“Ley y orden”

La estrategia conservadora siempre ha sido clara en su planteamiento y falaz en su enunciado al decir una cosa y hacer otra en la práctica. Ahora, de nuevo Donald Trump ha tomado la iniciativa al recuperar el mensaje de la campaña de Richard Nixon en 1968 de “ley y orden” (aunque, curiosamente, después se vio obligado a dimitir por actuar fuera de la ley). La idea no es muy diferente a la del resto de partidos conservadores cuando presentan las iniciativas de izquierda y las alternativas que proponen como un caos destinado a atacar las instituciones, la familia, la iglesia, a la propia política para convertirla en un “régimen bolivariano”, o hasta a la misma nación con la llegada de extranjeros que vienen para acabar con nuestra identidad… Y su respuesta es clara: ley y mano dura frente a todo eso.

La estrategia, como se puede ver, es nítida: ley y orden, pero con un “pequeño matiz”, debe ser “su ley” y “su orden”. Si una ley, por ejemplo, desarrolla medidas para lograr la Igualdad, entonces no hay que cumplirla; si una ley actúa contra la violencia de género, no hay que tomarla en serio y hay que presentarla como una amenaza contra los hombres; si una ley desarrolla un modelo educativo diferente, no debe ser tenida en cuenta por adoctrinadora; si la Constitución dice que hay que renovar las instituciones y a ellos no les viene bien, todo puede esperar al margen de la legalidad… porque para ellos es su orden el que define la ley y la realidad, y no el orden democrático quien decide cómo debe ser la convivencia y la manera de relacionarnos en una sociedad libre, plural y diversa en la que su posición es una más, por muy amplia que sea.

Esa superioridad moral de la que parten es la que permite dar por válido un sistema con una cultura y una estructura social basada en la desigualdad, construida sobre la idea de que determinados elementos y características son superiores a otros. De manera que las personas y circunstancias que tengan esos elementos deben ocupar una posición superior y desarrollan funciones desde la responsabilidad basada en su teórica superioridad. Y, efectivamente, el resultado es orden, pero un orden artificial y falaz que parte de la decisión previa de dar más valor a los elementos propios. Y en ese orden ser hombre es superior a ser mujer, ser blanco superior a ser negro o de otro grupo étnico, ser nacional superior a ser extranjero, ser heterosexual es superior a ser homosexual… Y como el orden es ese, pues la ley que se desarrolla es la que se necesita para mantenerlo y defenderlo de lo que consideran iniciativas particulares que surgen desde cada uno de los “elementos inferiores”, es decir, de cualquier propuesta que surja para corregir la discriminación que sufren quienes son considerados inferiores: mujeres, negros, extranjeros, homosexuales… que además se presentan como iniciativas fragmentadas y dirigidas sólo a cuestiones limitadas a esos grupos de población, no como algo común para toda una sociedad democrática.

La construcción de ese marco de “ley y orden”, además de presentar “su ley y su orden” como referencia común para toda la sociedad, tiene una segunda consecuencia tramposa de gran impacto para desacreditar cualquier alternativa.

La asociación es muy simple: si yo soy la ley y el orden, todo lo demás es caos e ilegalidad. Desde esa posición no aceptan que otras alternativas a la suya supongan un marco de “ley y orden”, por eso agitan el miedo con sus mensajes para que la sociedad asocie que las posiciones conservadoras son el orden y las alternativas progresistas el caos. Este contexto es el que se ha utilizado para hablar de un gobierno democrático como “gobierno ilegítimo”, o llamar “anti-constitucionalistas” a partidos democráticos que no encajan en “su orden”. Y de ahí continuar con su razonamiento hasta llegar al “desorden” que supone romper España con los separatistas y los herederos de los terroristas, argumentos similares a los que utiliza Trump contra el Partido Demócrata y Joe Biden ante la reacción social frente a una violencia policial contra la población afroamericana, que en lugar de ser considerada como racismo policial, se entiende como parte del “orden establecido”.

Y es una estrategia que funciona. Y funciona porque juega con los valores tradicionales, con la tendencia continuista de cualquier sociedad, y con la estructura de poder que supone articular la sociedad sobre los elementos de desigualdad que hemos comentado. A partir de ahí, usar el miedo bajo la amenaza de perder las referencias históricas que nos han definido por los “ataques” lanzados desde posiciones particulares, resulta sencillo.

No debemos caer en la trampa conservadora que lleva a apropiarse de la patria, las instituciones, la historia, la ley y el orden. Porque en una sociedad democrática la ley la dicta el Parlamento en tiempo real, no la historia desde el pasado; y el orden es la consecuencia de la convivencia en democracia, no el resultado de la costumbre y la tradición.

 

Cayetana y la “batalla cultural”

Cayetana Álvarez de Toledo no se ha ido, quien se ha movido del lugar político ocupado hasta el momento ha sido Pablo Casado. Pero sólo es un viaje temporal, una especie de escala técnica como la del rey “emirato”, perdón, emérito, porque el equipaje del PP es el mismo con el que llegó al lugar de donde hoy se exilia a Cayetana Álvarez de Toledo, y que ahora, al abrir las maletas con sus declaraciones ha mostrado que es el de la “batalla cultural”.

