para la acción, y no es así. Pedir perdón no deja de ser una forma de permanecer en el pasado, la mejor forma de superarlo y de demostrar una nueva realidad y una actitud diferente es con propuestas e iniciativas… y sin complejos. El movimiento se demuestra andando… ya lo dijo Diógenes.

Y no hay tiempo que perder cuando el futuro parece quedar cada vez más lejos.

Las mujeres, la mula y el buey

MUJERES-MULA-BUEY
El Papa Benedicto XVI ha publicado un libro sobre la infancia de Jesús y lo primero que ha hecho ha sido quitarle sus mascotas, la mula y el buey, probablemente sus dos primeros juguetes, porque ya me dirán ustedes a qué iba a jugar con el oro, la mirra y el incienso que le regalaron sus majestades de Oriente, por muy reyes que fueran. ¡Estos tenían la magia en las narices!, pensaría Jesús niño cuando, ya un poco mayor, vio los regalos que le hicieron. 

Y lo que más sorprende no es que hayan quitado a los animales del pesebre, sino que han durado mucho más que las mujeres, que nunca han podido estar. Ni pastorcillas, ni reinas magas, ni carpinteras, ni angelitas… no había una sola mujer en todo el portal de Belén ni alrededores. 

Imagino que estarían retenidas en el hogar acostando a sus hijos y preparando la cena para esos sorprendidos pastorcillos, mientras ellos, los hombres del relato, eran protagonistas de una historia que lo mismo que la escribieron la han podido cambiar… Para eso son los autores y tienen la propiedad intelectual. Y del mismo modo que han quitado la mula y el buey podrían haber dicho que en realidad se trató de una cabra y un perro pastor, da igual, quien escribe la historia tiene la potestad de reescribirla con la autoridad que da el hecho de protagonizarla. Lo que habría resultado más extraño es que alguno de esos cambios hubiera contemplado la posibilidad de incorporar a alguna mujer. 

La escena que recoge el Papa es muy similar a la postal navideña que han mandado desde Canterbury para felicitarnos la pascua que nos han hecho al no permitir que las mujeres puedan ser obispas. Dios es amor, pero sin pasarse, eso del amor y las mujeres siempre suena a incitación. 

Hay que reconocer a la Iglesia Anglicana el importante paso que dio hace 20 años al ordenar a las mujeres como sacerdotes, por cierto, no deja de ser curiosa la coincidencia y ver cómo al final todo gira alrededor de lo mismo: unos hombres “mandan ordenar” a las mujeres en la iglesia, y otros les “ordenan y mandan” en la casa… En fin, como decía, que el paso que dio el anglicanismo estuvo muy bien en su momento, pero en cambio ahora debemos cuestionar su resistencia a permitir que ocupen posiciones de más trascendencia y poder. Los argumentos son peregrinos, pero no a Roma, sino al absurdo, y en cualquier caso demuestran la desconfianza y el recelo, casi la sospecha, con que se mira a las mujeres: o no se las considera capaces, o se las ve como una fuente de problemas y desconfianza. 

La clave de todo esto está en entender que en realidad no fue Dios quien se hizo hombre, sino que fueron los hombres quienes se hicieron dioses. La posición de las mujeres en la sociedad ha obedecido más a un dictado humano y masculino que divino. Y lo paradójico de la decisión de la Iglesia y del cristianismo es que el propio Jesús hizo un reconocimiento explícito de las mujeres dándole un papel relevante en su vida y en la labor recogida en las Sagradas Escrituras, algo revolucionario para la época. La mera presencia de mujeres en un tiempo en el que ni siquiera podían acercarse a un portal a interesarse por lo ocurrido, ya es muy indicativa, y todos los pasajes protagonizados por ellas, incluso uno de los más trascendentes para la religión cristiana, como es la comprobación de la resurrección, indican ese reconocimiento hacia ellas. Es cierto que en el contexto en que se produjo la muerte de Jesús enviar a las mujeres era una forma de evitar que algún hombre seguidor del Maestro fuera detenido, y de hecho, cuando volvieron con la noticia de la resurrección acudieron hombres a constatarlo, puesto que la palabra de las mujeres no tenía valor alguno. Pero todo ello era parte de la actitud que la cultura y la sociedad de la época tenían hacia ellas, no de la posición que había mostrado Jesús. 

Nada de eso ha servido para que la religión cristiana se decidiera a dar un papel más importante a las mujeres, ni siquiera el ejemplo del mismo Jesucristo. Y para no hacerlo cualquier argumento ha sido válido, aunque sea acogerse a la literalidad de un lenguaje confeccionado con la palabra de Dios, es decir con la palabra de los hombres, o tomar como referencia una conducta que no tenía otra alternativa, como es partir del hecho de que los apóstoles fueron hombres. 

Pero no se preocupen, las mujeres serán sacerdotes, obispas, arzobispas… y todo lo demás. Y lo serán cuando hagan falta. Justo en el momento en que no haya hombres suficientes para asumir las tareas del sacerdocio se llamará a las mujeres. Así de sencillo, así de triste. Las mujeres siempre han sido buenas para hacer la revolución, pero no para disfrutar sus logros, ocurrió en tiempos de Jesús, también en la Revolución Francesa, ha ocurrido en la Primavera Árabe este mismo año… siempre están presentes cuando se las necesita, pero sólo hasta que dejan de hacer falta. 

Lo que no sé es que va a ocurrir con la mula y el buey… con tanto tractor y máquinas cosechadoras lo tienen complicado para reincorporarse a las tareas del campo. A lo mejor la crisis también les da una oportunidad.

