El hundimiento del prestigio


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Parece una mala película de suspense
, uno de esos telefilmes que ponen después de comer para facilitar la desconexión neuronal tras los informativos, pero lo que corta la digestión en este caso es una historia, una mala historia con suspenso final. Las circunstancias han querido que se cumpla esa máxima policial que dice que “el delincuente siempre vuelve al lugar del crimen”, y salvando todas las distancias y las odiosas comparaciones, el tiempo ha vuelto a situar en el mismo lugar a los responsables políticos que estuvieron durante el hundimiento del Prestige. 

Y creo que la coincidencia es algo más que una casualidad, al menos como metáfora. 

El Prestige se hundió y vistió de luto gran parte de la costa gallega y muchos corazones que desde otros puntos del país zozobraron conforme el barco iba soltando su negra hemorragia. También supimos que el chapapote es el material del que están hechas muchas conciencias que sólo buscan beneficios particulares, pero lo aprendimos tarde. Son mentes tan oscuras y cerradas que entonces dijeron que no pasaba nada y que ahora afirman que no ocurrió nada, que todo fue una anécdota sin impacto ni consecuencias, y lo dicen justo en las mismas fechas que algunos estudios científicos demuestran el daño del vertido sobre el ADN de las ratas (El País, 12-10-12). 
PRESTIGE-Daño ADN

No es de extrañar que luego ocurra lo que ocurre. Diez años después se ha producido otro hundimiento, en esta ocasión el del prestigio de nuestra economía y de nuestro país, esa famosa “marca España” de la que tanto hablan, aunque más bien deberían decir “España marcada”, al menos es lo que parece, que estamos marcados por unos mercaderes que quieren traficar con ella, como otros lo hacen con personas, drogas y armas. 

Y no valen las excusas. Posiblemente sea cierto que el causante del hundimiento del prestigio haya sido la tormenta financiera que nos ha azotado, como hace diez años fue el temporal el que rompió el casco del Prestige, pero las consecuencias, el mal mayor o menor, depende ahora, como antes, de la gestión de una crisis que se parece mucho a la de entonces y que, curiosamente, como decía, es protagonizada por los mismos responsables. 

PRESTIGE-2Lo primero es alejar la realidad económica de las costas del día a día, luego, cuando ya no se puede negar, decir que se trata de unos “hilitos” de nada y que todo se resolverá quitando un poco de allí y poniéndolo aquí, restando servicios, ayudas y bienestar a la población y sumándoselo a otros para que vivan mejor, al menos es lo que se deduce de los informes que hablan de un aumento de las desigualdades y de la mayor distancia entre ricos y pobres, y luego echando tierra y silencio encima para que nada se vea ni nada se sepa. Más adelante, cuando el problema no se resuelve con las medidas adoptadas, se pide a la ciudadanía que se apriete el cinturón, que se ponga el mono blanco y las botas de goma, y que limpie el desaguisado que en parte se ha generado por esa mala di-gestión. Y al final se le echa la culpa a esa misma sociedad que ha aguantado el chaparrón y el chapapote por criticar lo mal que se ha actuado. 

Hoy nuestro prestigio reposa junto al pecio del Prestige en algún bajo fondo. Y mientras la duda y la indecisión alejan el rescate de la economía, como en su día esa misma duda e indecisión alejó el petrolero de la costa en una deriva mortal, la marea negra de los mercados va ampliando su radio de acción. 

El problema es que hoy la negra marea viene por tierra, mar y aire, y que el chapapote sigue en la mente de muchos, pero también que la oscuridad está ocupando la ilusión y la esperanza de tantos y tantos ciudadanos que no saben a dónde mirar cuando se despiertan cada día para evitar el espejo. 

Nunca más, gritaron muchos… Nunca más hasta la próxima vez, piensan otros al escucharlo.