Y no ha dudado en presentar al “feminismo radical” como razón para librar esa “batalla cultural” en defensa de la libertad y de la “igualdad ante la ley”, lo cual resulta muy gráfico. Desde las posiciones conservadoras nunca se matiza la idea de libertad, y cuando se habla de ella no se dice la “libertad de elección de las personas”, tampoco se acota la dignidad diciendo “la dignidad de trato de la gente”, ni se hace con ningún otro Derecho Humano. En cambio, esa limitación no falta al referirse a la Igualdad, y como ha hecho Cayetana Álvarez de Toledo en varias ocasiones, no se habla de Igualdad, sino que se matiza y acota para hablar de la “Igualdad de los españoles ante la ley”.

¿Y antes de la ley, no debe haber Igualdad como valor y como ideal? ¿Qué ocurre bajo la referencia de esa cultura machista por la que dice que hay que dar la batalla cuando se llega ante “su ley”, es igual el valor de la palabra de un hombre que niega haber ejercido violencia de género que la de una mujer que denuncia haberla sufrido? ¿Tiene sentido que la respuesta de la ley ante la violencia de género, por un motivo u otro, sólo condene al 5% de todos los maltratadores? ¿Cómo responde la ley ante situaciones estructurales de injusticia social motivadas por la cultura machista que aún no cuentan con una norma ante la que acudir, como ocurre con la brecha salarial, con la cosificación de las mujeres, con la carga de trabajo en los cuidados y en lo doméstico…?

El feminismo puso en la agenda política la lucha por la Igualdad sin matices, y lo hizo a través de la reivindicación de derechos esenciales para las mujeres, tanto los que hacían referencia a la vida social como a su participación política. Posteriormente continuó con el cuestionamiento a la distribución de los tiempos y los espacios, para llegar después a la crítica del propio concepto de identidad establecido sobre las ideas tradicionales que definían lo que era “ser hombre” y “ser mujer”, y lo que a partir de esa conceptualización les corresponde a unos y a otras en cuanto a roles y funciones.

En este escenario, la resistencia de las fuerzas conservadoras no es tanto al desempeño de determinadas funciones por parte de las mujeres, como a aceptar que la condición de hombre y de mujer definidas por el machismo no lleva asociada lo que la cultura ha asignado a cada una de ellas, y, por tanto, asumir que la libertad lleva aparejada la igualdad de derechos y deberes, así como de funciones y oportunidades.

Al machismo y a los grupos conservadores no les ha importado en exceso que las mujeres realicen funciones históricamente asignadas a los hombres, para ellos era una especie de concesión que venía a demostrar la bondad y grandeza de los hombres, y la inexistencia de techos y paredes de cristal. Por eso han seguido una estrategia de flexibilización progresiva que les ha permitido mantener la esencia de sus valores, ideas y creencias cambiando sólo el escenario. Una situación que se corresponde con su estrategia clásica de “cambiar para seguir igual”, basada en la incorporación de cambios adaptativos a las nuevas circunstancias, no en la adopción de cambios transformadores para romper con las referencias tradicionales.

Las palabras en la despedida de Cayetana han revelado que el objeto de las fuerzas conservadoras y ultraconservadoras es dar la “batalla cultural” para defender la moral y proteger las identidades tradicionales de los “ataques” del feminismo y de las fuerzas de izquierda. Una estrategia que revela de forma clara sus ideas y el problema que para ellos supone reconocer la pluralidad y diversidad de la sociedad. El resultado es su justificación para utilizar los instrumentos clásicos del poder con el objeto de mantener su modelo, entre ellos la educación, la comunicación, la economía, las normas, el miedo…

Algunas de las claves que da Cayetana Álvarez de Toledo sobre su “batalla cultural” quedan recogidas en los siguientes puntos:

  • La moral de la sociedad es su moral conservadora, la cual se presenta asentada sobre la imposición histórica de sus valores y la negación de cualquier otra alternativa.
  • Las identidades de hombres y mujeres vienen definidas por la cultura patriarcal, la cual impone desde lo más abstracto de los valores y creencias, hasta lo más concreto de las funciones y tiempos a ocupar.
  • El elemento que define lo común es el territorio, equiparando territorialidad con identidad, algo defendido también por otras posiciones de la sociedad y la política construidas sobre los mismos parámetros androcéntricos.
  • Sobre ese marco se establece el reconocimiento social e individual y, por tanto, la aceptación e integración de quienes se ajustan a esas referencias, o el rechazo y crítica de quien no lo haga.
  • Se produce así una conjunción armónica entre lo individual (identidad), lo moral (valores), y lo territorial (España), que se presenta respaldado por el tiempo (historia), para que sea entendido como “orden” y “normalidad”.
  • A partir de esa construcción interesada, puesto que se hace sobre sus valores, ideas y creencias, todo lo que no encaja en el modelo se considera “extraño”, “extranjero”, “impropio”… y se presenta como un ataque o una agresión a todo el sistema, no sólo al elemento puntual afectado. Así, por ejemplo, las medidas contra la violencia de género se consideran contra todos los hombres, los matrimonios entre personas del mismo sexo contra la familia, el aborto contra la vida, la educación en Igualdad contra la cultura…

Y todo ese equipaje no se va con Cayetana, sino que permanece en las maletas de la política conservadora porque forma parte de su esencia, de su fondo de armario; aunque luego tengan que hacer concesiones para evitar el conflicto social que pueda cuestionar o debilitar su poder.

