La inviolabilidad de los hombres

En estos días que tanto se habla de “inviolabilidad” conviene hacer una reflexión más amplia sobre su concepto y aplicación práctica.

La idea que otorga al hombre ser el “rey de la creación” no es una metáfora, sino una referencia literal a la realidad de los hombres en su día a día. Se podría haber buscado otra figura, como que el hombre es “la cúspide de la creación”, o “la perfección de la creación” o, por ejemplo, “el ser más completo de la creación”; pero no, han elegido la idea de que “el hombre es el rey de la creación”, y no lo han hecho por un exceso de imaginación, sino bajo la incapacidad de trascender de lo inmediato.

Veamos las razones.

El concepto de “rey” que utilizan en su referencia a la creación se construye sobre una serie de elementos que, a su vez, forman parte de la idea de ser hombre, por lo que la relación entre los dos conceptos forma parte de la esencia de ambos, no de las circunstancias que puedan compartir. Veremos los principales elementos que definen esa idea del hombre como rey, y de rey como hombre. Concretamente, son cinco:

  1. En ambos casos, se trata de un concepto construido sobre la referencia biológica. El rey los es por pertenecer a una determinada familia y línea de sangre, y el hombre simplemente por ser parte de la “familia” de los hombres. Este elemento hace que su valor, el del rey y el del hombre, esté en su condición, no en su capacidad, preparación o formación, que puede ser mejor o peor, pero es algo anecdótico y secundario, porque el hecho de ser rey y el hecho de ser hombre los legitima para asumir los roles, funciones y responsabilidades diseñadas para ellos.
  2. Al tratarse de una construcción sobre la referencia biológica, su condición es heredable a su descendencia biológica y social, puesto que su herencia no sólo es sobre la biología, sino que también incluye a la sociedad que ha creado a través de su obra y su cultura androcéntrica.
  3. Ser rey no es sólo estar en lo más alto de la cúspide, sino tener poder sobre todo lo que forma parte de su reino, de ahí que el hombre-rey disponga de la naturaleza y el planeta en su propio beneficio, como si le pertenecieran sólo a él y a su modelo de sociedad dirigido a la acumulación de poder.
  4. La consecuencia inmediata de esta posición de poder es la existencia de súbditos, es decir, de personas que por su naturaleza y condición quedan relegadas a posiciones inferiores con el objeto de satisfacer las exigencias y demandas del rey, que tiene al resto de la población en esa posición de inferioridad; y del hombre, que tiene a las mujeres como súbditas particulares de su reino social, tanto en lo privado como en lo público.
  5. Y para que el modelo sea estable y sostenible, y no se vea debilitado por la propia dinámica interna y los acontecimientos que se producen como consecuencia de la misma, cuenta con una serie de prerrogativas que van desde la definición de la normalidad, sea nueva, renovada, tradicional o histórica, y todos los silencios y sombras que extiende sobre la realidad, hasta la inviolabilidad práctica del rey-hombre y del hombre-rey. Así, por ejemplo, en la violencia que nace de los elementos de su reinado que determinan la desigualdad para dominar a sus súbditas-mujeres, si ponemos en relación el número de casos de violencia de género que existen, unos 600.000 según la Macroencuesta de 2011, con los casos denunciados y los casos condenados, según los estudios del CGPJ, el número total de condenas respecto al total de casos representa el 5%, lo cual se traduce en una inviolabilidad práctica de los hombres en el ejercicio de sus funciones como tales hombres, según define el marco cultural de su reino androcéntrico.

El problema del machismo no son sus excesos ni sus errores, sino la injusticia esencial que lo define. Una injusticia que parte de la idea de que es la condición de las personas la que define su posición en la sociedad, las funciones que deben desarrollar, y la manera de relacionarse entre sí. Cuanto más elementos se añadan a la condición esencial de “ser hombre” o “ser mujer”, más se asciende en las jerarquías definidas por la propia cultura machista, y más elementos de la cultura se encargan de proteger la posición y las funciones desarrolladas desde ellas. De ese modo, bajo la referencia social y de reconocimiento, un hombre es más que una mujer, un hombre blanco más que un hombre de otro grupo étnico, un hombre heterosexual más que un hombre homosexual o trans, un hombre nacional más que un hombre extranjero… y lo mismo ocurre con las mujeres en sentido contrario. Conforme la combinación de elementos se produce en una misma persona, esa interseccionalidad la asciende o desciende hasta posiciones más altas o más bajas.