Las gemelas, la biógrafa, el agente y el general

GEMELAS Y GENERAL
Esto parece un vodevil o una obra propia del mismo Alfonso Paso, aunque quizás, al ocurrir en Estados Unidos, debería escribirlo como Alphonse Step. Les cuento. Primero aparece como un asunto sentimental, después como un problema de Estado, luego como un tema de celos, más adelante como una trama política… y vete tú a saber cómo termina la película, porque otra cosa no, pero seguro que Hollywood hace de todo esto una película.

Al parecer, el General Petraeus mantuvo una relación con su biógrafa Paula Broadwell, durante la misma Paula detecta que hay otra mujer, Jill Kelley, amiga de Petraeus, que muestra demasiada confianza con el soldado, por lo que Julia, ni corta ni perezosa, le manda una serie de correos electrónicos amenazantes al pensar que estaba tirándole los tejos a su General. Pudo ser que confundiera una amistad con una relación, puesto que Jill Kelley conocía a Petraeus desde hacía tiempo, hasta el punto de que tanto él como otro militar, el General John Allen, jefe de las tropas en Afganistán, habían apoyado a la hermana gemela de Jill, Natalie Khawam, en un tema judicial. La investigación iniciada por un agente del FBI, Frederick Humphries, que al parecer quería mantener una relación con la primera de las gemelas, Jill, de momento ha concluido que no ha habido riesgo para la seguridad del Estado, ni se ha revelado información alguna que afecte a los intereses de la nación. 

Lo curioso del tema, con independencia de la trama tan rocambolesca que se ha formado, es que da la sensación de que la mera presencia de las mujeres, Paula Broadwell, Jill Kelley y su hermana Natalie, es suficiente para pensar que se está ante una conspiración y frente a una traición que puede poner en jaque la seguridad nacional, a la CIA y al FBI, y todo al mismo tiempo, algo que no consiguió ni el mismo Ben Laden. 

Las mujeres son de nuevo presentadas como fuente de perdición para un pobre General, capaz de enfrentarse a los más crueles talibanes, pero incapaz de resistirse a la ternura de una mujer, y como demostración de la perversión femenina que lleva a buscar la perdición de inocentes hombres para sacarles la información que necesitan, y luego traicionar al país, al hombre y a todo lo que se cruce en su ambición. De lo contrario no se habría montado todo este lío. 

A nadie se le ha ocurrido investigar con qué hombres mantienen comunicación los generales Petraeus y Allen, y qué tipo de información o aventuras de guerra o paz comparten con ellos. Y no lo han investigado porque no es necesario. Los hombres no llevan a la perdición a otros hombres, como mucho los llevan a la ruina cuando son socios de un negocio que fracasa, y tampoco lo han investigado porque si un hombre conoce un secreto dado por otro hombre, el pacto entre caballeros que nace de la camaradería masculina hará que no suelte palabra. 

Ya se sabe, “antes muerto que traidor”, nada comparable al “antes muerta que sencilla” que cantaba María Isabel. 

Y es que siempre ha habido diferencias… y desigualdad.

Made in China

MADE IN CHINA
Lo hemos visto estos días, siete hombres sí, pero no para siete novias, sino para liderar la Republica Popular China.

A nadie le extraña la imagen y mucho menos la decisión. Después de ver un salón repleto de hombres lo lógico es que quien lidere dicha organización y el país sean hombres. Hasta ahí todo tiene sentido. 

Lo que no tiene mucho sentido es por qué no hay mujeres dentro del salón y por qué no tienen la oportunidad de llegar hasta los puestos de decisión y liderazgo en la política y en las empresas. No deja de sorprender que en un país con 1300 millones de habitantes en el que las mujeres representan el 48´5%, es decir, donde viven unos 630 millones de mujeres, sólo 10 estén presentes en el Comité Central del Partido Comunista Chino, lo que representa el 4’9% de su composición. Y del mismo modo, no tiene sentido que las mujeres cuyas capacidades para aprender, trabajar, asumir responsabilidades, compromisos, abordar objetivos… son las mismas que las de los hombres, no aparezcan en una proporción similar en los espacios de representación. 

Tampoco debe ser casualidad que todo esto ocurra en un país donde se practican abortos selectivos sobre embriones femeninos, donde el infanticidio se dirige fundamentalmente contra las niñas, y donde las que logran sobrevivir tienen que enfrentarse a la posibilidad de ser vendidas a redes mafiosas de tráfico de personas, para luego ser explotadas laboral y, sobre todo, sexualmente. 

Esa situación que nos parece lejana en la distancia y en el tiempo es la que después de siglos de reivindicación se ha conseguido corregir en España y en el mundo occidental, pero al mismo tiempo es la que muchos vuelven a reivindicar (salvando las distancias) para reorganizar el desorden que según ellos se ha producido en el “orden natural” que tomó la referencia de los hombres como universal, y que dejó a las mujeres en lo particular. Particular en cuanto a los roles atribuidos y a lo que podían y debían hacer en sociedad, y particular en cuanto a vinculadas a la figura de un hombre como referencia: el padre, el hermano o el marido. Una vez hecha la estructura, lo demás han sido obras de mantenimiento, reformas para cambiar la decoración y adaptarla a los nuevos tiempos y modas, ampliar una habitación por aquí o cambiar el plato-ducha por una hidrosauna en la que lavar la imagen ante las críticas, pero la estructura de la desigualdad no ha variado. Nada ha cambiado en la esencia, en esa estructura levantada por la cultura. 