Cayetana Álvarez de Toledo sabe, al igual que los responsables conservadores, que lo que hoy está en cuestión no es la fragmentación de los elementos y sus diferentes consecuencias, sino la cultura patriarcal, androcéntrica y machista que da lugar a todas esas manifestaciones, y a esa forma de hacer valer su moral como “la moral”, y su concepto de identidad como “la identidad válida para toda la sociedad”. La lucha por la “batalla cultural” se está librando porque desde esas posiciones conservadoras se acota y se ponen límites a la Igualdad, y sin Igualdad no puede haber Democracia ni respeto a los Derechos Humanos.

El feminismo va a continuar el trabajo que viene haciendo desde hace siglos, no sólo para conseguir una “Igualdad distributiva”, sino para lograr una cultura asentada sobre la Igualdad y el resto de los Derechos Humanos, no sobre declaraciones amputadas de los mismos.

Por eso están molestos en el partido conservador, porque Cayetana con sus críticas al cese ha revelado la estrategia que van a desarrollar desde la sombra, la cual tiene como objetivos la cultura, la moral y la identidad. ¿O es que alguien cree que van a renunciar a esos elementos?

 

“Ideología de género”

Lo de la derecha y la ultraderecha no deja de ser curioso, para ellas la ideología tiene género, las cuotas tienen género, las “denuncias falsas” tienen género, los “chiringuitos de las subvenciones” tienen género, los cuidados tienen género, la incapacidad y la debilidad tienen género… pero “la violencia no tiene género”.

En el fondo, reconocen la existencia de una construcción social y cultural que permite asociar determinados elementos a la idea que se tiene de lo que es un hombre y de lo que es una mujer, y que a partir de esas ideas se definen las funciones, los roles y los espacios propios de hombres y mujeres. Luego todo ello se refuerza con los estereotipos y el control social para que la reputación y el reconocimiento  gestionen los límites para unos y para otras, de manera que todo parezca dentro de la normalidad, aunque la realidad se manifieste a través de la injusticia de la desigualdad, y se traduzca en una sobre-representación de los hombres en los puestos de poder, y de las mujeres en el terreno de lo precario con brechas en el cuerpo y en las relaciones a la hora de disfrutar de sus derechos.

Para el machismo, que los hombres ocupen la mayoría de los puestos en los espacios de toma de decisiones, es Igualdad; que cobren un 20% más que las mujeres el hacer el mismo trabajo básico, es Igualdad; que tengan un 34% más de tiempo libre que las mujeres cada día, es Igualdad; que el modelo de reconocimiento sea el que ellos han impuesto y se centre en lo masculino, es Igualdad… En cambio, que las mujeres y el feminismo cuestionen esa realidad, que critiquen la construcción social que ha dado lugar a ella y la refuerza a diario, y que reivindiquen modificarla para alcanzar la justicia social que la discriminación ha evitado, es desigualdad.

Y no es un error, sino la forma de defender esos privilegios que sitúan lo masculino en el centro, a los hombres decidiendo y al tiempo de su lado. Sin presencia, capacidad, modelo y oportunidad, que es lo que han dejado para las mujeres, nada puede cambiar.

Por ello atacan de forma tan beligerante a la Igualdad y al feminismo, porque su estructura jerarquizada de poder está levantada sobre la injusticia de la desigualdad, y sobre la mentira de lo masculino. Y la única forma de “normalizar” esa construcción social es naturalizarla, es decir, presentarla como una consecuencia del “orden natural”, para que parezca que la decisión viene de manos de una naturaleza que ha hecho a hombres y mujeres diferentes con el objeto de que lleven a cabo funciones distintas, y luego decidir que eso debe traducirse en limitación de derechos y oportunidades.

Para el machismo su forma de construir las relaciones sociales en todos sus espacios, no sólo en lo privado, es lo “natural” y lo “normal”, y presentan ese marco de significado como “neutral”, es decir, sin carga ideológica, sin objetivos definidos, sin defensa de intereses, sin refuerzo de posiciones… A partir de ese planteamiento, todo aquello que lo cuestiona es considerado como un ataque al modelo de convivencia, o sea, a la normalidad, o lo que es lo mismo, al propio orden natural. Y se presenta, no como una crítica al modelo ni a quienes lo hacen posible para mantener sus privilegios, sino a todo el orden dado y a los propios designios de la naturaleza, y de manera indirecta contra el responsable de la misma desde la trascendencia divina, por eso las religiones siempre han jugado un papel fundamental en la defensa del modelo machista, y por ello en la actualidad parte de los ataques contra la Igualdad y el feminismo se hacen desde posiciones religiosas.

Al hablar de “ideología de género” buscan dos objetivos, por un lado, esconder al machismo como una construcción ideológica bajo una aparente “neutralidad”, y así limitarlo a determinadas conductas, cuando en realidad el machismo es esa cultura de “normalidad”. Y por otro, presentar las críticas al machismo como parte de una posición interesada que busca privilegios y “chiringuitos” sobre la destrucción del orden histórico, y de las instituciones y referencias que la sociedad se ha dado: familia, valores, tradición, costumbres, creencias… no como un avance para superar la deuda histórica con los Derechos Humanos, que aún tiene pendiente a la Igualdad.

Quien define su posición ideológica y su acción política sobre un modelo conservador necesita al machismo como esencia y como argumento, por eso no es extraño que, siendo una cuestión cultural, sean los partidos de la derecha y la ultraderecha quienes hacen política con él. Saben que pueden plantear la defensa de la patria con el ejército y de lo comportamientos del día a día con la policía, pero su modelo cultural sólo puede ser defendido por medio de su “ideología de género machista”.

