Cuestión de Estado

MARCHA 7NLa violencia de género siempre ha sido una cuestión de Estado, otra cosa ha sido el Estado en cuestión a la hora de actuar frente a ella.

Es una cuestión de Estado cuando todos los partidos votan una Ley Integral para abordarla y caminar hacia su erradicación, y lo es cuando a pesar de las 70 mujeres asesinadas cada año, y las más de 700.000 maltratadas, las instituciones del Estado miran para otro lado y lo único que se oye son los minutos de silencio y las condenas… Justo lo mismo que hace el machismo: callar y condenar a las mujeres.

Identificar al Estado y a sus responsables sólo por lo que hacen es darle el crédito de la imposibilidad o la suficiencia, como si todo lo que no se lleva a cabo fuera consecuencia de lo imposible o innecesario por lo ya realizado, o como si el tiempo no formara parte del problema.

La violencia de género es una cuestión de Estado porque lo exige la sociedad, mujeres y hombres, que no aceptan que la desigualdad continúe siendo el modelo de relación, y que la violencia contra las mujeres actúe como el acomodador para que todo el mundo ocupe su lugar. Y lo es por la acción y reivindicación que ha llenado el cielo de Madrid de gritos contra el infierno terrenal de la violencia, y por la pasividad y silencio del machismo y su posmachismo, que cada jornada intentan prolongar un día más su reinado infernal. Una sociedad no se puede levantar sobre el terreno inclinado y movedizo de la desigualdad y la violencia contra las mujeres, y quien tiene que fijarlo y levantar la estructura sobre la Igualdad es el Estado.

El Estado no puede ser neutral en esta escisión que vive su sociedad, o está a favor de la Igualdad y de erradicar la violencia de género, o está a favor del machismo que trata de diluir la realidad de una sociedad líquida en estado de ebullición. No basta con rechazar y condenar lo más grave tras cada homicidio, eso también lo hacen muchos machistas para decir que el resto de la violencia no existe, y que es un invento del feminismo y de quienes buscan beneficiarse económicamente de ese clima. Fijar la atención en los homicidios es una forma de desviar la mirada para que no se vea todo lo que los antecede, de ahí que cada vez que se produce uno de estos crímenes la pregunta para muchos continúe siendo la misma, ¿por qué siguen matando a las mujeres?. La cuestión debería ser, ¿por qué no iban a seguir haciéndolo si el machismo continúa alimentando las conciencias y las conductas de muchos hombres, tal y como vemos a diario en las redes sociales?.

El machismo siempre ha jugado a la estrategia del “chivo expiatorio”, sacrificar a determinadas piezas para mantener su orden, la cohesión del grupo sobre el ejemplo de los hombres que son provocados por las mujeres y las circunstancias hasta el extremo de llegar a matar. Ese “sacrificio de piezas” ha sido parte de su fuerza para continuar actuando.

El Estado, como realidad y como metáfora, tendrá que decidir a quien escucha, a la sociedad que cada día habla contra la violencia de género, y que el 7N llenó el asfalto y el cielo de Madrid de Paz, convivencia e Igualdad; o al silencio y la confusión que impone el machismo y su posmachismo para llenar las manos de sangre y la voz de odio, y así no ceder en sus privilegios. Puede parecer una disyuntiva dura, pero la realidad es esa.

No es casualidad que el posicionamiento frente a la Igualdad y la violencia de género coincida con un modelo más o menos tradicional alrededor de la familia, el papel de los hombres y de las mujeres, la idea de identidad de unos y otras… en lugar de hacerlo sobre los Derechos Humanos (Igualdad, Libertad, Justicia, Dignidad…), quien diluye a las personas en los contextos de relación, al final somete los derechos individuales a los intereses del grupo, sea este la familia, la empresa o la sociedad, en nombre de los valores, ideas, creencias… que para esas personas deben presidir la organización social. Y cuando el modelo de una cultura patriarcal está levantado sobre las referencias masculinas, quien es obligado a ceder en derechos son las mujeres.