La “Gran Muralla” de esta vida es la desigualdad, ese muro levantado entre hombres y mujeres para separar la vida en dos mundos, el de los hombres y el de las mujeres. Es cierto que se han abierto una serie de puertas para que se pueda producir algún trasvase de un lado a otro, pero con la cautela de dejar la llave para abrirlas en manos de hombres. Y esa gran muralla no sólo está en China, sino que da la vuelta al planeta, lo rodea y lo constriñe como si fuera una serpiente “pitón”, y luego se introduce en cada hogar para separar los espacios y las vidas de quien los habita, con independencia de que sus paredes sean de ladrillo, adobe o Pladur. Las crónicas de los astronautas recogen que la “Gran Muralla” es la única construcción humana que se puede ver desde el espacio, y les sobra razón, sólo tienen que girar la cabeza y ver que entre los cientos de hombres que han ido más allá de la atmósfera sólo lo han hecho unas 35 mujeres. 

Y sorprende cómo los hombres, que han liderado todas las revoluciones y se han enfrentado a todas las injusticias a lo largo de la historia, en cambio estén ausentes en las acciones para lograr la igualdad. Como poco resulta paradójico, aunque si uno se para a pensar sobre el tema, vemos que es más sospechoso que paradójico.

La situación es tan difícil y cuenta con tantos obstáculos y resistencias, que hay que recurrir a las medidas de acción positiva para que quien supone la mitad de la población, las mujeres, puedan tener las misma presencia que los hombres. Es lo que ha hecho recientemente la Comisión Europea al aprobar una propuesta de ley de la comisaria Reding para que las grandes empresas cuenten con un mínimo del 40% en sus consejos de administración en 2020. Todas estas medidas son vistas como una “imposición ideológica” y como un “menosprecio a las mujeres”, y dicen que van contra ellas porque las consideran más por la cuota que por su capacidad. Es parte del posmachismo, siempre tan preocupado por las mujeres y la igualdad, una posición tan paradójica y absurda que en cambio no dice nada (ni ahora ni antes) cuando las mujeres sólo representan el 10 o 20%, dando por supuesto que los hombres están presentes en un alto porcentaje por su conocimiento y capacidad, no por ser cuota de una ideología basada en la desigualdad. 

Y es que hay cuotas y cuotas. Será que después de un tiempo crítico con todo eso, ahora también se importan ideas “made in China”.

Los nuevos Herodes


HERODES
Herodes el Grande, allá por el siglo I antes de Cristo,
vio peligrar su reinado y actuó contra la amenaza ordenando acabar con la vida de aquellos niños que podrían desplazarlo del poder.

La cultura androcéntrica ha adoptado una posición similar a lo largo de la historia para defender los privilegios que los hombres se han dado a sí mismos, desde los más materiales y cercanos hasta los más trascendentales formados bajo los conceptos de autoridad y superioridad. Estos elementos son los que hacen que su palabra tenga más valor, que sus argumentos gocen de credibilidad, que sus decisiones se entiendan nacidas de la reflexión, que su opinión se acompañe de criterio… y todo por el simple hecho de ser hombres. Las mujeres pueden conseguir una situación similar, pero tendrán que demostrarlo cosa por cosa al no contar con esa especie de pack como ocurre con la versión masculina.

La presencia de la desigualdad en la sociedad actual, la perspectiva histórica de la reivindicación de la igualdad iniciada por el feminismo siglos atrás, y la radicalización del control a través de la crítica y de la violencia de género, demuestran, entre otras muchas cosas, esa realidad tan ocultada y negada.

Y del mismo modo que las mujeres han cambiado y muchos hombres con ellas para acercarse a la igualdad, aquellos otros hombres que quieren mantener los privilegios de la desigualdad también han modificado sus estrategias de control y dominio.

Hace años, la separación y el divorcio condenaban a las mujeres a una especie de “muerte o letargo social”. Ante el resto de la gente eran mujeres de cierta edad, que ya habían estado con un hombre, que se quedaban con la servidumbre de los hijos y que continuaban bajo el control del exmarido a través de la dependencia económica, la cual era utilizada para seguir imponiendo sus criterios y decidiendo por ellas. Para esa gente estas mujeres se convertían en una especie de “objeto usado”, y como tal perdían valor. Pero eso ya ha cambiado, y por eso muchos hombres que quieren seguir controlando a sus mujeres tras la separación han modificado su estrategia.

Ahora ven amenazado su poder, su autoridad y su libertad extendida sobre la de la mujer, e igual que hizo Herodes el Grande, buscan atacar a quien genera esa amenaza para seguir gozando de los privilegios de su status masculino o para dañar a la persona que osa enfrentarse a ellos. La amenaza es la mujer y el instrumento son los niños, por eso aquellos que se encuentran en esta situación ahora reivindican la custodia y la guarda de sus hijos. Lo cual no significa que todos los padres que quieren la custodia actúen bajo la misma motivación, por eso es tan importante adoptar las medidas de forma individualizada.

Hace unas semanas nos sobrecogieron las imágenes de unos hechos ocurridos en Cittadella (Italia). Un niño llamado Leonardo es separado a la fuerza de su madre por la policía antes de entrar al colegio, y llevado en contra de su voluntad a vivir con un padre al que no quiere ver. Y esto, que nos parece lejano y extraño, es lo mismo que está ocurriendo con frecuencia en España y en todos los países, bajo una de las muchas estrategias desarrolladas por el posmachismo.

