Miopía política

MIOPIA
Cuando uno gobierna con miras cortas termina por tropezar con el futuro, es cierto que evitará alguna que otra piedra en el camino, pero no podrá evitar el propio camino.

Sólo hay una cosa peor que gobernar con miopía, con esa cortedad de vistas, y es hacerlo con la mente recortada. Una mente recortada es más peligrosa que una escopeta de cañones cortos, y la mente se recorta por una ideología que trata de hacer de sus valores e ideas un collage con el que cubrir a una sociedad que es más amplia, diversa y plural que esa tela tejida para la ocasión. 

Lo grave de toda esta situación de recortes de suministro, de cortes de manga con dedos al sol y “¡que se jodan!” al aire, y de ideas recortadas en mentes cerradas por despidos, es que no se trata de un accidente. Todo indica que forma parte de un plan para que los suyos, “los que no se joden”, los que no se mueren en urgencias y cuentan con un equipo de cirujanos que se desplaza 120 km para operar a sus madres, los que siempre encuentran una empresa que los acoge cuando dejan de ser consejeros, las que abortan en Londres, los que hacen escrache en misa de 12… no lo pasen mal. A ver si de este modo el resto se convence y se pasa a su bando.

La otra consecuencia de la miopía política es que se gobierna y gestiona de oídas. Se va al bulto, a lo macro, y es incapaz de ver el detalle de lo que pasa a nivel individual, aunque ocurra 6 millones de veces. La mirada se pierde en la arruga macroscópica, en esos balances y equilibrios que siguen inclinando y desequilibrando a millones de personas que no pueden moverse del paro, y a las que no paran de ser movidas de sus casas. Pero eso da igual, el Presidente dice que hace lo que tiene que hacer, aunque lo que hace no tenga nada que ver con lo que dijo que iba hacer. Pocos reparan en esos pequeños detalles de una democracia, quizás no intervenida, pero sí invertida.

Quien espera al mañana, mañana también espera.

Ahora los cálculos que les importan son los que tienen que decidir cuándo es mejor bajar algo los impuestos, subir un poco los salarios y devolver parte de lo recortado, para crear así una ilusión temporal que dé rédito electoral. El plan del Gobierno va más allá de esta primera tétrada anual que han conseguido con el “nada por aquí, nada por allá” de un programa chistera que saca gaviotas en vez de palomas; ya dijo el ministro Wert que su reforma educativa iría en la próxima legislatura, y para que haya próxima legislatura debe haber una victoria electoral con mayoría absoluta. En eso están, no en Alemania ni despistados, no son tan torpes, a nadie se le escapan esos gruesos detalles, ni tampoco que la hipoteca del presente se cobra en el futuro, y con intereses.

El problema es que la miopía existe, y tiene un doble componente. Por un lado es material en la cortedad de la mirada, y por otro espiritual en lo cercano de sus valores. Es una miopía con dioptrías para defender sus políticas económicas, y con “dios-trías” para justificar sus políticas sociales y decisiones morales. La solución es compleja, puesto que mientras hay quien se ha puesto unas gafas de lejos, otros se han puesto lentillas para verlo todo a cámara lenta. Aunque también es cierto que hay algún ministro muy gallardo que va de moderno y se ha colocado unas “Gafas Google”, pero con un espejo en lugar de una pantalla para ver más cerca el pasado que el presente.

En fin, como pueden apreciar, entre lo que no ven y lo que no quieren ver esto parece una política de coches de choque, todo sigue su ritmo hasta que golpea algún obstáculo y cambia de dirección en un aparente ejercicio de rectificación, pero sólo hasta que la oportunidad los lleva a recuperar el rumbo.

Es lo que tiene la política miope, que sólo ve parte de lo más inmediato. Todo esto me recuerda a una frase que se utilizaba hace años,  y que decía: “eres más tonto que Abundio, que vendió la moto para comprar gasolina”. Parece que los “Abundios” abundan, pues en eso se basan los recortes, en dejar de gastar entendiendo que todo son costes, no inversiones, y luego cuando hayamos conseguido dinero para invertir, resultará que no habrá en qué hacerlo, ni siquiera sociedad a la que dirigirse como proyecto común.

Paro cardiaco


CORAZON-Paro cardiacoSeis millones de parados no sólo son 6 millones de personas sin trabajo.
Es mucho más, lo que sucede es que el lenguaje al que recurre la política no sólo no explica la realidad, sino que intenta evitarla para hacer pasar una cosa por otra. De lo contrario esa máxima que parece imperar en la actualidad, que dice que “todo debe ocurrir como si no sucediera nada, para que así nadie sea responsable de lo que no pasa”, sería ineficaz.

