Topuria y el regreso del hombre

La victoria de Ilia Topuria  en el campeonato del mundo de los pesos pluma de la UFC, ha devuelto la alegría y la ilusión a muchos hombres que ven en él la representación de la masculinidad auténtica, y al “hombre de verdad” que todos deben ser, algo que resulta especialmente atractivo para una juventud que mira la realidad como si fuera un juego de ordenador en el que la violencia y los combates son un divertimento más.

Sorprende que un deporte que antes de la pelea tenía unas 800 licencias en España, de las cuales solo 85 eran de mujeres, de repente adquiera tanta notoriedad, lo cual indica que no puede deberse a sus elementos deportivos, ni tampoco al hecho de haber ganado un campeonato mundial, pues ha pasado antes con otros deportistas sin tanto impacto. El interés que se ha producido se debe a otros elementos, entre ellos, sin duda, a la personalidad de Topuria y su historia personal, pero sobre todo ello está la imagen que se ha creado alrededor de estos luchadores como representantes de una masculinidad en vías de extinción, que ahora hay que recuperar para que actúen como modelo y referencia de lo que es el “hombre de verdad”.

España ha tenido otros campeones del mundo en diferentes deportes, algunos con más licencias que la UFC, sin que sus victorias hayan tenido tanto impacto mediático ni hayan sido recibidos por tantas autoridades, basta recordad a Lucas Eguibar, campeón del mundo de Snowboard en 2021, o Toni Bou, que lleva siendo el campeón del mundo de trial desde 2007, cada año hasta, de momento, 2023. A todos se les reconocen los méritos deportivos, pero ninguno de ellos es necesario para reivindicar la masculinidad tradicional que ahora muchos ven amenazada, y con ella sus privilegios masculinos. Sólo tenemos que leer el reciente informe del CIS sobre “percepción de igualdad”, y ver cómo un 44,1% de la población considera que los hombres son víctimas de las políticas de igualdad.

La UFC forma parte de la evolución de la “vídeo-realidad” y de la apuesta por el exceso que le acompaña. El proceso siempre es el mismo. Antes estaba el boxeo como uno de los deportes referentes para demostrar la masculinidad, pero conforme se feminiza y más mujeres lo practican y retan a la propia masculinidad, se da un paso más para buscar algo más macho y más exclusivo para hombres. Así se llega a la UFC junto a otras formas de lucha, en la que se reducen los guantes para que no amortigüen los golpes, se pueden dar patadas, y el ritmo se acelera ante la limitación del número de asaltos, que se reduce a cinco. Pero no se cambia que sean mujeres jóvenes y sexis las que anuncien cada uno de los asaltos, ni que el objetivo del combate sea algo tan bárbaro como producir en el contrario una conmoción cerebral que ocasione el KO. Es decir, todo se hace más duro, pero igual de viril.

Y así será hasta que más mujeres se incorporen a la UFC y se tenga que dar un paso más para aumentar la dureza del combate. No sé qué se les ocurrirá, quizás pongan cuchillos entre los nudillos, como los de Lobezno, porque lo importante es tener un espacio propio de virilidad y hombría.

Todo forma parte de la representación de esos elementos tan machos adaptados a las circunstancias actuales. Por eso hay una escenificación de la hombría que se expresa desde antes de que comience el combate, cuando se retan y amenazan públicamente, y no finaliza hasta después de que haya acabado. Y eso fue lo que hizo Topuria tras derrotar a Volkanosky, y nada más acabar la pelea, en lugar de decir que se iba a tomar un descanso y a recuperarse, lo que hizo fue una demostración de lo que en verdad está en juego, que es la virilidad. Cuando le preguntaron, estando aún sobre el mismo octógono de la pelea, se dirigió a un mito de la UFC como es Conor McGregor para decirle, “si tienes pelotas te espero en Madrid”, a lo que McGregor respondió de inmediato “tengo pelotas enormes, tengo cuatro hijos”.

Porque esa es la clave. Lo que se juegan estos luchadores no es la victoria, sino la hombría. Y la hombría se traduce en los cojones, que es lo que está en disputa. Ganar o perder es sólo la consecuencia de la competición, y la masculinidad no se demuestra en la victoria, esta da puntos en el escalafón de macho, pero lo que te sitúa dentro o fuera de dicho escalafón es salir a pelear, y eso lo hacen los dos luchadores. Por eso tienen tantos seguidores, aunque muy pocos lo practiquen, porque todos quieren ser como ellos de machos para luego demostrarlo en cualquiera de los espacios reservados para la masculinidad.

McGregor podía haber contestado a Topuria que tiene más títulos que él en su carrera, pero le dijo “tengo pelotas enormes, tengo cuatro hijos”, para hacerle saber que sus pelotas no solo son grandes, sino que “sirven”.

Ahora que el fútbol femenino triunfa y pone en riesgo otro de los escenarios propios de la masculinidad, me temo que se potenciarán todos los espacios donde aún los hombres puedan demostrar que tienen “cojones” y que funcionan.

Por eso Topuria va de un lado para otro, de medio en medio y es recibido por todas las autoridades, cosa que no siempre sucede con otros campeones o campeonas del mundo, porque no se recibe al campeón, sino al hombre y su virilidad que vuelven.