 

La “nueva realidad”

El confinamiento no ha cambiado nada de la esencia de nuestra sociedad, pensar que porque cambian las formas se modifica el fondo es como creer que el invierno, con sus abrigos y bufandas, sus días fríos y sus noches alargadas, transforma la realidad social del verano.

Hablar de “nueva normalidad” en estas circunstancias como regreso al lugar donde escenificar la convivencia de otra forma, es un doble error. Lo es porque no debe haber vuelta atrás cuando la experiencia indica que el lugar de partida no es seguro; y lo es porque no puede ser “normal” aquello que está construido sobre la desigualdad y la injusticia.

Y es un planteamiento erróneo de origen por no entender que cuando una situación sobrevenida afecta a la normalidad, lo que hace es potenciar los elementos que la definen, no diluirlos, puesto que a nivel social “normalidad” no es diferente a “realidad”. Se produce así un hiperrealismo donde todo lo esencial aparece con mayor intensidad en aquello que define el día a día, mientras que lo que se considera menos trascendente queda relegado a posiciones alejadas que se mueven por el fondo de la realidad, ocultadas entre el camuflaje de los sucesos aislados y los hechos monótonos.

Nada de lo que ocurre durante el confinamiento es diferente a lo que sucede fuera de él: los ricos siguen siendo más ricos ante el empobrecimiento de la población, y los pobres más pobres y vulnerables; los hombres siguen siendo los líderes en este tiempo de días revueltos, y más relajados en el descanso de sus privilegios; las mujeres más confinadas en mitad de sus brechas y sus cuidados; los agresores más impunes tras las paredes silenciosas, y las víctimas más atrapadas en esta prisión del tiempo que hemos levantado en mitad de la nada.

Porque los agresores y su compañía de silencios de ayer y hoy viven este tiempo como una “tormenta perfecta”, un drama que para ellos, que son huracán violento, se presenta como un retiro en el que poder desarrollar su particular “toque de quédate en casa” en su plenitud por medio de la violencia física, de la violencia psicológica y de la violencia sexual. No hay que olvidar que la OMS recoge que en el 45% de las relaciones de pareja donde hay maltrato también se producen agresiones sexuales, lo cual se traduce en que el 7% de las mujeres de la UE haya sufrido agresiones sexuales por parte de sus parejas o exparejas, tal y como recoge el informe de la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA, 2014).

El aumento del número de llamadas al 016 durante el confinamiento, junto con el incremento del consumo de pornografía en un 61’3%, y la subida de un 70% en las ventas de bebidas alcohólicas, son los componentes perfectos para los agresores y su barra libre de violencia, como lo es la pulsera del “todo incluido” en unas vacaciones.

Por eso no debemos hablar de “nueva normalidad”, sino de “nueva excepcionalidad”, porque la novedad no está en el fondo de la realidad, sino en las formas. Y del mismo modo que las personas no dejan de ser quienes son por llevar mascarillas, aunque no sean reconocibles a simple vista, el machismo de la normalidad histórica tampoco va a dejar de ser lo que es, aunque muchas de sus acciones y decisiones no se vean tras las paredes, los silencios o los acontecimientos del primer plano.

Si tomamos como referencia las paredes, el confinamiento ya se prolonga durante algo más de dos meses, pero si situamos la referencia en la amenaza y la violencia, las mujeres llevan confinadas miles de años tras la normalidad que dice sin pudor lo de, “estos no son sitios para una mujer” o “estas no son horas para una mujer”, limitando su libertad y responsabilizándolas de las consecuencias en caso de no cumplir con los límites. Y ese estado de excepción es el que se ha considerado “normalidad”, porque han sido los hombres y su cultura normalizadora quienes han decidido el bien y el mal para hacer del regular una justificación.

La pandemia ha puesto de manifiesto la levedad de un ser humano escondido en su vanidad y en una cultura donde parte del reconocimiento se establece sobre el “tanto tienes, tanto vales”, por eso hay muchos que tienen prisa por volver a esa “normalidad de la desigualdad”. El machismo y su concepción conservadora de la realidad ya hace ruido en mitad de este confinamiento para reforzar su modelo de sociedad, ellos no desaprovechan ninguna ocasión.

Quienes creemos en la Igualdad tampoco podemos perder la oportunidad. Si hemos llegado hasta aquí no ha sido por avanzar sobre lo de siempre, sino por transformar la realidad que suelta lastre e integra a personas diferentes, aunque en cada momento histórico el progreso haya sido una “excepción”.

Nada de más “normalidad”, necesitamos una “nueva realidad” construida sobre los cimientos y la estructura de la Igualdad y el resto de los Derechos Humanos.

 

Virus frente a viral: El machismo y sus bulos

Los sectores conservadores de nuestra sociedad, los mismos que ven un riesgo en lo público y “confinan” en aulas separadas a niños y niñas para que no se contagien de Igualdad, intentan sacar partido de los efectos del virus contaminando el ambiente con manipulaciones y mensajes virales. En esto parece que siguen el principio hipocrático del “similia similibus curantur”, según el cual los problemas ocasionados por un humor se curan con aportaciones del mismo humor, de manera que, según esta ideología y su adoctrinamiento, lo que hay que hacer es aplicar lo viral frente al virus, y frente a la incertidumbre de la realidad la manipulación de los hechos.

El objetivo es claro y así lo plantean en sus “video-virus” y “mensaje-virus”, hacer responsable de la pandemia al Gobierno de Pedro Sánchez, como hicieron en su día responsable de la crisis económica mundial a Rodríguez Zapatero.

