“El que no llora no mama”


GRITOEl sistema no falla.
Una de las cosas que siempre funciona en la estructura de la desigualdad es la capacidad de premiar la injusticia de quien se aprovecha de su posición y recurre a la amenaza o al abuso. Y al contrario, castiga a quien apuesta por el proyecto común y cede en lo personal para que lo de los demás (que también es de uno mismo), siga hacia delante y mejore. 

Cuando el modelo está levantado sobre el poder, cualquier manifestación del mismo se percibe en sintonía con lo que se dice desde sus estructuras, y en armonía con los valores que se defienden. No falla. Por eso se retroalimenta sobre las conductas que refuerzan el modelo, y por ello cualquiera está deseando ascender a posiciones de poder para utilizarlas de manera injusta y verse reconocido en esa figura de superioridad.

Si echamos un vistazo a cualquier ámbito de relación comprobaremos que, por regla general, la persona más egoísta, la que menos mira por el equipo, la que suele responder con más agresividad ante cualquier indicación, la que no hace nada que no se ajuste específicamente a su cometido… es la que nunca ve alterado su orden y a la que nadie molesta cuando surge un problema o una cuestión inesperada. Todo el mundo les teme, hasta los jefes, y todo el mundo las evita… A nadie se le ocurre pedirle que aborden una cuestión imprevista o que resuelvan algún problema que se haya presentado de forma inesperada. Todo lo contrario, se recurre a la persona más dispuesta, a aquella que siempre piensa en los demás y en el proyecto común, y que por ello suele ser la que más trabajo realiza y asume, y a la que se le castiga con todo lo “extra”.

En las familias y en las relaciones entre amistades ocurre algo parecido, aquel miembro más respondón e individualista, ese que siempre se queja de todo, es el que siempre se evita y al que nunca se acude con un problema. Los demás son los que tienen que afrontarlo y resolverlo. Y cuando ya está resuelto nadie suele recordar cómo se ha arreglado. Lo pasado pasado está, de manera que a la próxima vez sucederá algo parecido. 

De alguna manera el modelo premia ese abuso y hace que se traduzca en reconocimiento, da igual que se acompañe de críticas, al final lo que queda es que esa persona se muestra por encima de los demás, y abusa de su actitud para estar mejor a cambio de lo que otros tienen que ceder.

Es la esencia de la desigualdad, obtener beneficios y ventajas a costa de quitárselos a otras personas, la cuales ven limitadas sus oportunidades por no estar en una posición de igualdad frente a los abusadores. Por ello, en lugar de reconocer la injusticia y el abuso, el sistema la integra dentro de su normalidad y estimula su uso para reforzar el modelo y los valores que lo sustentan. El mensaje es tan claro que desde la “sabiduría popular” se afirma eso de que “el que no llora no mama”. Da igual que haya comido más que el resto o que no tenga apetito, lo importante es llorar para seguir comiendo, y si los demás no comen, pues que lloren más. Ese es el mensaje. No es una cuestión de justicia, sino de poder.

Un mensaje que alcanza a todos los niveles, desde las relaciones individuales en diferentes ámbitos, como hemos apuntado, hasta las relaciones formales de grupos de personas e instituciones. Estos días atrás hemos visto cómo algunas Comunidades Autónomas han empezado a llorar sobre la financiación que reciben para así recibir más alimento presupuestario, y como saben que el sistema favorece esa práctica, en cuanto lo ha planteado Cataluña, ha salido Madrid y después otras con el mismo llanto. En la UE ocurre algo parecido, con el agravante de que quien más llora es el que más tiene que repartir, como sucede con Alemania, que siempre está quejándose del resto de Estados miembros para justificar una dieta baja en calorías y euros para ellos, mientras que ella sigue engordando.

En la economía llevamos años escuchando el llanto famélico de los bancos, que después de sus atracones a mano armada con la comida de los demás, han dejado vacías de nuestro dinero sus despensas y alacenas, y han acudido al Gobierno para que les dispense bombones de eurochocolate con los que recuperar su figura (literal y metafóricamente).