Los hechos son objetivos: Hay niños y niñas que tras la separación no quieren ver a sus padres. Nadie cuestiona esta realidad. El problema está en la manipulación que se hace de esa situación para darle un significado que ataca a la mujer, al argumentar que se debe a que la madre manipula a los hijos para que odien a su padre. Y para darle más valor lo han revestido de elementos científicos, presentándolo como algo técnico y neutral bajo la denominación de SAP, “Síndrome de Alienación Parental”

Otro día hablaremos más despacio de él, pero de momento debe saberse que este “síndrome” no está aceptado por la comunidad científica internacional y que, por tanto, no está en ninguna de las clasificaciones mundiales de enfermedades y trastornos mentales, ni en el DSM-IV-TR de la Asociación Americana de Psiquiatría, ni en la CIE-10 de la Organización Mundial de la Salud. En nuestro país, además, hay un pronunciamiento crítico de la sociedad más relevante en psiquiatría, la Asociación Española de Neuropsiquiatría (25-3-2010) y del Consejo General del Poder Judicial tras uno de los cursos organizados sobre el tema

No debe confundirse el hecho de que haya científicos que lo defiendan con el hecho de que sea una entidad clínica aceptada por la ciencia, también hay científicos en contra de los programas de vacunación infantil, por ejemplo, y sus posiciones no son aceptadas por la comunidad científica, y mucho menos se adoptan decisiones desde las instituciones sanitarias que respalden esas ideas particulares, por muy argumentadas que estén. 

Lo que resulta más grave es que a pesar de que no sea una entidad clínica aceptada científicamente, se esté utilizando en los juzgados y que muchos jueces y juezas estén adoptando decisiones iguales a la que resolución que dio lugar a las imágenes de Italia. Lo terrible es que muchos niños y niñas sean arrebatados a sus madres y entregados a unos padres que rechazan, y que lo hagan para que vivan con ellos dejando de ver y contactar con la madre “hasta que se curen”. Esta es la consecuencia del SAP. 

La perversidad del SAP y de los padres que lo utilizan es tal que impide averiguar las verdaderas causas de por qué los hijos no quieran ver a sus padres, las cuales no están relacionadas con la manipulación de las madres. Muchos estudios han puesto de manifiesto que estas conductas están vinculadas a la reacción de los hijos tras la separación, pero también, y de hecho ocurre con más frecuencia, a la violencia que ha ejercido el padre contra la madre y contra ellos durante la convivencia. Este hecho es avalado por los datos de la Macroencuesta de 2011, realizada por el CIS y el Ministerio de Igualdad, en la que aparece que la mayoría de las mujeres que sufren violencia de género lo que hacen es separarse, no denunciar a su pareja. Cuando estos niños y niñas que han vivido la violencia se sienten seguros y a salvo de las agresiones del padre que han vivido, no quieren volver a verlo. Obligarlos a hacerlo en estas circunstancias causa un daño profundo en ellos, que en algunos casos ha llevado hasta el suicidio. 

Creo en los hombres y en su responsabilidad como padres, yo soy padre y sé lo que es el vínculo afectivo que se establece con los hijos y cómo debe sentirse un padre cuando se pierde el contacto con ellos tras la separación. También soy consciente del gran cambio seguido por muchos hombres, y que hoy son tan buenos padres como buenas madres son sus compañeras, y que todo ello se debe reflejar en las en las decisiones judiciales y en las medidas que se adopten tras una separación respecto a la guarda y custodia, entre ellas la custodia compartida por mutuo acuerdo. Pero también soy consciente de que, al igual que los maltratadores han utilizado a los hombres no violentos para camuflarse entre ellos y aparentar lo que no son, muchos posmachistas que buscan dañar a sus exparejas y seguir controlándolas, utilizan a estos padres que ejercen una paternidad afectiva y corresponsable para exigir medidas que le permitan seguir gozando de ventajas y privilegios. De hecho, si se paran a ver la situación de forma global, los mismos que defienden el SAP son los que pretenden que se adopte la custodia compartida impuesta, los que hablan de denuncias falsas en violencia de género, y los que cuestionan las políticas de igualdad… Todo al mismo tiempo que reivindican la custodia compartida como reflejo de la “verdadera igualdad”. Curioso, ¿no? 

La alienación parental no existe,  y los hombres debemos trabajar por la igualdad para que se nos reconozca, sencillamente, como iguales para todo, también para ejercer la paternidad y asumir las responsabilidades y obligaciones que conlleva, antes y después de la separación, si esta se produce. 

Que no nos engañen, el principal obstáculo para conseguirlo no son las mujeres ni la igualdad, sino aquellos hombres que quieren que todo siga como ha sido y la desigualdad. Herodes el Grande quedó atrás en la historia, no lo resucitemos.

 

PD. El contenido de este post no va contra los hombres. Cuestiona a aquellos hombres que utilizan los argumentos recogidos y llevan a cabo las conductas descritas, así como a los valores que han utilizado para hacerlo como parte de la "normalidad". El resto de los hombres (ranas o no) debemos cuestionar todo eso. No se trata de que dejemos de ser hombres, sino de sacar de la masculinidad esas conductas, ideas y valores que otros quieren imponernos como parte de la hombría. Ese es mi planteamiento. Que cada uno actúe como considere.


Hombres rana

HOMBRE RANA-1Qué le vamos a hacer, hemos salido raros, nos hemos apartado de ese canon de hombre
tradicional que también queda en los anuncios de colonia de la tele y en las películas
de acción.