Y para ello hacen un collage interesado de trozos de verdad para crear una gran mentira, haciendo creer que la suma de verdades sólo puede ser otra verdad. No elaboran una crítica basada en distintas ideas ni aportan otras alternativas, se quedan en el cuestionamiento a tiempo pasado de las decisiones que en su día se adoptan sobre la base de los datos existentes, algo que siempre es fácil de utilizar para manipular a partir de su componente de objetividad.

Lo que se pretende es culpabilizar a los responsables gubernamentales para que haya un rechazo y un ataque directo hacia ellos y a las ideas que los sustentan. Y los elementos que utilizan para llevar a cabo la manipulación buscan la integración de tres referencias:

  1. Destacar elementos esenciales de su ideología conservadora para fundamentar las críticas sobre ellos. Lo hemos visto en la crítica al feminismo y a la Igualdad al achacar los problemas de la pandemia a la manifestación del 8M.
  2. Utilizar elementos del pasado que se puedan usar para reforzar el razonamiento el presente, es lo que ocurre al comparar la gestión de la crisis sanitaria actual con la gestión de la crisis económica de 2008.
  3. Empleo de los elementos propios de la situación actual para integrarlos en el contexto generado sobre los dos elementos anteriores.

La estrategia busca manipular la realidad a través de la integración de esos tres elementos, con el objeto de atacar a la posición interesada, en este caso al Gobierno y al feminismo, pero también a todas las ideas, valores, referencias o planteamientos que no coinciden con su ideología.

En la situación actual vemos que los elementos de los ataques se centran en los elementos antes citados:

  • Manifestaciones del 8M: Intentan responsabilizar de manera insistente de lo ocurrido a las manifestaciones del 8M, sobre todo en la Comunidad de Madrid, achacando casi en exclusividad la diseminación del virus a la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres. No dicen nada de los 4000 partidos de fútbol que se celebraron ese fin de semana, ni de los 680 de baloncesto, ni de los 1000 encuentros de otros deportes. Tampoco de las 18.000 misas, de la congregación de gente en cines, teatros y centros comerciales, y mucho menos del mitin de Vox en Vistalegre con dirigentes claramente bajo una sintomatología compatible con la infección por Covid-19. Lo importante es hacer creer que el problema fue el 8M para de ese modo reforzar el odio al feminismo, a las mujeres y a la Igualdad. Su estrategia es tan manifiesta, que cuando se les dan estos datos para explicar que en ese momento las referencias no planteaban suspender estas actividades, dicen que se permitieron todas las demás para de ese modo poder celebrar las manifestaciones del 8M. No importa la realidad, lo importante es imponer su visión.
  • Elementos del pasado: El objetivo que pretenden con sus estrategias virales es el ataque, no entrar en el debate cuestionando determinadas decisiones por medio de un razonamiento fundamentado y aportando alternativas. No plantean propuestas en el momento de tomar las decisiones, tan sólo critican los hechos cuando ya han ocurrido. Su lugar es el pasado y por eso se mueven bien en ese tipo de argumentos, y para ello recurren a hechos anteriores que son presentados como eslabón para darle continuidad a su estrategia. Por eso, ante la crisis sanitaria del coronavirus, han recuperado a la crisis económica de 2008 bajo un mismo planteamiento: la incapacidad del Presidente del Gobierno del momento, antes Rodríguez Zapatero y ahora Pedro Sánchez, como responsable del problema, da igual que sea global, porque lo que se busca no sólo es la crítica personal, sino relacionar la incapacidad individual con las posiciones ideológicas de esas personas, y hacer creer que el problema de fondo está en el socialismo y en la izquierda.
  • Elementos del problema presente: Para completar su ataque y su collage viral lo que hacen es tomar algún ejemplo de su capacidad de gestión y lo relacionan con la situación actual. Con la pandemia del Covid-19 ha sucedido al utilizar como ejemplo de buena gestión la respuesta ante la epidemia del Ébola del Gobierno de Mariano Rajoy, cuando son realidades completamente diferentes desde el punto de vista epidemiológico. Y mientras que en el coronavirus de lo que se trata es de responder sanitariamente para tratar y detener una pandemia que afecta a la población española, en la del Ébola se trataba, básicamente, de decidir si repatriar a personas y cadáveres para evitar que la infección llegara a España. Y todo ello se refuerza con datos sueltos de la crisis actual, como ha sido la diferente tasa de mortalidad en España y en Alemania, sin tener en cuenta las diferencias demográficas entre los países, o el especial impacto de la infección en algunas residencias de ancianos en nuestro país, ni los distintos tiempos de evolución de la pandemia; y hablan ese mayor porcentaje de mortalidad en España, pero no dicen nada de que el porcentaje de curaciones a día 24-3-20 es inferior en Alemania.

Y con ese tipo de argumentos manipuladores se llega al objetivo final, que no es la legítima y necesaria crítica al Gobierno, sino su ataque sobre una doble idea: por un lado la incapacidad esencial de las personas por formar parte del grupo del socialismo y la izquierda, y por otro, la responsabilidad directa en el resultado, como si hubiera sido algo buscado apropósito o por “imprudencia manifiesta”, llegando a hablar de “Gobierno criminal”.