En la sociedad ha ocurrido otro tanto de lo mismo. Los machistas ven cómo los avances y el progreso social han traído más Igualdad y Justicia, y además perciben que no es una moda y que son cambios que llegan con las raíces plegadas dispuestas a extenderse y profundizar. Por eso, como dueños de la situación y licenciados en estrategia de poder, han comenzado a llorar contra todo lo que empiece por “igual-“ y termine por “-dad”. Les resulta indiferente que se busque corregir la discriminación, la asignación rígida de roles, la violencia de género… lo importante es que ellos tengan más ventajas y privilegios a costa de los demás, especialmente de las mujeres.

La cultura de la desigualdad no es un accidente, es un diseño que permite que las cosas sucedan tal y como está contemplado en sus planes y, además, permite dar significado a la realidad que crea a través de los valores que forman parte de ese modelo. De este modo todo ocurre como está previsto con un significado de “normalidad”, da igual que se trate de violencia de género, de discriminación o de abuso… es lo normal. Y cuando algo se aparta de los planes, aunque sea mejor y suponga un avance para la sociedad, como por ejemplo lo es avanzar en la erradicación de la violencia de género, impedir los abusos, aumentar los derechos de las personas discriminadas… se ve como un ataque al orden establecido. Por esa razón, las protestas contra el sistema, aún mostrando el llanto de quienes sufren la insjusticia, no son consideradas y no sirven para obtener "alimento", todo lo contrario, son presentadas como una amenaza y como la justificación para mantener un control sobre esas personas o grupos. La clave no está en las conductas, sino en el significado que se les da, y sólo vale lo que apuntala al modelo.

Es el sistema y sus mecanismos de refuerzo, por eso el que “llora mama”, aunque lo haga con lágrimas de cocodrilo y, en cambio, las personas que lloran el dolor de la injusticia y la desigualdad son silenciadas, y cuando hablan dicen que mienten o que atacan.

4 thoughts on ““El que no llora no mama”

  1. Muy bueno su artículo, sí señor, esto es el puro calco de esta sociedad, que prefiere llorar a solucionar o poner las cosas en su sitio, esto es lo que busca la derecha, que lloremos y le pidamos, dame argo po favó, porque ellos también piden cuando no pueden aprovecharse más de ti, piden a que te esfuerces, ellos, son incapaces de esforzarse y dar solución a las cosas, no tienen tiempo porque están jugando al golf…fo, por desgracia este lamento, está muy extendido, la mayoría de veces el sistema no te deja solucionar los problemas, porque los problemas son impuestos por otros y los tienes que acatar y a lo mejor, si lloras, puedes tener un premio, una bofetada.
    Saludos… Félix.

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  2. “Los machistas ven cómo los avances y el progreso social han traído más Igualdad y Justicia”. No puedo hablar por los denominados “machistas”, así que hablaré por mi mismo. Los denominados “avances” y “progreso social” NO han traído igualdad y justicia. Han traído más desigualdad y más injusticia para las personas que como yo tienen un colgajo entre las piernas. Y cuando “lloramos”- hablamos de nuestros problemas – se nos tacha de “posmachistas”. Si hay alguien en el sistema que “ha comido más que los demás” desde luego no es el hombre. Todo lo contrario. Por eso muere antes. Por eso muere más.

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  3. Anda que te ha ido a ti mal llorando para otros (otras), ¿eh, Lorente? A ningún “posmachista” nos pagan por quejarnos de nuestros problemas y de los abusos a que nos somete la ideología dominante que tú defiendes. Aquí quien mama eres tú. Mira a ver si encuentras algún diario de gran tirada nacional que se atreva a pagar a alguien por escribir artículos donde plañir los problemas de los hombres. ¿Te viene alguno a la cabeza? Pues ello es una prueba de qué lloriqueos están institucionalizados y subvencionados. Es muy bonito ese mundo del revés que nos quieres hacer tragar, pero no, no cuela. ¿Cuánto cobras por llorar para ellas? Dinos a cuánto asciende tu sueldo y comprobemos quien mama por llorar.

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