No sé si será una mutación o una
alienación de esas que tanto les gustan, pero es cierto que cuando la vida nos
besó con la igualdad, en lugar de convertirnos en apuestos príncipes
dispuestos
a todo para mantener nuestros privilegios y retener a nuestras doncellas, nos
convertimos en ranas, en hombres rana.

Sí, les hemos salido ranas al resto de
los hombres
que desde la aristocracia y la nobleza de su rancia masculinidad,
ven a las mujeres como súbditas y a los hombres como parte de un ejército con el que defender las murallas que han levantado, y retener al resto de la sociedad
dentro de su mundo androcéntrico.

Pero nosotros desertamos de esa guerra, y
en lugar de andar entre fortalezas y almenas nos hemos mojado y hemos ido de
charco en charco hasta desembocar en una nueva masculinidad.
El día a día nos
enseñó que también había noche a noche
, y mientras otros dormían nosotros
soñábamos con cambiar este mundo
, y aprendimos que si queríamos conseguirlo
primero tendríamos que cambiar nosotros,
y dejar atrás esa especie de carrera
contra todo y aquella otra competición contra nada. Por eso, nos salimos de
los raíles que conducían al destino fijo de la masculinidad de siempre,
a esa
estación terminal de vías muertas, de andenes llenos de prisas, abandonados de
miradas, y con un gran reloj parado hace siglos a la hora en punto. Buscamos
otros espacios donde poder ser en libertad, sin moldes ni clichés, y
encontramos esos campos de cultivo en la igualdad, un territorio abierto a mujeres
y hombres para convivir en paz. Y una vez allí decidimos trabajar desde nuestra
masculinidad por la igualdad, porque la igualdad es buena y necesaria para  las mujeres y para los hombres, lo mismo que
en su día luchar por la libertad lo fue para los esclavos y los libres, conseguir la libertad de creencia  para los que creían y para los agnósticos, alcanzar la seguridad lo fue para quienes estuvieran
amenazados y para los que no…

Hasta ese momento las cosas habían estado
relativamente claras, los hombres estaban en su sitio y las mujeres en el suyo,
es decir, en el sitio de los hombres,
puesto que su papel era estar bajo la
sombra de un padre, un hermano o un marido, algo que no sólo era una costumbre
social, sino que también tenía un carácter normativo. Y cuando este orden
artificial e impuesto se modificó, los hombres de siempre hablaron de desorden
y recurrieron a todas sus armas para intentar mantenerlo. Socialmente aislaron
a las mujeres que se salieron de él y demonizaron su pensamiento feminista,
y
particularmente recurrieron a la violencia y a la amenaza para que ni siquiera
se atrevieran.

Pero el tiempo, que había sido su aliado
a lo largo de la historia, de repente empezó a jugar en su contra, y nuestras
voces les sonaron con un tono de gravedad que no estaban acostumbrados a
escuchar
. Por eso somos tan malos, por ello nos odian tanto. Si las mujeres
eran culpables de serlo,
los hombres que buscamos la igualdad somos culpables
de no serlo
y, sobre todo, de dejarlos a ellos en evidencia.
HOMBRE RANA-2

Este blog es un buen ejemplo de esta
realidad que comento.
Les aconsejo que, si tienen tiempo y ganas, se den un
paseo por los comentarios que hacen desde esas posiciones “de toda la vida”. Cada
vez que trato un tema que muestra cómo la desigualdad genera consecuencias
negativas para las mujeres y para la sociedad, inmediatamente saltan una serie
de hombres con los argumentos de siempre,
algo muy propio del posmachismo. Entre ellos no faltan:

Ataque personal (es lo más
fácil y al alcance de cualquiera), a quien osa cuestionar la posición tradicional: Si la persona que habla
no tiene valor, lo que diga no vale nada.

Actitud paranoica: Cualquier
planteamiento a favor de la igualdad o que considere un problema de las mujeres
es un ataque a los hombres.

Los hombres como referencia (muy relacionado con el punto anterior): Como
la cultura patriarcal se ha hecho y mantenido sobre la referencia de los hombres,
todo tiene que ser expresado bajo esa misma referencia. Por lo tanto, no se
puede hablar de cuestiones relacionadas con las mujeres si al mismo tiempo no
se habla de temas que de forma cercana o similar afecten a los hombres. Según
este criterio, si hablamos de muertes de mujeres hay que hablar de muertes de
hombres, si hacemos referencia a la precariedad del trabajo de las mujeres hay
que hablar de algo negativo que afecte a los hombres en el terreno laboral, si
tratamos el tema de la salud o de la vida medida de las mujeres, hay que
hacerlo también con la de los hombres. Ellos no sólo son protagonistas, sino
que además son “protagoristas”
, en el sentido de que, según se deduce de sus
palabras, son fieles seguidores de Protágoras y de su planteamiento: “El hombre
es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que
no son en cuento que no son”
. Cuanta verdad… ¡Se han quedado en el siglo V antes de nuestra era!

Lo que le ocurre a las
mujeres es porque las cosas son así
, y por lo tanto es una tontería y una
pérdida de tiempo dedicarse a ello. Un ejemplo muy claro lo hemos visto en el post "Estampida de género" sobre la avalancha humana en una fiesta de Halloween y la muerte de cuatro chicas.