Frente a esa realidad la posición de la sociedad es clara y se demostró el 7N.

Cada paso que hemos dado es un metro que le hemos quitado al machismo, cada palabra que hemos pronunciado un trozo de silencio arrebatado, cada minuto caminado un siglo de injusticia derrotado, cada abrazo que nos hemos dado, cada mano estrechada un trozo del nuevo territorio de la Igualdad, cada mirada al futuro un recuerdo a todas las mujeres asesinadas… Miles de personas hemos sido cada una, las que estaban sobre el asfalto y las que desde cada rincón llegaban con su compromiso. Toda España ha salido a la calle en ese aire de otoño para buscar la primavera de la Igualdad… es cierto que aún quedan los coletazos más fríos de invierno gélido del machismo, pero el cambio en el clima de los valores ya se ha producido, y cada día deshace un poco más los témpanos de hielo que habían colocado como paraíso.

Ahora no es el momento de la espera, sino de la acción… Una acción a todos los niveles, político, institucional y social para así erradicar el machismo y su violencia, a los machistas y sus crímenes.

La violencia de género siempre ha sido una cuestión de Estado, otra cosa ha sido el Estado en cuestión… Ya no vale la neutralidad ni la justificación sobre lo que se ha hecho, el machismo mueve ficha cada día… Ahora le toca al Estado, y la respuesta no puede ser el silencio ni los minutos de espera.

Paro cardiaco


CORAZON-Paro cardiacoSeis millones de parados no sólo son 6 millones de personas sin trabajo.
Es mucho más, lo que sucede es que el lenguaje al que recurre la política no sólo no explica la realidad, sino que intenta evitarla para hacer pasar una cosa por otra. De lo contrario esa máxima que parece imperar en la actualidad, que dice que “todo debe ocurrir como si no sucediera nada, para que así nadie sea responsable de lo que no pasa”, sería ineficaz.

Seis millones de parados significa el fracaso de la economía, y el fracaso de la economía de un país quiere decir que el Estado ha fracasado en el aporte de energía a los principales órganos que deben mantener viva a la sociedad. Y el fracaso del Estado en ese ámbito significa que el Gobierno impulsor de las políticas, máxime si cuenta con una mayoría absoluta en el Parlamento que no le rechista y hace callar a la oposición, es incapaz. Y si en lugar de reconocer que no le han salido bien las cuentas y que se ha encontrado con “circunstancias imprevistas”,  insiste en la misma línea de trabajo y su máximo responsable, el propio Presidente, se congratula y afirma que el Gobierno “hace lo que tiene que hacer”, lo que quiere decir no sólo es que no está capacitado para abordar el tema, sino que además es imprudente, osado o cómplice de esos resultados, porque en definitiva confirma que todo forma parte de un plan nacido de la voluntad, no de la accidentalidad de un día a día imprevisible.

Lo expliqué en un post anterior ("Anemia" http://blogs.elpais.com/autopsia/2012/08/anemia.html) tomando como referencia al plano individual. Insistiré ahora recurriendo de nuevo al ejemplo de la salud pero en el plano social.

Imagínense una enfermedad infecciosa que produce una epidemia que va acabando con la vida de las personas, y que trasladado al plano social significa que va “matando de forma paulatina los puestos de trabajo”. Piensen por un momento que esa epidemia es muy grave (en realidad se trata de una pandemia, puesto que no sólo afectó a nuestra país, aunque aquí lo hizo con mayor intensidad debido a sus especiales circunstancias de vulnerabilidad), hasta el punto que en 2011 había producido casi 5 millones de “muertes en puestos de trabajo”. 

Ante el grave problema social, un nuevo equipo médico se hace cargo de la situación bajo la promesa de que su mera presencia, en un mensaje más bíblico que real, iba a suponer la curación, pero además cambia el tratamiento y reforma una serie de elementos no sólo para evitar que se produjeran más muertes, sino también para conseguir “resucitaciones”, una especie de sacar del coma a quienes estaban en el tránsito entre la muerte clínica  y la muerte real.