Seis millones de parados significa el fracaso de la economía, y el fracaso de la economía de un país quiere decir que el Estado ha fracasado en el aporte de energía a los principales órganos que deben mantener viva a la sociedad. Y el fracaso del Estado en ese ámbito significa que el Gobierno impulsor de las políticas, máxime si cuenta con una mayoría absoluta en el Parlamento que no le rechista y hace callar a la oposición, es incapaz. Y si en lugar de reconocer que no le han salido bien las cuentas y que se ha encontrado con “circunstancias imprevistas”,  insiste en la misma línea de trabajo y su máximo responsable, el propio Presidente, se congratula y afirma que el Gobierno “hace lo que tiene que hacer”, lo que quiere decir no sólo es que no está capacitado para abordar el tema, sino que además es imprudente, osado o cómplice de esos resultados, porque en definitiva confirma que todo forma parte de un plan nacido de la voluntad, no de la accidentalidad de un día a día imprevisible.

Lo expliqué en un post anterior ("Anemia" http://blogs.elpais.com/autopsia/2012/08/anemia.html) tomando como referencia al plano individual. Insistiré ahora recurriendo de nuevo al ejemplo de la salud pero en el plano social.

Imagínense una enfermedad infecciosa que produce una epidemia que va acabando con la vida de las personas, y que trasladado al plano social significa que va “matando de forma paulatina los puestos de trabajo”. Piensen por un momento que esa epidemia es muy grave (en realidad se trata de una pandemia, puesto que no sólo afectó a nuestra país, aunque aquí lo hizo con mayor intensidad debido a sus especiales circunstancias de vulnerabilidad), hasta el punto que en 2011 había producido casi 5 millones de “muertes en puestos de trabajo”. 

Ante el grave problema social, un nuevo equipo médico se hace cargo de la situación bajo la promesa de que su mera presencia, en un mensaje más bíblico que real, iba a suponer la curación, pero además cambia el tratamiento y reforma una serie de elementos no sólo para evitar que se produjeran más muertes, sino también para conseguir “resucitaciones”, una especie de sacar del coma a quienes estaban en el tránsito entre la muerte clínica  y la muerte real.

Pasa el tiempo, hacen las reformas necesarias según su diagnóstico y aplican su terapia, pero no obtienen ningún resultado y la situación empeora, hasta el punto de que en vez de 5 millones las “muertes” se elevan hasta más de 6 millones. 

Entonces, en lugar de estudiar si hay algo que no está funcionando bien, y está claro que debe haberlo, se recurre a argumentos como el de la “herencia” o al “y tú más”.

Veamos un poco por fases lo sucedido. Al iniciar su actividad el equipo del “Dr. Rodríguez Zapatero” había unos 2’2 millones de “muertes de puestos de trabajo”, cuando terminó su tratamiento, después de una evolución irregular de la enfermedad, con mejorías y empeoramientos, había 5 millones. Es decir, en casi 8 años se produjo un incremento de 2’8 millones, o lo que es lo mismo, de unos 350 mil casos por año. La llegada mesiánica del “Dr. Rajoy” y de sus medidas salvadoras ha supuesto que en un año se hayan producido, aproximadamente, 1’2 millones de “muertes de puestos de trabajo”, todo ello a pesar de que conforme hay menos puestos, resulta más difícil en teoría que se pierdan, pues es de suponer que los que resisten son puestos en sectores más sólidos y consolidados.

A pesar de ello, el parte médico del equipo gubernamental habitual habla de que hay signos positivos, que el déficit baja y que el dinero nos cuesta menos, que es como decirle a un enfermo que se está muriendo del corazón que le han bajado el ácido úrico y que los triglicéridos apuntan bien, lo cual es sin duda es positivo… siempre y cuando logre sobrevivir. Ante eso, la sociedad enferma de falta de trabajo y con los cadáveres de los puestos fallecidos por las calles se indigna y dice que eso no es lo prometido, ni para lo que se hicieron las reformas. Que en todo momento hablaron de reducir el paro y aumentar los puestos de trabajo, no de otra cosa. 

Pero como todo ocurre como si no sucediera, tampoco pasa nada. Y en lugar de atender a los enfermos se dedican a reformar el sistema sanitario y a culpabilizar a los pacientes por enfermar, en una actitud que recuerda el “¡que se jodan!” que se oyó en el Congreso.

Increíble, ¿verdad? Si fueran los responsables de un sistema hospitalario y ante el balance de su gestión respondieran, “en este último año han muerto 1’2 millones, pero hemos conseguido bajar el ácido úrico y los triglicéridos de los que aún siguen vivos, y quizás a final de año logremos hacer descender también las cifras del colesterol malo”. Si eso sucediera de este modo estarían todos cesados.

El metabolismo, la economía, el paro y la crisis


METABOLISMO-PARO
La economía
hace referencia al conjunto de elementos que funcionan de manera coordinada para mantener un sistema, sea este financiero, biológico o de otro tipo, por eso muchas veces al referirnos al organismo se habla de una economía entendida como unidad funcional. Y aunque pueda parecer mucha la distancia entre una economía financiera y la fisiología corporal, en verdad guardan algunas referencias comunes.