– Cuestionar comportamientos claramente y objetivamente negativos llevados a cabo por los hombres es odiar a los hombres. Para
ellos mejor callar, aunque sea para amparar una conducta negativa, que hablar y
cambiar dicho comportamiento
. Lo importante, según su posición, es no cuestionar
a los hombres,
aunque eso conlleve que continúe el problema y que los hombres
sigan también sufriendo esas consecuencias.
Da igual lo que se plantee, si se
critican ciertas conductas reprobables y objetivas que hacen algunos hombres, por ejemplo la
violencia de género, en realidad interpretan que “se está criticando con sarna
a los hombres”,
incluso hay quien habla de “misandria”. Le temen más a los
lodos que a los barros, porque en el fondo saben que sus pies son del mismo
material.

Su posición es tan paradójica
que ellos mismos utilizan como argumento las consecuencias de la desigualdad
que sufren los hombres
(mayor tasa de mortalidad general, menor esperanza de
vida media, mayor incidencia de accidentes laborales y de tráfico, mayor tasa
de suicidio…), pero no para avanzar hacia la igualdad, sino para no hacer nada
y cuestionar a la igualdad y a quien sí trabaja por ella.

Llaman la atención de que no
se habla de un tema
(cuestiones que afectan a los hombres), pero no para hablar
de dos (la igualdad para hombres y para mujeres), sino para no hablar de
ninguno.

-Siempre han contado con la complicidad
del silencio, pero también se les ha acabado ya
.

Los hombres
rana no nos arranamos.
A diferencia de la razón de la fuerza planteamos
nuestros argumentos con la fuerza de la razón, y además somos hombres que vivimos
nuestra masculinidad con más felicidad,
que no rezumamos ese sudor avinagrado
que impregna muchas de sus palabras, entre otras cosas porque aceptamos y somos
conscientes de que hay muchas personas que no piensan del mismo modo
. La
diferencia está que en lugar de criticarlas e insultarlas le damos argumentos y
razones para que, si quieren, reflexionen.

Quizás fuera mejor el insulto y el
descrédito, pero hemos salido rana. ¡Qué le vamos a hacer!

Los Siyoyas

SIYOYAS
Hace años, a principios de los 90, cuando llegué a la Academia del FBI situada en Quantico (Virginia) con una beca para realizar un trabajo de investigación, coincidí con un policía chileno que estaba allí recibiendo un curso de investigación criminal. Carrasco era su apellido.

En una de nuestras primeras conversaciones le comentaba las dificultades que existían en España para desarrollar una investigación de calidad, y le relataba algunas de mis experiencias en ese sentido. Él me dijo que conocía la situación y que en parte era debida a que en España había muchos miembros de la tribu de los Siyoyas. ¿Los Siyoyas?, pregunté un poco sorprendido y bastante despistado, creyendo que a lo mejor se refería algún grupo étnico de las tierras de Chile.

Entonces sonrió y me lo explicó. Me dijo que hay muchas personas que sólo saben poner obstáculos en el camino de los proyectos, que se dedican a atar piedras a las ideas ajenas para que no puedan ascender más allá de las palabras y nunca se materialicen. Pero luego, cuando a base de confianza, de mucha dedicación y de gran esfuerzo una de esas personas ignoradas saca su proyecto hacia delante y obtiene resultados, entonces quienes no creían en la iniciativa son los primeros en acercarse, y con una sonrisa en los labios le echan la mano por el hombro y le dicen aquello de: “si yo ya te dije que era una idea buenísima…” o si yo ya te comenté que el resultado iba a ser innovador…” y, nunca suele faltar, elsi yo ya te ofrecí todo el apoyo y los medios que necesitaras…” Son los “siyoyas”. 

Los siyoyas son una especie abundante, de apariencia normal, y presentes en cualquier lugar con independencia del hábitat y de otras circunstancias particulares. Se caracterizan por buscar posiciones de poder desde las que poner en práctica su actitud inmovilista, e intentan por todos los medios que nada se modifique, y que si algo cambia sea para volver a un estado anterior donde aún se sienten más cómodos. Pero a diferencia de otras especies que han buscado y necesitado esas condiciones pasadas ya superadas, los siyoyas tienen una gran capacidad de adaptación a cualquier nueva situación, de ahí su supervivencia. Así, cuando las condiciones cambian ellos son los primeros en cambiar, e incluso en liderar las nuevas circunstancias que ellos mismos impidieron. Ser “siyoya” no es un comportamiento, es una forma de entender la vida. 

Las noticias sobre la sentencia del Tribunal Constitucional que rechaza el recurso presentado por el PP contra la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, ha puesto de manifiesto dos cosas:

La primera es el gran número de siyoyas que existen entre las filas del PP, e incluso cómo se trata de un grupo influyente que ha logrado transmitir sus valores e ideas al conjunto del partido. Al menos es lo que se deduce de las declaraciones de tantos y tantos miembros del PP que desde primera hora del día (6-11-12), aun sin conocer el resultado de la sentencia, han salido a las ondas, a las pantallas y al papel diciendo eso del “si yo ya dije…” o aquello otro del “si yo ya adelanté…” o lo del “si yo ya advertí que…” 

La segunda es la importancia del lenguaje y las palabras. Para el Partido Popular el gran problema de la unión de parejas del mismo sexo era que se consideraran matrimonio, algo que supondría una situación de igualdad respecto al modelo de matrimonio que defienden desde su posición, y que sólo admite que sea entre un hombre y una mujer. 

Y no es casualidad. Las palabras definen realidades, y las realidades adquieren un significado u otro según sean presentadas. Hablar de matrimonio entre parejas del mismo sexo es hablar de igualdad, algo que inquieta a quienes han hecho de la desigualdad una razón de ser. 