Pasa el tiempo, hacen las reformas necesarias según su diagnóstico y aplican su terapia, pero no obtienen ningún resultado y la situación empeora, hasta el punto de que en vez de 5 millones las “muertes” se elevan hasta más de 6 millones. 

Entonces, en lugar de estudiar si hay algo que no está funcionando bien, y está claro que debe haberlo, se recurre a argumentos como el de la “herencia” o al “y tú más”.

Veamos un poco por fases lo sucedido. Al iniciar su actividad el equipo del “Dr. Rodríguez Zapatero” había unos 2’2 millones de “muertes de puestos de trabajo”, cuando terminó su tratamiento, después de una evolución irregular de la enfermedad, con mejorías y empeoramientos, había 5 millones. Es decir, en casi 8 años se produjo un incremento de 2’8 millones, o lo que es lo mismo, de unos 350 mil casos por año. La llegada mesiánica del “Dr. Rajoy” y de sus medidas salvadoras ha supuesto que en un año se hayan producido, aproximadamente, 1’2 millones de “muertes de puestos de trabajo”, todo ello a pesar de que conforme hay menos puestos, resulta más difícil en teoría que se pierdan, pues es de suponer que los que resisten son puestos en sectores más sólidos y consolidados.

A pesar de ello, el parte médico del equipo gubernamental habitual habla de que hay signos positivos, que el déficit baja y que el dinero nos cuesta menos, que es como decirle a un enfermo que se está muriendo del corazón que le han bajado el ácido úrico y que los triglicéridos apuntan bien, lo cual es sin duda es positivo… siempre y cuando logre sobrevivir. Ante eso, la sociedad enferma de falta de trabajo y con los cadáveres de los puestos fallecidos por las calles se indigna y dice que eso no es lo prometido, ni para lo que se hicieron las reformas. Que en todo momento hablaron de reducir el paro y aumentar los puestos de trabajo, no de otra cosa. 

Pero como todo ocurre como si no sucediera, tampoco pasa nada. Y en lugar de atender a los enfermos se dedican a reformar el sistema sanitario y a culpabilizar a los pacientes por enfermar, en una actitud que recuerda el “¡que se jodan!” que se oyó en el Congreso.

Increíble, ¿verdad? Si fueran los responsables de un sistema hospitalario y ante el balance de su gestión respondieran, “en este último año han muerto 1’2 millones, pero hemos conseguido bajar el ácido úrico y los triglicéridos de los que aún siguen vivos, y quizás a final de año logremos hacer descender también las cifras del colesterol malo”. Si eso sucediera de este modo estarían todos cesados.

El metabolismo, la economía, el paro y la crisis


METABOLISMO-PARO
La economía
hace referencia al conjunto de elementos que funcionan de manera coordinada para mantener un sistema, sea este financiero, biológico o de otro tipo, por eso muchas veces al referirnos al organismo se habla de una economía entendida como unidad funcional. Y aunque pueda parecer mucha la distancia entre una economía financiera y la fisiología corporal, en verdad guardan algunas referencias comunes.

En el cuerpo tenemos órganos que funcionan como bancos, existen estructuras que se dedican a construir para que otras partes puedan afincarse en ellas y desarrollar su vida biológica, también hay células que intercambian sustancias para beneficiarse mutuamente, escenas de préstamos como si fuesen alquileres y sistemas que controlan todo ese proceso. Todo funciona como una economía destinada al interés común del sistema, que en este caso es la persona, y aunque hay situaciones en las que la propia biología trata de beneficiarse generando algún que otro desequilibrio, el control es tan estrecho que suele corregirse sin que genere problemas considerables.