Por eso un hombre blanco, heterosexual, nacional, rico… contará para defender lo que haga con una serie de elementos informales, entre ellos la reputación, el reconocimiento, el honor, la credibilidad, las influencias… y con elementos formales, como la mayor capacidad de usar los instrumentos del sistema, desde los elementos jurídicos hasta figuras especialmente definidas para ser aplicadas en determinados espacios, como la inviolabilidad o la inmunidad.

Quien entiende que esos instrumentos formales forman parte de su condición y los hace suyos, no  elementos destinados a evitar que las funciones a desarrollar desde lo común y para la sociedad se vean dificultadas de manera inadecuada, tiende al abuso; porque no sólo se siente superior, sino que se sabe por encima del bien y del mal por los privilegios otorgados a su condición.

“Ideología de género”

Lo de la derecha y la ultraderecha no deja de ser curioso, para ellas la ideología tiene género, las cuotas tienen género, las “denuncias falsas” tienen género, los “chiringuitos de las subvenciones” tienen género, los cuidados tienen género, la incapacidad y la debilidad tienen género… pero “la violencia no tiene género”.

En el fondo, reconocen la existencia de una construcción social y cultural que permite asociar determinados elementos a la idea que se tiene de lo que es un hombre y de lo que es una mujer, y que a partir de esas ideas se definen las funciones, los roles y los espacios propios de hombres y mujeres. Luego todo ello se refuerza con los estereotipos y el control social para que la reputación y el reconocimiento  gestionen los límites para unos y para otras, de manera que todo parezca dentro de la normalidad, aunque la realidad se manifieste a través de la injusticia de la desigualdad, y se traduzca en una sobre-representación de los hombres en los puestos de poder, y de las mujeres en el terreno de lo precario con brechas en el cuerpo y en las relaciones a la hora de disfrutar de sus derechos.

Para el machismo, que los hombres ocupen la mayoría de los puestos en los espacios de toma de decisiones, es Igualdad; que cobren un 20% más que las mujeres el hacer el mismo trabajo básico, es Igualdad; que tengan un 34% más de tiempo libre que las mujeres cada día, es Igualdad; que el modelo de reconocimiento sea el que ellos han impuesto y se centre en lo masculino, es Igualdad… En cambio, que las mujeres y el feminismo cuestionen esa realidad, que critiquen la construcción social que ha dado lugar a ella y la refuerza a diario, y que reivindiquen modificarla para alcanzar la justicia social que la discriminación ha evitado, es desigualdad.

Y no es un error, sino la forma de defender esos privilegios que sitúan lo masculino en el centro, a los hombres decidiendo y al tiempo de su lado. Sin presencia, capacidad, modelo y oportunidad, que es lo que han dejado para las mujeres, nada puede cambiar.

Por ello atacan de forma tan beligerante a la Igualdad y al feminismo, porque su estructura jerarquizada de poder está levantada sobre la injusticia de la desigualdad, y sobre la mentira de lo masculino. Y la única forma de “normalizar” esa construcción social es naturalizarla, es decir, presentarla como una consecuencia del “orden natural”, para que parezca que la decisión viene de manos de una naturaleza que ha hecho a hombres y mujeres diferentes con el objeto de que lleven a cabo funciones distintas, y luego decidir que eso debe traducirse en limitación de derechos y oportunidades.

Para el machismo su forma de construir las relaciones sociales en todos sus espacios, no sólo en lo privado, es lo “natural” y lo “normal”, y presentan ese marco de significado como “neutral”, es decir, sin carga ideológica, sin objetivos definidos, sin defensa de intereses, sin refuerzo de posiciones… A partir de ese planteamiento, todo aquello que lo cuestiona es considerado como un ataque al modelo de convivencia, o sea, a la normalidad, o lo que es lo mismo, al propio orden natural. Y se presenta, no como una crítica al modelo ni a quienes lo hacen posible para mantener sus privilegios, sino a todo el orden dado y a los propios designios de la naturaleza, y de manera indirecta contra el responsable de la misma desde la trascendencia divina, por eso las religiones siempre han jugado un papel fundamental en la defensa del modelo machista, y por ello en la actualidad parte de los ataques contra la Igualdad y el feminismo se hacen desde posiciones religiosas.