Si se dan cuenta, hemos pasado de un “Gobierno ilegítimo” del 14M, repetido después con la moción de censura a Mariano Rajoy, a un “Gobierno Frankenstein” nacido del pacto del PSOE con Unidad Podemos, y ahora a un “Gobierno Criminal”. Toda una evolución argumental que revela de forma gráfica la estrategia de los sectores conservadores y machistas de nuestra sociedad, los mismos que no aceptan las diferencias sociales, salvo que estas se traduzcan en jerarquía y en la sumisión de los otros.

Estas estrategias llenas de silencios cómplices y pasividad recuerdan lo de “unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”, y reflejan la falta de valores democráticos en quienes se consideran los únicos legitimados para ostentar el poder y el Gobierno. Sin duda un error que puede dar rédito a corto plazo, pero que al final se traduce en distancia y abandono por parte de una sociedad que cree en la Democracia y en la Igualdad. Sólo hay que ver cómo estaba la derecha hace unos años y cómo está ahora.

El problema añadido está en que esos mensajes virales aumentan el odio y la virulencia en mucha gente, y todo ello es el cultivo del enfrentamiento y la violencia. El lenguaje belicista que se está utilizando también es un ejemplo de toda esta visión, y es algo que debemos evitar para que todo se resuelva por los cauces democráticos, y con el necesario debate y las oportunas críticas a las decisiones bajo argumentos y propuestas constructivas. Sólo de esa manera superaremos la situación y creceremos como sociedad.

 

“Infinito Marzo”

Por Miguel Lorente  Acosta y Carolina Martín Martín

No sabemos con exactitud cómo empezó la vida, pero sí que lo hizo un mes de marzo; y lo hizo en cada uno de los lugares donde las voces de las mujeres se levantaron por sus derechos y por los de una sociedad justa y libre de machismo.

Porque no fue en una laguna original donde se formó la vida hace cuatro mil millones de años, ni ha sido la evolución la que ha dado origen a la vida capaz de trascender el instante y liberarse de las cadenas del tiempo, para de ese modo prolongarse sin límites a través del recuerdo y los sueños. Han sido los ideales de quienes entendieron que las circunstancias no pueden ser la razón del mañana, porque la humanidad es esperanza.

Por eso la vida humana comienza cuando la conciencia toma el mando de la biología para dar sentido y romper los límites que la naturaleza sitúa en cada persona, y hacer de todas ellas la referencia común que da significado a la humanidad. Porque una humanidad sin Dignidad es un accidente más del paisaje, una humanidad sin Libertad es un rebaño, una humanidad sin Justicia es una jauría, y una humanidad sin Igualdad es, sencillamente, inhumana.

Y aunque hemos sido una sociedad de personas con Dignidad, de individuos con Libertad, de comunidades con Justicia, seguimos siendo inhumanos bajo los dictados del más fuerte, del más rico, del más creyente, del más nacionalista, del más hombre…

Por eso la vida comenzó a ser humanidad un mes de marzo, y lo mismo que la Revolución Francesa se fraguó una primavera de 1789, la revolución feminista también se hizo verdad un mes de marzo en el que se pasó de la metáfora a la realidad.

Es el “infinito marzo” que nos habita para que cada día dejemos constancia de su existencia. No es un día ni un mes, es el sentido para cada día. Por ello el 8M es el núcleo donde se guarda la esencia de su significado, la referencia donde confluye la infinitud de los anhelos de tantas y tantas mujeres que desde siempre han buscado la Igualdad. Porque el feminismo no ha inventado la Igualdad, como quieren hacer creer quienes se oponen a ella, del mismo modo que la Revolución Francesa no inventó los derechos ciudadanos, uno y otra hicieron verdad la demanda de las mujeres y de la sociedad desde una posición crítica y constructiva, pero no la inventaron.

Son todas esas mujeres anónimas y con más silencio que voz, como tuve la oportunidad de escribir en “Feminismo rural en Andalucía: La historia de mis abuelas” (Carolina Martín, 2019), las que “sin saberlo representan un feminismo práctico y reflexivo, un feminismo que se hace desde las tripas, creando sus propias luchas y resistencias. También desde la alegría y el arte…” Todas ellas guardaron el calor de la Igualdad, como antes otras mantuvieron el fuego en las cuevas, para que un día la equidad calentara la convivencia agotada en la sociedad del poder patriarcal, ajena a la injusticia de una desigualdad que no para de mirar al “brilli-brilli” de sus privilegios para luego presentarlos como algo común, cuando en realidad sólo eran para los hombres.

En la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada hemos querido recoger toda esa realidad y representarla en “Infinito Marzo”, para hacer de la infinitud del anhelo de Igualdad que tantas mujeres han cultivado en el huerto particular de su conciencia emocional, la cosecha que alimente a una democracia famélica de Igualdad.

“Infinito es marzo” porque infinita es la vida en Igualdad junto al resto de los Derechos Humanos. La Igualdad no tiene final, pero sí camino, y marzo es una posada donde tomar conciencia y aliento para continuar, pero no es estación terminal.

Ya lo dice el diccionario de la RAE, infinito es aquello “que no tiene ni puede tener final ni término”, y frente a los límites obligados del machismo se impone la Igualdad, porque la Igualdad no es un destino, es esencia de vida, cultura y sociedad.

Lo dicho, “Infinito Marzo” en la primavera de la Igualdad.

“Parásitos”

Hay una película del mismo título más interesante que la oscarizada de Bong Joon-ho.