Cuando el proceso fisiológico se mantiene en el tiempo bajo esas referencias equilibradas se produce un crecimiento del sistema. La persona crece en lo biológico y en lo emocional, y se produce una maduración que enriquece y consolida al propio conjunto de la estructura. En cambio, cuando el proceso se acelera al incorporar elementos extraños que buscan algún interés particular, como ocurre, por ejemplo, cuando se come en exceso, en lugar de crecer lo que hace es engordar. Aumenta de tamaño en alguna de sus partes, generalmente las que actúan como bancos donde se guardan las reservas generadas en exceso, pero no hay crecimiento ni maduración. Tampoco suele ser equilibrado ni estable, de manera que, al margen de los problemas que se producen por el desequilibrio, cuando acaba el aporte calórico el sistema empieza a echar mano de las reservas y se produce un adelgazamiento, que si es muy rápido da lugar a problemas para la salud.

La economía durante el periodo de los gobiernos de Aznar no creció, sólo engordó. Es verdad que aumentó el tamaño de determinadas partes del sistema, como fue el trabajo en la construcción y en sectores relacionados, pero no lo hizo de manera equilibrada ni de forma estable. La estrategia fue crear puestos de trabajo a costa de sacar a muchos estudiantes de las aulas y de debilitar otros sectores laborales atraídos por la gallina de los huevos de oro de la construcción y la especulación. Es cierto que todo ello hizo que el sistema adoptara una imagen más aparente, y que mientras aumentaban los kilos muchos pensaran que el tejido adiposo era una buena inversión, pero la burbuja que ascendía en el aire estaba llena de aire y grasa. De hecho la cifra de paro apenas se modificó tras las medidas iniciales, sólo hay que ver las gráficas para observar que con Aznar en 1996 continuó la tendencia iniciada en 1993, favorecida por las nuevas circunstancias. De hecho el paro continuó descendiendo durante la primera legislatura de Zapatero hasta que la crisis económica mundial impactó en nuestro país, e hizo estallar esa burbuja blanda e insustancial que teníamos en el aire, a pesar de los ladrillos y cemento que la rodeaban. Lo único que ocurrió en ese periodo de Aznar es que se crearon más puestos de trabajo en los sectores relacionados con la construcción, como aumentan los michelines cuando se come en exceso sin que se incremente la estatura de la persona, pero no se creó un verdadero tejido económico.
PARO REGISTRADO 

La economía engordó, no creció, y confundir crecimiento con engorde suele traer consecuencias negativas para la salud, además de demostrar una falta de responsabilidad. Es lo que ocurre cuando a los pocos meses de nacer te encuentras con unos padres conocidos que felices te muestran al bebe y comentan, “mira que grande está”; y lo que está es gordo, no grande, con todo lo que conlleva para su salud.

Y como la situación de la economía se trató de un proceso de engorde, en cuanto desaparecieron las calorías de la construcción y el aporte de vitaminas y proteínas que traen las finanzas, la economía comenzó a adelgazar y a tirar de las reservas, hasta quedarse vacías y sin recursos que aportar a un organismo cada vez más debilitado.

Ahora, encima del hambre que pasamos, nos dicen que la solución para recuperar a la debilitada economía es no comer, facilitar aún más la pérdida de kilos y hacer flexiones ante los gurús del metabolismo en señal de agradecimiento. Nos hablan de dietas de la alcachofa o de recetas venidas del extranjero, como la de la Dra. Merkel o el Dr. Mercado, de comida china… todo menos probar la “pasta”, que queda reservada para los señores de la economía.

Lo que sorprende es que en todo este proceso, ahora que tenemos casi 6 millones de personas en paro, la culpa parece que está en quien no puede trabajar. Quien está en paro es porque no tiene un puesto de trabajo, y si no hay puestos de trabajo es porque las condiciones para su creación y mantenimiento no se están abordando. Y no se hace porque hay una actitud generalizada de “aprovecharse” de la crisis para un beneficio particular

Todo el mundo está esperando a que sigan bajando los precios para comprar una vivienda, un coche, para hacer un viaje, o para adquirir otras cosas… Todo el mundo está esperando que los restos de la burbuja toquen tierra para saber dónde está el suelo y, entonces, actuar. Y muchos empresarios, el gobierno que los apoya y los bancos que los respaldan han adoptado la misma actitud, están esperando para ver cuándo pueden conseguir el objetivo de que los trabajadores y trabajadoras “trabajen más por menos dinero”. Lo dijo el ejemplar empresario Díaz Ferrán y otros muchos lo han repetido: “la solución está en trabajar más y ganar menos”… Ganar menos los trabajadores, porque los beneficios empresariales no paran de engordar con esa receta.

