En este caso, el llamado “caso Málaga” tras la denuncia de una posible violación, al contrario de la expresión popular, se ha cambiado origen y destino y hemos ido “de la feria a la bulla”. Pero a la postre, el resultado no ha sido muy diferente, pues de alguna manera, el jaleo y el ruido de fondo ha continuado durante todo el tiempo.
Un jaleo formado por las voces de quienes quieren el ruido como argumento para decir eso de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y que la igualdad lo único que ha traído ha sido el ataque a la familia, lo que algunos llaman la “judicialización de las relaciones familiares”, y el ataque a los hombres, lo que los mismos denominan para que no haya duda, la “criminalización de los hombres”. De alguna manera, lo que defienden es a esa “familia tradicional” que todo lo tapaba y ocultaba, incluso la violencia más cruel que ejercían muchos hombres respetables gracias al silencio, al honor propio de su condición masculina y a la buena reputación ganada a pulso de puertas a fuera.
Me refiero a cómo muchas personas han intentado instrumentalizar la denuncia de una posible violación ocurrida durante los días de feria de Málaga, y ante el archivo, la sugerencia de que se investigaran algunas cuestiones, entre ellas la realización de un estudio toxicológico para descartar la posible intoxicación involuntaria de la chica con alguna sustancia que pudiera afectar a su voluntad y consentimiento. Esa hecho podría haber dado lugar a lo que se denomina “violación por sumisión química”, de ahí que sea una medida contemplada en los protocolos de referencia.
Dadas las características del caso y la presencia de una serie de indicios compatibles con una posible agresión sexual, di mi opinión como ciudadano y como una persona que por su formación y especialización aborda y conoce el tema de la violencia sexual. Opinión que quedó recogida, fundamentalmente, en tres post o artículos, dos de ellos publicado en mi blog “Autopsia”, y un tercero en el blog del diario “Público”, este último escrito con Sara Porras.
El primer post, titulado “La feria de las violaciones”, hacía referencias a las circunstancias generales que existen alrededor de la violencia sexual, y a la impunidad que la acompaña, hasta el punto de que más del 99% de todos los agresores quedan impunes por diferentes motivos, desde las actitudes sociales que culpabilizan a las propias mujeres que sufren las violaciones, hasta los problemas relacionados con la investigación. En el segundo post, “Violaciones de película”, insistía en la idea de que la violencia contra las mujeres y la violencia sexual que sufren es producto de una cultura machista que aporta las circunstancias necesarias para que se lleven a cabo, y para que luego sean integradas dentro de las posibles alternativas que surgen en la convivencia social bajo las justificaciones más diversas, desde la que hacen referencia a la “mala mujer”, hasta las que se centran en el “hombre malo”. Y para ello, al margen de jugar con el significado, la cultura tiene la posibilidad de crear imágenes colectivas que sirven como patrón para verificar la realidad, estos “patrones” son los estereotipos, y cuando un caso de violencia física o de violencia sexual no se ajusta al estereotipo creado, la reacción es que “el caso no se ha producido”. Es como si se pusiera una fotografía que no se corresponde con un criminal que se anda buscando, y cuando se encuentra y se compara con la foto, se concluye que no es él puesto que no se parece, cuando en realidad sí lo es, y es la imagen de la fotografía la que está mal.
El estereotipo social de la violación como un ataque lleno de agresiones físicas y con la víctima resistiéndose por todos los medios, generando múltiples heridas de diversa gravedad, es una imagen de película que se produce con muy poca frecuencia en la práctica. Así lo expliqué en ese segundo artículo.
El tercer artículo, “La cultura de la impunidad” enfatizaba esas circunstancias generales que hacen de la violencia sexual el delito más impune, y llamaba la atención sobre toda la polémica que se había levantado alrededor de lo ocurrido en Málaga y el silencio que, en cambio, había acompañado a otra posible violación ocurrida en Gandía, donde las evidencias eran manifiestas. Los mismos que veían la petición de investigación en el caso de Málaga como una agresión, callaban ante lo ocurrido en Gandía y, por supuesto, desconsideraban y no comentaban la situación general de impunidad ante un delito tan grave como es la violación.
Creo que es importante destacar lo ocurrido por el significado que guarda.
Con relación al caso de Málaga, lo único que manifesté, y hubiera sido el criterio que habría seguido como profesional si hubiera intervenido en el caso, es que yo habría tomado muestras de sangre y orina para hacer un estudio toxicológico y descartar la presencia de sustancias que pudieran afectar la voluntad y el consentimiento en las relaciones sexuales que se refieren. También habría hecho alguna otra actuación, pero la primera, a mi entender, era básica.