El diccionario de la RAE recoge en su tercera acepción que un “parásito” es una “persona que vive a costa ajena”, por lo tanto, quienes viven una normalidad definida por una serie de privilegios obtenidos a costa de los derechos que les han restado a otras personas, son unos parásitos.

Y los hombres actúan como parásitos de la convivencia por haberle quitado a las mujeres la posibilidad de ser y de llegar a ser, y haberlas dejado limitadas a los roles y escenarios que su cultura androcéntrica ha levantado sobre la identidad femenina para que ellos pudieran tener más espacio en lo público, más trabajo en el mercado, más salario en el trabajo, más responsabilidades en la toma de decisiones, más tiempo a lo largo de cada día, más impunidad en la violencia, más invisibilidad frente a las críticas, más reconocimiento ante las acciones… En definitiva, para que los hombres tuvieran más poder que las mujeres.

El machismo es un sistema parasitario de la sociedad que a diferencia de lo que ocurre en la naturaleza, donde lo micro parasita a lo macro, cambia los papeles y hace que el huésped, que es la cultura que recibe a quien llega a su seno, actúe como parásito de la persona. De ahí la dificultad para detectar el problema. Si todo el organismo es quien parasita a alguna de sus partes, la propia fisiología vendrá caracterizada por las consecuencias de ese parasitismo y estas no se verán como alteraciones, sino como normalidad. Los síntomas que produce serán rasgos, y los signos elementos propios del sistema. Esta es la razón que hace de la “normalidad” la referencia que lo define, y que sea capaz de integrar como algo propio los resultados de ese parasitismo, hasta el punto de permitir que las mujeres que sufren violencia de género digan lo de “mi marido me pega lo normal”, o que cuando una mujer cobre menos que un hombre se entienda que es lo propio, porque como manifestó el eurodiputado polaco de ultraderecha, Janusz Korwin-Mikke, ellas deben cobrar menos por ser “más débiles y menos inteligentes”; el mismo razonamiento que lleva a entender que la paridad es una injusticia y las cuotas para conseguirla una imposición contra los hombres, pero, en cambio, que no se ve nada anómalo que el 90% de los directivos de las empresas más importantes sean hombres, como si la relación “hombre-poder” u “hombre-capacidad” fuera lo “normal”.

La desigualdad es eso. Si no hay Igualdad entre hombres y mujeres es porque los primeros tienen una posición de superioridad y ventaja respecto a las segundas, y cuando en una sociedad que tiene los tiempos, las funciones, las responsabilidades, los espacios… definidos y tasados, hay quien tiene más que otras personas, es porque esas ventajas se han conseguido sobre las desventajas del otro grupo. El poder y los privilegios de los hombres se han levantado sobre la merma y las limitaciones de los derechos de las mujeres, y se ha hecho de forma estructural a través de ese sistema parasitario de la sociedad que es el machismo y su cultura patriarcal.

Si las mujeres, como demuestran a diario, pueden hacer lo mismo que los hombres, y no lo han hecho a lo largo de la historia, es porque no las han dejado hacerlo. Y no se lo han permitido porque de haberlo hecho se habría descubierto la falacia presentada como normalidad que es el machismo parasitario.

Por eso no hay neutralidad, porque si dejamos la situación tal y como está, el parásito seguirá absorbiendo la energía de la convivencia y generando desigualdad. Y por esta razón los hombres deben posicionarse y actuar contra el sistema, porque si no lo hacen, con independencia de que cada uno de ellos tenga más o menos beneficios, el sistema seguirá actuando en contra de lo común. Los hombres deben decidir si quieren ser parásitos sociales o huéspedes en convivencia con la Igualdad y la Democracia.

El feminismo lleva siglos actuando como desinfectante del machismo con el objeto de desparasitar la desigualdad y la injusticia de nuestra sociedad. Si los hombres beben unas gotas de feminismo, y lo hacen a diario, podrán purgar el machismo que llevan dentro, y eliminar el germen de esa identidad parasitaria que la cultura ha depositado en los intestinos de la masculinidad.

No produce alergias ni da reacción, el feminismo es salud en Igualdad.

Patrick Zaki

Patrick, Eva, Carla, Carolina, Rocío, Carmen, Pedro, Christine, Andrea… al entrar en el aula y ver al grupo sentado en sus pupitres, ya se percibe que hay algo diferente en esos ojos bien abiertos y en la sonrisa impaciente que pide que comience la clase, porque un máster de género e Igualdad es distinto al resto, no es sólo el conocimiento y la habilitación que aporta lo que mueve a su alumnado, también es el compromiso para cambiar la realidad injusta de la desigualdad que nos envuelve.

Y Patrick Zaki lleva varios días sin acudir a clase…

El patriarcado siempre ha sido claro en su estrategia, y cuando desarrolla la opresión de un pueblo sobre el desconocimiento no quiere que los niños y las niñas vayan a la escuela, y si van las intentan matar, como ocurrió con Malala Yousafzai. Y cuando ejerce esa opresión desde un patriarcado violento con la complicidad de la normalidad cultural no quiere estudiantes de género ni activistas en las calles, y si los encuentran los detienen, como han hecho con Patrick Zaki.