En esto de la economía tampoco hay recetas mágicas. Necesitamos una dieta equilibrada para que cada órgano, aparato y sistema haga su trabajo, si intentamos mejorar el sistema sin tener en cuenta los órganos y aparatos que lo forman nos equivocaremos, lo mismo que si queremos mejorar el mercado laboral pensando sólo en las empresas y no tanto en quienes tienen que hacerlas funcionar.

Minas y otros agujeros negros

MINAS
Todos somos un poco mineros,
 si miramos un mapa con los yacimientos minerales de nuestro país, sobre todo si nos alejamos unos años en el tiempo, dudo que hubiera alguna población sin una explotación minera en menos de 50 km a la redonda, por eso todos aprendimos a respetar un trabajo envuelto por el misterio del azar. Si el universo se creó en un agujero negro del espacio, la vida continuó gracias a los muchos agujeros negros que se hicieron en el terreno. 

El ser humano miró antes al suelo que al cielo, y aprendió pronto que para mantenerse en la superficie de la evolución tenía que profundizar en la tierra y sacarle el jugo mineral que contenía, era la forma de darle consistencia al mundo que empezaba a levantar, y de aportar energía para mantener el invernadero de la cultura a la temperatura adecuada para que creciera la humanidad que nos caracterizaba. Y creció y se extendió, es cierto que también lo hizo la inhumanidad y que en su nombre se han cometido las peores barbaridades, pero en todo momento la tierra fue leal y dio antes que el cielo aquello que se pedía a las alturas. Hemos ido superando épocas y etapas, pero aún no hemos sobrepasado ninguno de los periodos minerales que un día alcanzamos: seguimos en la edad del bronce, en la del cobre, en la del hierro… y hemos vuelto a la edad de las piedras en al camino. Nunca tuvimos una “edad del carbón”, aunque no dudamos en llamar a su consecuencia “Revolución Industrial”, quizás por esa prepotencia ganada con el tiempo de querer destacar más lo artificial que lo natural. 

Nací en Serón, en la provincia de Almería, un pueblo con minas de hierro (Las Menas), que trajeron riqueza y prosperidad a toda la comarca. Cerca estaban las minas de mercurio en Bayarque y las de talco en Somontín, y un poco más al Este las canteras de mármol de Macael, todo a menos de 20 km. El cultivo de la tierra se prolongaba con la minería, por eso el mundo rural, por mucho asfalto que le pusieran a sus calles y por muchos pabellones deportivos que levantaran, siempre permaneció unido a la tierra, y su gente prefería tener antes los ahorros invertidos en tierra que metidos en un banco. Ya no hay ahorros, los bancos no son de fiar y la tierra está abandonada

Las minas de hierro de Serón se cerraron en 1968, después le siguieron las de Bayarque y las de Somontín, el mármol se resiste, pero la crisis se está comiendo la esperanza como las polillas acaban con la madera. Cada vez que una mina se cierra los papeles se invierten, es como si la oscuridad que guarda en su interior saliera e invadiera toda la zona, y como si la ilusión y la alegría de su gente cayera por su boca hasta la profundidad más irrecuperable. En Serón, nada más cerrar las minas, la gente empezó a huir de la desesperanza y de la frustración. Comenzó una migración que se llevó lo mejor de nuestra tierra, que no era el hierro ni el mármol, tampoco el mercurio o el talco, a otros lugares de España y de Europa que crecieron con la iniciativa, la decisión, la determinación y la fuerza que nos faltó para salir de ese otro pozo que apareció en el lugar cuando se cerraron los de las minas. Atrás dejaron la soledad y las lágrimas, y unas casas cerradas a las que sabían que no regresarían nunca. 