Al hablar de “ideología de género” buscan dos objetivos, por un lado, esconder al machismo como una construcción ideológica bajo una aparente “neutralidad”, y así limitarlo a determinadas conductas, cuando en realidad el machismo es esa cultura de “normalidad”. Y por otro, presentar las críticas al machismo como parte de una posición interesada que busca privilegios y “chiringuitos” sobre la destrucción del orden histórico, y de las instituciones y referencias que la sociedad se ha dado: familia, valores, tradición, costumbres, creencias… no como un avance para superar la deuda histórica con los Derechos Humanos, que aún tiene pendiente a la Igualdad.

Quien define su posición ideológica y su acción política sobre un modelo conservador necesita al machismo como esencia y como argumento, por eso no es extraño que, siendo una cuestión cultural, sean los partidos de la derecha y la ultraderecha quienes hacen política con él. Saben que pueden plantear la defensa de la patria con el ejército y de lo comportamientos del día a día con la policía, pero su modelo cultural sólo puede ser defendido por medio de su “ideología de género machista”.

 

Patrick Zaki

Patrick, Eva, Carla, Carolina, Rocío, Carmen, Pedro, Christine, Andrea… al entrar en el aula y ver al grupo sentado en sus pupitres, ya se percibe que hay algo diferente en esos ojos bien abiertos y en la sonrisa impaciente que pide que comience la clase, porque un máster de género e Igualdad es distinto al resto, no es sólo el conocimiento y la habilitación que aporta lo que mueve a su alumnado, también es el compromiso para cambiar la realidad injusta de la desigualdad que nos envuelve.

Y Patrick Zaki lleva varios días sin acudir a clase…

El patriarcado siempre ha sido claro en su estrategia, y cuando desarrolla la opresión de un pueblo sobre el desconocimiento no quiere que los niños y las niñas vayan a la escuela, y si van las intentan matar, como ocurrió con Malala Yousafzai. Y cuando ejerce esa opresión desde un patriarcado violento con la complicidad de la normalidad cultural no quiere estudiantes de género ni activistas en las calles, y si los encuentran los detienen, como han hecho con Patrick Zaki.

La debilidad de un sistema opresor se demuestra en la violencia que emplea frente a quien lo cuestiona. Un país levantado sobre el machismo está más preparado para responder al ataque de un ejército que a las palabras de un activista. Sabe que las tropas pueden ser vencidas, pero las ideas y los valores no se pueden retener ni encarcelar. En el fondo, si se produce el ataque de un ejército sólo es cuestión de intercambiar balas, bombas y misiles, pero si llegan nuevas ideas hay que dar razones, y quienes viven en la sinrazón de un poder machista sólo saben responder de un único modo: con la fuerza y la violencia. Da lo mismo que sea ante un ejército que frente a la Igualdad y la Diversidad, para ellos los Derechos Humanos son un ataque como lo son las balas y misiles.

Quien ve un peligro en Patrick Zaki tiene miedo, pero no es un miedo a sufrir daño, sino a ser descubierto en su mentira opresora que hace pasar la desigualdad como normalidad. Por eso cuando se detiene a personas como Patrick Zaki quien actúa no es un policía determinado ni un juzgado concreto. Quien responde es todo el sistema, y lo hace para lograr un doble objetivo, por un lado, castigar a la persona que forma parte de las posiciones críticas a su modelo, en este caso Patrick, y por otro, reforzar el mensaje crítico y amenazante contra cualquier alternativa a través de tres elementos claves: uno, generar dudas sobre las personas que forman dicha alternativa y presentarlas como una amenaza al orden establecido. Dos, desviar el foco sobre las injusticias, desigualdades y violencia denunciadas por estos movimientos para que el debate se centre en la situación individual, no sobre el problema social. Y tres, reforzar el marco de significado al presentar su actuación como una forma de proteger a la sociedad convencida.