La debilidad de un sistema opresor se demuestra en la violencia que emplea frente a quien lo cuestiona. Un país levantado sobre el machismo está más preparado para responder al ataque de un ejército que a las palabras de un activista. Sabe que las tropas pueden ser vencidas, pero las ideas y los valores no se pueden retener ni encarcelar. En el fondo, si se produce el ataque de un ejército sólo es cuestión de intercambiar balas, bombas y misiles, pero si llegan nuevas ideas hay que dar razones, y quienes viven en la sinrazón de un poder machista sólo saben responder de un único modo: con la fuerza y la violencia. Da lo mismo que sea ante un ejército que frente a la Igualdad y la Diversidad, para ellos los Derechos Humanos son un ataque como lo son las balas y misiles.

Quien ve un peligro en Patrick Zaki tiene miedo, pero no es un miedo a sufrir daño, sino a ser descubierto en su mentira opresora que hace pasar la desigualdad como normalidad. Por eso cuando se detiene a personas como Patrick Zaki quien actúa no es un policía determinado ni un juzgado concreto. Quien responde es todo el sistema, y lo hace para lograr un doble objetivo, por un lado, castigar a la persona que forma parte de las posiciones críticas a su modelo, en este caso Patrick, y por otro, reforzar el mensaje crítico y amenazante contra cualquier alternativa a través de tres elementos claves: uno, generar dudas sobre las personas que forman dicha alternativa y presentarlas como una amenaza al orden establecido. Dos, desviar el foco sobre las injusticias, desigualdades y violencia denunciadas por estos movimientos para que el debate se centre en la situación individual, no sobre el problema social. Y tres, reforzar el marco de significado al presentar su actuación como una forma de proteger a la sociedad convencida.

El gobierno egipcio ya ha conseguido jugar con esos tres elementos para consolidar sus planteamientos, y lo ha hecho sobre la detención injusta de uno de sus ciudadanos, algo inadmisible desde la democracia y el respeto a los Derechos Humanos.

No podemos permitir que las relaciones internacionales y la diplomacia se construyan sobre la pasividad ante el ataque a los Derechos Humanos, especialmente cuando este ataque se dirige contra la Igualdad y cuando quienes los sufren son las mujeres y los grupos que se encuentran en situación de vulnerabilidad por su activismo, como ha ocurrido con Patrick Zaki. Y sucede en Egipto, pero también en Latinoamérica, en EEUU y en la UE, donde países como Hungría han suprimido los Estudios de Género en las universidades, o en cualquier otro país, incluyendo España, en los que la ultraderecha hace causa común en el ataque a la Igualdad y a la Diversidad.

Quien no cumpla con unos mínimos democráticos y no respete los Derechos Humanos no puede formar parte de la realidad social y política que hemos decidido compartir, porque su objetivo no es lograrlos, sino evitar que se consigan para mantener sus privilegios particulares a costa de los derechos del resto. No hablan en nombre de la sociedad, sino en el de sus intereses, y es algo que no podemos permitirnos por su significado, ni aceptar por el retraso que supone para el logro de la Igualdad, un retraso que no se traduce en días de más, sino en vidas de menos.

Si para logarlo hay que romper relaciones, pues habrá que romperlas; no con el objeto de apartar a nadie, sino para que el diálogo se establezca desde posiciones claras y sin manipular a la ciudadanía de los países que utilizan el nombre de los Derechos Humanos para no respetarlos. Es lo que ahora ocurre con la UE, donde parece que todos los países abrazan sus valores fundacionales y la “Carta de Derechos Fundamentales de la UE” (2016/C 202/02), en la que la Igualdad está incluida en su Título III, las Libertades en el II y la Dignidad en el Título I, y luego se permite que determinados Estados Miembros no los respeten y que otros directamente los ataquen, al tiempo que hacen creer a sus pueblos y a la comunidad internacional que los respetan al formar parte de una Unión que los ensalza.

No tiene sentido que un país no pueda formar parte de la Unión si no cumple una serie de criterios económicos, y que sí pueda hacerlo incumpliendo los Derechos Humanos. ¿Por qué se acude al argumento del “respeto a la soberanía de cada país” para justificar la quiebra de los Derechos Humanos, pero no para el desarrollo de políticas económicas?  Si no se marcan de forma clara las líneas del terreno de juego, quienes llevan siglos sin respetarlas seguirán haciéndolo, y si hay algo que no nos podemos permitir es construir el futuro sobre la debilidad del presente en lo que respecta a la Igualdad y al resto de Derechos Humanos. Y hoy el machismo y sus instituciones, como lo han hecho a lo largo de toda la historia, de nuevo lanzan el mensaje de que” la Igualdad puede esperar”.

Ese contexto es el que lleva al abuso con la conciencia de que no tendrá consecuencias, y a que decidan detener y retener a Patrick Zaki o a cualquier persona que les resulte molesta, para castigarla y hacer de él un buen argumento a la hora de defender su modelo y de dar una lección al resto de la sociedad.

La Igualdad no puede esperar, como tampoco puede hacerlo Patrick Zaki. Las palabras ya han sido dichas, ahora hay que pasar a las acciones para que sea liberado. La UE no puede tolerar que uno de sus estudiantes sea detenido en gran medida por cursar un máster Erasmus Mundus como el GEMMA. El ataque que significa la detención de Patrick Zaki en este contexto no sólo es contra su persona, también va dirigido contra la universidad por hacerla cómplice de trasmitir las ideas por las que ha sido privado de libertad, y contra la propia UE por impulsar este tipo de programas.

Querido Patrick, tus compañeras y compañeros del máster y las Universidades de Granada y Bolonia, pero también las otras que forman parte del GEMMA (Lodz, Oviedo, Utrecht, York y la Central europea de Budapest), te esperamos.