En tan sólo dos años la población de Serón descendió un 30%, y en 15 años un 51%. Hoy, más de 40 años después, aún sigue descendiendo a pesar del gran esfuerzo y trabajo que se realiza desde el municipio. 

El cierre de las minas de carbón, tal y como se presenta, supone liberar esa oscuridad para hacer de sus comarcas un paisaje tenebrista y acabar con la vida que hoy las habita. Todo el mundo lo sabe porque, por desgracia, es parte del proceso histórico que viene sufriendo la minería con el argumento de la “rentabilidad” centrada en lo económico. Sólo recuerdo noticias de cierre de minas bajo la misma justificación, sin que haya dejado de ser necesario el mineral que se saca de ellas. Y cuando la mirada se aparta de las personas el significado es doble: Por un lado quiere decir que importan más los números, y por otro, que el olvido de las personas tiene dos protagonistas: no importa lo que ocurra con la vida de quienes salen de la mina, y no importa lo que ocurra con la vida de quienes entran en la mina en otros países donde no existen derechos ni protección suficiente de los trabajadores. 

La marcha minera que finaliza este miércoles en Madrid (11-7-12) no pide ningún privilegio, tan sólo continuar con uno de los trabajos más duros y de más riesgo, eso ya debería ser suficiente para que nos detuviéramos a pensar lo que hay detrás, y para entender la injusticia que se puede llegar a cometer si se saca la oscuridad de unas minas con la única opción de empujarla, como si fueran vagonetas cargadas de carbón, hacia un futuro aún más negro.

Aborto, huelga y libertad

La reforma laboral ha sido la confirmación de una estrategia basada en la altivez. Pocos dudan de la necesidad de reformas y de la urgencia de adoptar medidas para salir de la crisis y mejorar la economía, pero sí se cuestiona que sólo haya una forma de abordar los cambios y una única salida a la que dirigirse. La reforma laboral ha sido la demostración de una estrategia construida sobre el engaño, de hecho, si sólo existiera una forma de afrontar la situación no habría sido necesario mentir, y todo lo que ahora se ha llevado a cabo se habría planteado tranquilamente desde el principio, antes de las elecciones del 20N. El hecho de decir primero una cosa y después hacer otra es una clara demostración de la conciencia y necesidad del engaño.

 

Todo esto no es casualidad, y parte del esquema utilizado por las posiciones más conservadoras de la sociedad. Un esquema ideológico basado en la existencia de un orden natural construido sobre sus valores tradicionales, y en considerar dicha organización social superior a otras opciones y alternativas. Desde esa concepción, cualquier variación que modifique las referencias clásicas es considerada como un desorden que necesita ser corregido, y cualquier cuestionamiento un ataque que debe ser reprimido.

Se trata de un esquema de pensamiento que es aplicable a cualquier situación, como de hecho hemos visto en estas últimas semanas.

La crítica al matrimonio entre parejas del mismo sexo, que rápidamente apareció en la agenda política tras las elecciones,  lo que demuestra es el rechazo a la igualdad, algo propio en quien considera que su posición, ideas y valores son superiores, y que, por tanto, el resto no sólo son distintos, sino que, sobre todo, son inferiores. Para estas posiciones, los homosexuales no son “homo”, no son iguales a los heterosexuales y, en consecuencia, su unión no puede llamarse de la misma forma que la que vincula o consagra a un hombre y a una mujer, que es el único modelo válido para sus planteamientos.

Con el aborto hemos visto un esquema ideológico y argumental similar en las palabras del Ministro de Justicia, Ruíz Gallardón. No se ha discutido, como se hizo en otros momentos, sobre el embrión, el inicio de la vida, el día 14 o la semana 22, de lo que se ha hablado es de lo que significa ser mujer y cómo para la concepción conservadora llegar a ser “auténticamente mujeres” significa pasar por la maternidad,  de ahí que haya que hacer todo lo posible para que lo sean: sí a las ayudas, pero no al preservativo y a la píldora.

