“Machis learning”

Si una máquina es capaz de aprender de sí misma a través de lo que se conoce como “machine learning”, imaginen lo que puede llegar a aprender un machista de otro con ese pensamiento rígido e irreflexivo que el machismo impone como cultura e identidad.

El machismo es algo parecido a “HAL 9000”, el ordenador de la nave Discovery de “2001: Odisea en el espacio”, y poco a poco ha tomado el mando de la realidad, no desde el azar, sino desde la conciencia de poder para imponer sus directrices.

El machismo, como sistema cultural, está construido sobre el conocimiento nacido de la integración de aquellos elementos elegidos para crear el universo de las relaciones, y las identidades que deben llevarlas a cabo bajo una serie de referencias, roles y funciones que permitan dar sentido, consolidar y hacer crecer a dicha construcción de la normalidad. No es un diseño en su origen, sino la traducción práctica de los elementos necesarios para mantener el control inmediato, y a partir de ese conocimiento y toma de conciencia desarrollar los instrumentos para garantizar y facilitar el poder a partir de los valores, ideas, creencias, mitos… que definen la normalidad.

Para conseguirlo cuenta con dos referencias básicas que se retroalimentan y potencian entre sí. Por un lado la individual, definida por la identidad de las personas de esa cultura, originariamente centrada en la dualidad hombre-mujer, y por tanto desarrollada sobre lo que se entiende que es “ser hombre” y ser reconocido como tal,  y la manera de “ser mujer” y de ser reconocida como tal . Y por otro la social, es decir, la estructuración de las relaciones en sociedad, sus instituciones, los valores que acompañan y que son defendidos desde ellas, las ideas consideradas superiores, la religión tomada como propia… así como aquellos elementos funcionales que facilitan la integración consciente e inconsciente dentro de la convivencia, como son los mitos, los estereotipos, las costumbres, la tradición…

Todo este sistema hace que tanto a nivel individual como en el plano social, el conocimiento que se adquiere venga caracterizado por lo que la cultura exige para que la persona sea parte de la misma, y, en consecuencia, ser reconocida por ella.

Por eso el machismo es cultura, no conducta, porque no necesita expresarse para ser, puesto que lo que lo define no es la acción sino los argumentos, las circunstancias, las razones… para la acción, así como las referencias compartidas por esa sociedad para darle significado a esa acción, sea individual o grupal. Un ejemplo cercano lo tenemos en la violencia de género, la cual, a pesar de los 600.000 casos que se producen en España cada año y de los 60 homicidios de media, queda minimizada ante el debate sobre las “denuncias falsas” y la propuesta de derogar las medidas específicas para actuar frente a ella, como plantea desde la política la ultraderecha con el silencio participativo de la derecha.

El continuo aprendizaje del machismo a través del “machis learning” cultural, le permite adaptarse a las nuevas realidades sin renunciar a las referencias que sitúan el poder en los hombres y sobre lo masculino, y no cambiar nada de aquello que logra dar significado a la realidad escondiendo el machismo original, al tiempo que destaca las circunstancias particulares de cada caso como algo ajeno al modelo cultural.

Se trata de un aprendizaje doble porque, por un lado, se manda el contenido de lo que se debe aprender, y por otro, la expresión de dicho contenido por parte de cada persona, especialmente en los hombres como guardianes y galanes del sistema, se controla por el resto de las personas del entorno. Esta dinámica permite establecer un mayor o menor grado de reconocimiento o crítica, y de ese modo acceder más o menos a los privilegios y premios que establece el sistema para sus “buenos alumnos”.

Pero también es un aprendizaje dirigido, puesto que sólo se aprende en la dirección que lleva a reforzar la “con-ciencia” machista. Por esa razón, a pesar de la crítica social hacia el maltrato y su violencia, y las consecuencias negativas que sobre los autores se ven en los medios de comunicación, la programación del “machis learning”es tan poderosa con su lenguaje de “ceros”, “unos” y “otros” que no sólo lleva a repetir conductas similares (agresiones, homicidios, violaciones…), sino que facilita que el aprendizaje llegue a imitar algunos de los hechos conocidos previamente, como se ve en algunos homicidios por violencia de género, o como se comprueba con el modelo de violación en grupo “popularizado” por los agresores de “la manada”, ante la justificación y la negación de una parte significativa de la sociedad.

El “machis learning”  quiere devolver el mando al machismo. Hoy, en 2019, la odisea no está en el espacio, sino en la Tierra; y el destino que quiere evitar la nave del tiempo manipulada por los machistas es la Igualdad, pero no lo van a conseguir. Y para ello no sólo debemos programar un nuevo lenguaje, también hay que desprogramar el “HAL 9000” del “machis learning”a través de la educación y la concienciación crítica.