En el tema del matrimonio homosexual el PP acudió a la igualdad de la ley porque no admitía la igualdad social, y ahora que la ley ha dicho que no tiene razón, o lo que es lo mismo, que sus posiciones siguen asentadas en el terreno de la desigualdad, recurren al juego del “si yo ya…”. La cuestión es la siguiente, ¿si sabían que era constitucional, tal y como se deduce de sus palabras actuales, entonces porque pusieron el recurso? 

Cuando uno se presenta como un “siyoya” sólo caben dos posibilidades, o no tiene memoria, y por tanto no recuerda lo que dijo en su momento, algo negativo para el ejercicio de la política, o se trata de un cinismo actitudinal acompañado de cierta hipertrofia epidérmica en la región facial. Sea lo que sea, es lo más parecido que hay a un engaño, y ya se sabe, quien engaña algo busca a cambio.

Estampidas de género

ESTAMPIDA HUMANA
En la noche del 31 de octubre cuatro chicas murieron como consecuencia de la avalancha humana que se produjo en la macrofiesta del Madrid Arena. Por desgracia no ha sido la única. En los últimos años se han producido varios sucesos similares con un resultado dramático que no siempre se ve en sus últimas consecuencias y que, por tanto, impide prevenir nuevos casos. La Medicina Legal y Forense nos muestra una de esas consecuencias con objetividad y rotundidad: las mujeres representan el 66’7% de las víctimas mortales de esas estampidas humanas. Y no es casualidad. 

La muerte también tiene género, lo cual no deja de ser un precio en esta sociedad desigual e hipócrita, acostumbrada a mirar hacia otro lado hasta que se choca de bruces con la realidad que niega con tanta facilidad.  

El género de la vida permite clasificar gran parte de los acontecimientos y creaciones en diferentes categorías, aunque luego hay quien se resiste a admitir la principal creación de la cultura, esa división que la desigualdad ha establecido entre hombres y mujeres por medio de la asignación de roles y funciones. Y el género de la muerte también divide su espacio eterno de manera diferente entre hombres y mujeres. Y lo hace en la escenificación del duelo, en la expresión del luto, en los ritos funerarios y en la forma de entrar en esa oscuridad que algunos quieren ocultar hablando de luces al final de un túnel. 

Las causas de muerte son completamente distintas en los hombres y en las mujeres, y lo son tanto en las muertes naturales, como en las accidentales y violentas. Los motivos de estas diferencias podríamos circunscribirlos, básicamente, a tres grandes factores: biológicos, exposición a determinadas circunstancias y riesgos, y culturales, factores estos últimos que condicionan los dos primeros hasta el punto de llevar a comportamientos distintos entre hombres y mujeres ante situaciones similares. 

Otro día hablaremos de la vida a través de la muerte, pero hoy me gustaría destacar alrededor de estos temas algo en lo que vengo insistiendo. Cuando hablamos de IGUALDAD y de perspectiva de género, lo que hacemos es proponer a la sociedad unas condiciones mejores para la convivencia de todas las personas que la forman. Al contrario de lo que muchos piensan y repiten, la igualdad no pretende beneficiar a las mujeres porque sí, ni atacar a los hombres porque tampoco. Y aunque el primer paso para la igualdad se detenga en corregir la desigualdad y, por tanto, en mejorar la situación de quienes la sufren, que son las mujeres, el objetivo es que estas y los hombres convivan mejor. 

Y cuando se habla de PERSPECTIVA DE GÉNERO lo que se quiere decir es que se tenga en cuenta esa mirada crítica y las aportaciones que se hacen desde ella para que todos mejoren, hombres y mujeres. Y ello exige poner de manifiesto los problemas existentes, entender que su solución no puede ser cualquiera, y que el resultado debe tener en cuenta las diferentes circunstancias y situaciones que afectan a las mujeres y a los hombres. 

En la fiesta de Halloween del pasado miércoles murieron cuatro chicas (una quinta se debate en estos momentos entre la vida y la muerte), y aunque muchos piensen que fue una cuestión de mala suerte, en verdad no es casualidad que fueran cuatro mujeres las que fallecieran en la avalancha de un grupo formado por chicos y chicas. Lo mismo que no lo es que en las tres últimas estampidas ocurridas estos años atrás (la de Rabat en 2009 en el “Festival Ritmos del Mundo”, la de Deisburg (Alemania) en el “Loveparade Festival” de julio de 2010, y esta última de Madrid), el 66’7% de las víctimas mortales fueran mujeres. La razón se deduce con facilidad, hasta el punto de hacer entender que cuando se produce una estampida en un espacio compartido por hombres y mujeres, el grado de fuerza física es el principal aliado para agarrarse a la vida. De hecho, cuando junto al desplazamiento descontrolado de personas existe otra causa que lleva a la muerte, por ejemplo el fuego, como ocurrió en la Sala de Fiestas Cromañón de Buenos Aires en diciembre de 2004, con 193 víctimas, o en el club “The Station” de West Warwick en Rhode Island (febrero de 2003), donde murieron 100 personas, las muertes se distribuyen de manera proporcional a la presencia de hombres y mujeres en los recintos, pues en esos casos asirse a la vida no es una cuestión de fuerza. 

La conclusión también aparece con claridad. Si la diferencia entre vivir y morir puede reducirse a la fina línea que representa la fuerza física, evitar la muerte es tan sencillo como borrar las causas que hacen de ese elemento un factor clave. 