El planteamiento que se defiende no es que la mujer decida, sino hacerle entender que no hay alternativa y llevarla hasta el destino de la maternidad, que es su verdadera (y única) meta. Todo lo que no sea así es una “violencia de género estructural” que las obliga a abortar, como si su decisión fuera producto de la alienación producida por el feminismo.

Con la huelga del 29M se ha reproducido el esquema de pensamiento. Se ha dicho y repetido por parte de los Ministros y la Ministra del ramo que la huelga era una tontería y que no tenía sentido porque no se iba a modificar nada de la reforma laboral, demostrando una vez más cómo se parte de una posición de superioridad que niega al otro y las alternativas, en este caso a los trabajadores y a la adopción de otras medidas que protejan mejor sus derechos. Los trabajadores son presentados, una vez más, como esas personas que no saben lo que es mejor para sí mismos, y para ello se recurre a la idea tradicional de trabajador como persona sometida al patrón. El trabajador lo que tiene que hacer, según esta concepción, es obedecer y cumplir, no opinar, y menos reivindicar. Esa es la forma de ser “auténticamente trabajador”. Y como el esquema de pensamiento es el mismo, también aquí aparece un enemigo identificado. Del mismo modo que en los temas de igualdad y mujeres el feminismo es presentado como un elemento alienante, en el escenario laboral el movimiento obrero es exhibido como responsable de una “violencia sindical estructural” que lleva a los trabajadores y trabajadoras a la huelga que no desean, lo mismo que las mujeres llegan al aborto sin querer.

Cuando hay problemas la huelga no aparece como primera opción, lo mismo que no suele hacerlo el aborto, pero ambas conductas son consecuencia de la libertad de las personas que deciden atendiendo a las circunstancias que viven, las cuales nunca son accesibles del todo a través de los ojos ajenos. Si en lugar de criticar los resultados según afecten más o menos a las posiciones particulares se hiciera el esfuerzo de entender las motivaciones que llevan hasta ellos, seguro que estaríamos más cerca y podríamos ver lo mismo con nuestras miradas y, en consecuencia, encontrar un elemento de encuentro y una palabra para compartir.

Para quien parte de esa idea de superioridad y poder es más fácil criticar y reprimir, no sólo porque cree que resuelve su problema, sino porque se refuerza aún más en sus valores.

Aunque parezca paradójico, la única institución que lleva varios días de huelga es el Gobierno, que tiene la obligación y la responsabilidad de escuchar y de dialogar, aunque luego haga lo que estime oportuno, y no lo ha hecho. Lo dije y lo repito: “la mayoría absoluta da más votos, no más razón”.