Machismo gratis total

Con frecuencia los machistas actúan como los niños cuando hacen alguna travesura que quieren ocultar. Se oye un ruido en el salón donde un niño anda jugando, entra el padre o la madre para averiguar qué ha ocurrido, ve que hay un jarrón roto en el suelo, y lo primero que dice el niño mientras intenta ocultar el balón tras su cuerpo, es “yo no he sido…” Y lo hace porque en verdad cree que en su mundo esa explicación es suficiente para alejar las dudas y llevarse la sospecha.

Los machistas que saltan a las redes como si estas fueran la arena del coso, no hablan desde la inocencia infantil, sino desde la falta de costumbre de siglos de impunidad. No están acostumbrados a que se les exija por todos los “jarrones rotos” de su violencia ni a dar explicación alguna por nada, por eso intentan lo del “yo no he sido” negando la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones. Pero como observan que ya no tienen éxito y sólo se lo creen ellos mismos, ahora tratan de incorporar algún argumento nuevo  para intentar pasar desapercibidos, a pesar de que las consecuencias de su violencia son objetivas.

La última estrategia del machismo es hacer creer que el trabajo contra su modelo y la violencia de género no es legítimo, y que las acciones realizadas desde el feminismo y las instituciones que abordan estos casos de violencia, se llevan a cabo por los beneficios económicos de quienes defienden y trabajan por la Igualdad. Por eso, entre otras iniciativas, desde la ultraderecha han pedido conocer la identidad de trabajadoras y trabajadores bajo un primer argumento que hablaba de “ideología”, aunque después hayan cambiado sus razones, aunque no las acciones. Para ellos la derecha ni el machismo son ideología.

Lo que busca el machismo con ese argumento es un doble efecto, por un lado presentar ese trabajo como las tareas de una especie de mercenarios que sólo buscan un interés material; y por otro, hacer creer que dichas personas necesitan aumentar el número de casos de violencia de género, y con ellos el ataque a los hombres, la familia, el orden social…  para enriquecerse mucho más a costa del sufrimiento de quienes sufren la injusticia de esa estrategia, que son los hombres “denunciados falsamente”.

La estrategia no es nueva, si se revisa la hemeroteca, al argumento económico es el que más se utiliza contra las personas a quienes se busca criticar, y presentarlas como interesadas en su trabajo y compromiso sólo por el interés económico. Un ejemplo cercano lo tenemos en la visión estereotipada de la política que se suele dar desde estas posiciones, sobre todo cuando se actúa contra personas y los partidos de izquierdas, porque en su modelo de sociedad la derecha representa el status y la riqueza, y es legítimo, según sus argumentos, que tengan dinero y que realicen actividades de todo tipo para conseguir más ganancias a título personal, además de gestionar la política. Por el contrario, la izquierda es presentada como un grupo de personas que llegan a la política para enriquecerse y con la revancha de “quitarle a los ricos” lo que tienen; y todo ello porque son incapaces de ganarse un sueldo por méritos propios.

El machismo ha recuperado esta estrategia para defender su posición porque sabe que genera ese doble impacto: la crítica a través de la idea de instrumentalización de las propuestas a favor de la Igualdad, y el odio contra todas las personas que las secundan y desarrollan al mandar el mensaje de que lo hacen para enriquecerse (asociaciones, organizaciones, profesionales…) sobre el dolor de quienes sufren las consecuencias negativas de esas iniciativas, que para ellos, como hemos apuntado, son los hombres buenos y honrados “denunciados falsamente”.

Y no es casualidad. En el machismo perciben que toda la transformación que vive la sociedad a favor de la Igualdad, además del cambio cultural que conlleva, supone una pérdida de los beneficios que la desigualdad otorga a los hombres.

Los privilegios de los hombres debidos al machismo son “gratis total”, no necesitan subvenciones, ni ayudas, tampoco iniciativas parlamentarias ni planes de acción, ya cuentan con los Presupuestos Generales del Estado como financiación, con la cultura como marco, y la normalidad como protocolo de actuación. Los hombres ya disfrutan de una brecha salarial a su favor, de una mayor ocupación laboral, de mejores puestos en el trabajo y en los espacios de decisión, de mayor tiempo de ocio, concretamente un 34% más cada día, mientras que las mujeres se tienen que dedicar un 96% más a las tareas domésticas, y un 26% más al cuidado de hijos e hijas (CIS, marzo 2014). El último ejemplo lo tenemos en la decisión del Tribunal Constitucional de declarar inconstitucional el cálculo de las pensiones en los puestos de trabajo a tiempo parcial, entre otras razones por existir una discriminación de género en este tipo de actividades laborales que lleva a que el 75% del mismo sea desarrollado por mujeres.

El machismo no da puntadas sin hilo, y cuando recurre al argumento de los beneficios económicos y los “chiringuitos” del feminismo y de quienes trabajan por la Igualdad, además del ataque, lo hace porque perciben que sus beneficios y privilegios se están resintiendo, de ahí su resistencia y ataque. Porque quieren mantener los privilegios de la desigualdad y el “gratis total” que les proporciona el machismo.