El gobierno egipcio ya ha conseguido jugar con esos tres elementos para consolidar sus planteamientos, y lo ha hecho sobre la detención injusta de uno de sus ciudadanos, algo inadmisible desde la democracia y el respeto a los Derechos Humanos.

No podemos permitir que las relaciones internacionales y la diplomacia se construyan sobre la pasividad ante el ataque a los Derechos Humanos, especialmente cuando este ataque se dirige contra la Igualdad y cuando quienes los sufren son las mujeres y los grupos que se encuentran en situación de vulnerabilidad por su activismo, como ha ocurrido con Patrick Zaki. Y sucede en Egipto, pero también en Latinoamérica, en EEUU y en la UE, donde países como Hungría han suprimido los Estudios de Género en las universidades, o en cualquier otro país, incluyendo España, en los que la ultraderecha hace causa común en el ataque a la Igualdad y a la Diversidad.

Quien no cumpla con unos mínimos democráticos y no respete los Derechos Humanos no puede formar parte de la realidad social y política que hemos decidido compartir, porque su objetivo no es lograrlos, sino evitar que se consigan para mantener sus privilegios particulares a costa de los derechos del resto. No hablan en nombre de la sociedad, sino en el de sus intereses, y es algo que no podemos permitirnos por su significado, ni aceptar por el retraso que supone para el logro de la Igualdad, un retraso que no se traduce en días de más, sino en vidas de menos.

Si para logarlo hay que romper relaciones, pues habrá que romperlas; no con el objeto de apartar a nadie, sino para que el diálogo se establezca desde posiciones claras y sin manipular a la ciudadanía de los países que utilizan el nombre de los Derechos Humanos para no respetarlos. Es lo que ahora ocurre con la UE, donde parece que todos los países abrazan sus valores fundacionales y la “Carta de Derechos Fundamentales de la UE” (2016/C 202/02), en la que la Igualdad está incluida en su Título III, las Libertades en el II y la Dignidad en el Título I, y luego se permite que determinados Estados Miembros no los respeten y que otros directamente los ataquen, al tiempo que hacen creer a sus pueblos y a la comunidad internacional que los respetan al formar parte de una Unión que los ensalza.

No tiene sentido que un país no pueda formar parte de la Unión si no cumple una serie de criterios económicos, y que sí pueda hacerlo incumpliendo los Derechos Humanos. ¿Por qué se acude al argumento del “respeto a la soberanía de cada país” para justificar la quiebra de los Derechos Humanos, pero no para el desarrollo de políticas económicas?  Si no se marcan de forma clara las líneas del terreno de juego, quienes llevan siglos sin respetarlas seguirán haciéndolo, y si hay algo que no nos podemos permitir es construir el futuro sobre la debilidad del presente en lo que respecta a la Igualdad y al resto de Derechos Humanos. Y hoy el machismo y sus instituciones, como lo han hecho a lo largo de toda la historia, de nuevo lanzan el mensaje de que” la Igualdad puede esperar”.

Ese contexto es el que lleva al abuso con la conciencia de que no tendrá consecuencias, y a que decidan detener y retener a Patrick Zaki o a cualquier persona que les resulte molesta, para castigarla y hacer de él un buen argumento a la hora de defender su modelo y de dar una lección al resto de la sociedad.

La Igualdad no puede esperar, como tampoco puede hacerlo Patrick Zaki. Las palabras ya han sido dichas, ahora hay que pasar a las acciones para que sea liberado. La UE no puede tolerar que uno de sus estudiantes sea detenido en gran medida por cursar un máster Erasmus Mundus como el GEMMA. El ataque que significa la detención de Patrick Zaki en este contexto no sólo es contra su persona, también va dirigido contra la universidad por hacerla cómplice de trasmitir las ideas por las que ha sido privado de libertad, y contra la propia UE por impulsar este tipo de programas.

Querido Patrick, tus compañeras y compañeros del máster y las Universidades de Granada y Bolonia, pero también las otras que forman parte del GEMMA (Lodz, Oviedo, Utrecht, York y la Central europea de Budapest), te esperamos.