EL ” PLAN T “

La situación económica y social es grave y cada vez se alarga más, como la sombra de la duda al atardecer. Si ante cada opción para abordarla se hubiera propuesto un plan, comenzando por el “Plan A”, probablemente  ya habríamos dado varias vueltas al abecedario sin haber salido de un laberinto del que otros tienen la llave, salvo que hubiéramos decidido romper los muros que nos atrapan en esa espiral de razones y justificaciones. Pero cada mañana despertamos como marmotas ante los mismos argumentos y con la misma ausencia de soluciones, parece que sólo es posible el “Plan A” adoptado, y como mucho se pregunta por un posible “Plan B” que nadie  conoce.
Todo parece consecuencia de una especie de determinismo político en el que sólo se puede hacer lo que se puede hacer, más o menos fue lo que dijo Rajoy cuando manifestó que “hay que hacer lo que hemos hecho” (19-2-12), o lo que es lo mismo, que se ha hecho lo que hay que hacer, algo similar a las palabras del Ministro de Economía y Competitividad, Luís de Guindos el pasado 2-1-12, refiriéndose a las medidas adoptadas en el Consejo de Ministros anterior: “si no hubiéramos aprobado las medidas, nos las habrían impuesto otros”. No hay más opciones y cualquier alternativa es presentada como una irresponsabilidad y como un ataque contra el Gobierno, contra España (porque damos mala imagen), y contra, lo que me parece más grave, quienes están sufriendo de manera más intensa los golpes de la crisis.
No creo que la falta de una reforma laboral haya sido la responsable de la crisis financiera mundial ni de que los bancos españoles no tuvieran capital para créditos, tampoco creo que pueda explicar por qué la crisis y el paro han afectado a toda Europa y a las economías más ricas del planeta, ni entiendo que se pueda hablar de la situación del desempleo en España sin hacer mención a que la mayoría de los puestos de trabajo que existían (y que se han perdido) estaban sobre un andamio y en equilibrio inestable, de manera que cuando se le ha quitado uno de los puntos de apoyo todo se ha venido abajo. Olvidar esas obviedades para presentar un “Plan A” como única opción conduce al conflicto,  pues por muy coherente que sea y por muy claro que se tenga, al final no deja de ser la visión de una parte de la sociedad y del problema, y por tanto incompleta. La mayoría absoluta da más votos, pero no más razón.
La reacción de los sindicatos ha sido proponer alternativas, primero un Plan B, después un Plan C, le siguió un Plan D, luego el Plan E… pero no han conseguido nada. Ahora plantean un nuevo plan, un plan que ante la falta de alternativas y de diálogo han llamado “Plan T”, o lo que es lo mismo, un “plante”, un plante global o huelga general que, según las informaciones, no tiene como objetivo parar a España, sino sentarse para evitar, precisamente, que se pare.
No creo que el gobierno mueva ficha más allá de la escenificación, una huelga general es una especie de reconocimiento para determinadas posiciones, algo de lo que presumir ante sus socios, de hecho ya lo hizo Rajoy en Bruselas antes de cualquier insinuación sindical (31-1-12).  Y tiene razón cuando dice que no va a servir para nada ni que es lo que necesita España, ningún país necesita una huelga general nunca, pero se equivocan si piensan que todo este malestar se debe a la política de salón de una izquierda para ocupar la calle, las manifestaciones del 11M han sido muy significativas y demuestran lo contrario.
El consenso siempre es un éxito, no un fracaso. No se es más débil por alcanzar un acuerdo ni más fuerte por imponer una posición.

El milagro de PPtinto

Cuando se decide hacer las cosas como Dios manda, al final salen como las manda Dios, es decir sin más control, decisión y criterio que el que impongan unas circunstancias protagonizadas por otros.
Antes de las elecciones todos los problemas de España eran consecuencia del Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero, el paro, la deuda, el déficit, el ranking, hasta que perdiera la liga el Real Madrid… todo se debía a la mala gestión de su equipo y, sobre todo, a la falta de confianza de unos mercados, empresarios y bancos (perdón por la redundancia) que no se atrevían a poner en manos del disparatado Gobierno sus inversiones. Hacía falta recuperar la confianza de la mano de un Gobierno preparado, solvente y eficaz que con su sola presencia, como el más auténtico Rodrigo Díaz de Vivar (aunque algunos preferirían que se llamase Rodrigo Díaz de Bisbal por lo del Ave María…) iba a despejar el campo de batalla de enemigos y vencer en la lucha del acoso financiero.
Pero la realidad no era esa, quizá por eso se encomendaron a lo divino y decidieron cambiar de estrategia, ya no era cuestión de curriculum ni de formación, y entre el “esto no lo arregla ni Dios” y el “como no ocurra un milagro…” optaron por la segunda opción. Quizás por eso pusieron en empleo a Fátima, pero uno de los pastorcillos se cayó del guindo y alertó de la agresividad de una reforma laboral que, he ahí el milagro, facilita el despido. Está claro que ahora acudirán a Lourdes a ver si en territorio francés los milagros que vienen del Norte llegan antes. Al menos en Francia siempre se ha dicho eso de “al pan pan, y al vino vino”, es lo más parecido al “llamar a las cosas por su nombre”. Pues eso, todos a la vendimia a ver si cosechamos un milagro, pero me da la sensación de que hace falta algo menos y que sobra algo más.