Esa es mi opinión y como tal la di. Si tuviera que haber hecho un peritaje profesional habría formado parte del “informe médico-forense o médico-legal”, pero como ciudadano lo que puedo hacer es opinar, y en un tema tan trascendente y que forma parte de mi actividad profesional, además, debo hacerlo por responsabilidad, puesto que la concienciación es un elemento esencial para la prevención. Y así lo hice.
En ningún caso significa que mi opinión sea una crítica a la instrucción, a la Jueza, a los médicos forenses que hayan intervenido o a cualquiera de las partes, puesto que se trata de una decisión adoptada con los elementos de juicio disponibles, y que no tiene por qué ser compartida por otras personas y profesionales. Es algo que habitualmente comprobamos a diario en los juicios cuando se presentan diferentes peritajes médico-forenses, o ante los distintos razonamientos jurídicos utilizados por el Ministerio Fiscal o por las defensas, en ocasiones muy críticos con el judicial, sin que se interprete que se trata de una crítica o de un ataque al juez o jueza del caso.
Respeto lo que han hecho y, simplemente manifiesto que yo habría hecho algo diferente, ante lo cual esas personas tienen toda la legitimidad y libertad para cuestionar mi opinión, algo que yo respetaré, que nunca tomaré como algo personal, y que defenderé con argumentos.
Pero como decía desde el primer post, la razón que hay detrás de esta “bulla” interesada es la instrumentalización de que quien considera (socialmente, no judicialmente) que la denuncia de unos hechos tan graves como una violación, con independencia de las circunstancias en que se produjo la comunicación de los posibles hechos a la Policía Local, de entrada ya es sospechosa de ser “una denuncia falsa”; por eso no es de extrañar que para ese mismo sector de la sociedad, la simple petición de que se investiguen algunos elementos no aclarados en la información disponible, tal y como hemos comprobado, se toma como una “condena” de los detenidos y como una “criminalización” de los hombres.
No es casualidad que sean esas mismas voces que hablan de denuncia falsa en Málaga las que hablan de denuncias falsas en violencia de género en toda España, y las que presentan a las mujeres como delincuentes sin duda alguna por denunciar falsamente. Tampoco sorprende que sea su silencio el que tome la palabra ante cada homicidio, incluso en los ocurridos este mismo mes de agosto en la provincia de Málaga. No es por azar, como vemos, que las personas que tanto han hablado ante la denuncia por violación, ni muchos medios que no han parado de informar sobre la “no violación”, callen y no informen con la misma intensidad ante el día a día la violencia de género, ni ante los homicidios que se producen.
Comprendo que al hablar de circunstancias de impunidad general ante las agresiones sexuales, de peticiones de investigación sobre cuestiones concretas, y de un caso particular, haya quien ha mezclado y ha tomado cuestiones generales para irse a lo concreto, hasta el punto de hacer parecer que lo que se comentaba en los posts era una especie de relato exclusivo sobre la impunidad en el caso de la posible violación denunciada en Málaga. Pero lo que cada persona concluya es responsabilidad de quien haga esas valoraciones y afirmaciones, del mismo modo que es responsabilidad de cada cual utilizar el debate y la reflexión para atacar, insultar o amenazar a cualquiera de las personas que opinan y, sobre todo, a las que han intervenido en el caso, como ha ocurrido, según recogen los medios, con la jueza instructora, conductas que condeno, y persona a la que mando un saludo solidario.
La opinión y el debate social ante problemas que trascienden lo estrictamente técnico y que están enraizados en la propia cultura de la desigualdad son necesarios desde el respeto. Por eso llama la atención que cuando se han producido dichos debates públicos en casos como el de José Bretón, o en homicidios terroristas, de bandas organizadas o en tantos otros, incluso con enfrentamientos y críticas directas y manifiestas a las decisiones judiciales y a los informes médico-forenses, nadie las haya interpretado como un ataque a todos los hombres, como se ha hecho en este caso, ni se tomen como valoraciones personales contra quienes han intervenido, lo cual es muy significativo de lo que estamos hablando. Sólo tienen que poner en Google “Forenses discrepan…” para ver la gran cantidad de casos que hay donde las actuaciones forenses son técnicamente cuestionadas, no sólo opinadas, sin que haya surgido polémica social alguna.
La razón de todo este alboroto está clara. Lo dicen directamente algunos en sus manifestaciones, quieren que no se hable de estos temas, que regresemos al silencio para que todo permanezca en ese lado oscuro que tanto defienden.