La perspectiva de género lleva años aplicándose en arquitectura y en urbanismo para poner de manifiesto, entre otras muchas cosas, todos estos riesgos, aunque hay que reconocer que su reconocimiento y aceptación entre las posiciones tradicionales han sido tan escasos como en el resto de las disciplinas. Y lo que nos dice esa visión de género es que necesitamos unas estructuras y unos espacios que tengan en cuenta todos los factores, no sólo los aparentes y teóricos, para así lograr una convivencia en el uso que piense en todas las personas que van a utilizar esos lugares, con sus diferencias, sus capacidades y sus limitaciones. Y considerar tanto el día a día como los problemas que se puedan presentar de manera imprevista. Pensar en todo ello es la única forma de obtener todas las posibilidades que ofrecen los espacios y de prevenir las consecuencias no deseables. 

La perspectiva de género mira hacia una sociedad mejor para hombres y mujeres a través de ese caleidoscopio formado por los cristales de los distintos valores y derechos, y entre esos cristales no puede faltar el de la igualdad. Por eso no se detiene ante el diagnóstico crítico de la realidad, y  propone medidas y políticas de igualdad que lleven hasta el bienestar anhelado. Ese es el objetivo.

Si el diseño del Madrid Arena y la organización de la macrofiesta no hubieran pensado tanto en el espectáculo y se hubieran detenido más en los espectadores, en las personas, los chicos y chicas que acudirían a él, quizás el resultado habría sido otro. 

En esta ocasión hemos llegado tarde, pero el recuerdo de Belén, Katia, Rocío y Cristina también debe conducirnos a buscar soluciones para otras chicas y otros chicos que se encuentran en medio de la deriva de un mundo que compite contra sí mismo, con la seguridad de que habrá un perdedor.

Hombres desnudos

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Quitarle la ropa a un hombre no es desnudarlo, un hombre está cubierto de otras muchas capas que, paradójicamente, en lugar de mostrarlo en sociedad con esa vestimenta lo hacen invisible como persona. De los hombres lo que más se ve es lo que representan por la envoltura de roles y los valores que llevan tatuados, no sus ropas.

Quizás por ello el cuerpo expuesto de un hombre desnudo genera inquietud, cierta preocupación y bastante rechazo en una parte de la sociedad, especialmente cuando el desnudo sale de esos contextos de almanaques, modelos y de “boys-streaper” que dicen adiós a las solterías desde el andén de una barra de bar. Cada uno de esos espacios lo que demuestra es que hay algunos hombres que en esas circunstancias están dispuestos a quitarse la ropa y a mostrar la hombría a través de sus músculos, hoy, tras la transición que la ha llevado del bíceps al ombligo identificada con los abdominales. 

El desnudo masculino como concepto y como foco de las miradas del arte, de la cultura en general y, sobre todo, de la sociedad, preocupa. Semanas atrás han ocurrido dos hechos significativos que lo demuestran. El museo Leopold de Viena ha tenido que retirar los carteles de una exposición centrada en el desnudo masculino, y en Grecia han suprimido las escenas de la serie Downton Abbey en las que dos hombres se besan. 
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Estas dos situaciones reflejan la esencia del problema. El desnudo y la homosexualidad masculina representan una realidad que para muchos hombres significa, no que haya hombres que se desnuden y otros que sean homosexuales, para ellos, como decía El Gallo “hay gente pa’to” y hombres para casi todo. Lo que en verdad demuestra es que los hombres y, por tanto, la masculinidad incluyen también esas conductas y esa orientación sexual en el hecho de ser hombres, algo que no aceptan. Y presentarlo de forma directa y sin tapujos a través de estas representaciones de desnudos y besos, significa hacer transparente el revestimiento de una masculinidad hegemónica que ha negado esa realidad, y que precisamente la ha utilizado como argumento de lo que era “no ser hombre”. 

Pero además existe otro “problema”, participar en el juego del desnudo significa situarse en el mismo plano que las mujeres, a quienes históricamente los hombres han desnudado con el arte, con el guión, con la mirada y con la fuerza, para luego hacerlas responsables de lo que les ocurriera. Y aunque pueda sorprender esta afirmación, basta con recordar que el hombre ha hecho de la prostitución una especie de “necesidad social” (curiosamente dirigida original, histórica y mayoritariamente, todavía en la actualidad, a satisfacer las “necesidades” de los hombres), y que hasta la reforma del Código Penal de 1989, la violación de una prostituta era prácticamente imposible de admitir al considerar las agresiones sexuales como “delitos contra el honor”, y no aceptarse que las prostitutas tuvieran ese honor que algunos hombres sacaban a pasear por prostíbulos y clubes de carretera. 

Los hombres han sido desnudados como dioses, héroes, santos, seres superiores… pero no como hombres sencillos, probablemente para mostrar que esos valores tan importantes y trascendentes vinculados a la divinidad, la heroicidad, la santidad, la superioridad… a la postre residen en un cuerpo como el de los demás hombres. Por eso no quieren compararse ni verse como las mujeres desnudas, y por eso reaccionan de forma diferente. El mismo museo Leopold de la tradicional Viena ha manifestado que cuando centra sus exposiciones en el desnudo femenino y actúa de forma similar colocando carteles de mujeres desnudas por la ciudad para publicitarlas, nadie se queja, y mucho menos le obligan a retirar los carteles.  

No es de extrañar, claro, en esos casos todo sigue el guión escrito por la historia y la cultura.