En el cuerpo tenemos órganos que funcionan como bancos, existen estructuras que se dedican a construir para que otras partes puedan afincarse en ellas y desarrollar su vida biológica, también hay células que intercambian sustancias para beneficiarse mutuamente, escenas de préstamos como si fuesen alquileres y sistemas que controlan todo ese proceso. Todo funciona como una economía destinada al interés común del sistema, que en este caso es la persona, y aunque hay situaciones en las que la propia biología trata de beneficiarse generando algún que otro desequilibrio, el control es tan estrecho que suele corregirse sin que genere problemas considerables.

Cuando el proceso fisiológico se mantiene en el tiempo bajo esas referencias equilibradas se produce un crecimiento del sistema. La persona crece en lo biológico y en lo emocional, y se produce una maduración que enriquece y consolida al propio conjunto de la estructura. En cambio, cuando el proceso se acelera al incorporar elementos extraños que buscan algún interés particular, como ocurre, por ejemplo, cuando se come en exceso, en lugar de crecer lo que hace es engordar. Aumenta de tamaño en alguna de sus partes, generalmente las que actúan como bancos donde se guardan las reservas generadas en exceso, pero no hay crecimiento ni maduración. Tampoco suele ser equilibrado ni estable, de manera que, al margen de los problemas que se producen por el desequilibrio, cuando acaba el aporte calórico el sistema empieza a echar mano de las reservas y se produce un adelgazamiento, que si es muy rápido da lugar a problemas para la salud.

La economía durante el periodo de los gobiernos de Aznar no creció, sólo engordó. Es verdad que aumentó el tamaño de determinadas partes del sistema, como fue el trabajo en la construcción y en sectores relacionados, pero no lo hizo de manera equilibrada ni de forma estable. La estrategia fue crear puestos de trabajo a costa de sacar a muchos estudiantes de las aulas y de debilitar otros sectores laborales atraídos por la gallina de los huevos de oro de la construcción y la especulación. Es cierto que todo ello hizo que el sistema adoptara una imagen más aparente, y que mientras aumentaban los kilos muchos pensaran que el tejido adiposo era una buena inversión, pero la burbuja que ascendía en el aire estaba llena de aire y grasa. De hecho la cifra de paro apenas se modificó tras las medidas iniciales, sólo hay que ver las gráficas para observar que con Aznar en 1996 continuó la tendencia iniciada en 1993, favorecida por las nuevas circunstancias. De hecho el paro continuó descendiendo durante la primera legislatura de Zapatero hasta que la crisis económica mundial impactó en nuestro país, e hizo estallar esa burbuja blanda e insustancial que teníamos en el aire, a pesar de los ladrillos y cemento que la rodeaban. Lo único que ocurrió en ese periodo de Aznar es que se crearon más puestos de trabajo en los sectores relacionados con la construcción, como aumentan los michelines cuando se come en exceso sin que se incremente la estatura de la persona, pero no se creó un verdadero tejido económico.
PARO REGISTRADO 

La economía engordó, no creció, y confundir crecimiento con engorde suele traer consecuencias negativas para la salud, además de demostrar una falta de responsabilidad. Es lo que ocurre cuando a los pocos meses de nacer te encuentras con unos padres conocidos que felices te muestran al bebe y comentan, “mira que grande está”; y lo que está es gordo, no grande, con todo lo que conlleva para su salud.

Y como la situación de la economía se trató de un proceso de engorde, en cuanto desaparecieron las calorías de la construcción y el aporte de vitaminas y proteínas que traen las finanzas, la economía comenzó a adelgazar y a tirar de las reservas, hasta quedarse vacías y sin recursos que aportar a un organismo cada vez más debilitado.

Ahora, encima del hambre que pasamos, nos dicen que la solución para recuperar a la debilitada economía es no comer, facilitar aún más la pérdida de kilos y hacer flexiones ante los gurús del metabolismo en señal de agradecimiento. Nos hablan de dietas de la alcachofa o de recetas venidas del extranjero, como la de la Dra. Merkel o el Dr. Mercado, de comida china… todo menos probar la “pasta”, que queda reservada para los señores de la economía.

Lo que sorprende es que en todo este proceso, ahora que tenemos casi 6 millones de personas en paro, la culpa parece que está en quien no puede trabajar. Quien está en paro es porque no tiene un puesto de trabajo, y si no hay puestos de trabajo es porque las condiciones para su creación y mantenimiento no se están abordando. Y no se hace porque hay una actitud generalizada de “aprovecharse” de la crisis para un beneficio particular

Todo el mundo está esperando a que sigan bajando los precios para comprar una vivienda, un coche, para hacer un viaje, o para adquirir otras cosas… Todo el mundo está esperando que los restos de la burbuja toquen tierra para saber dónde está el suelo y, entonces, actuar. Y muchos empresarios, el gobierno que los apoya y los bancos que los respaldan han adoptado la misma actitud, están esperando para ver cuándo pueden conseguir el objetivo de que los trabajadores y trabajadoras “trabajen más por menos dinero”. Lo dijo el ejemplar empresario Díaz Ferrán y otros muchos lo han repetido: “la solución está en trabajar más y ganar menos”… Ganar menos los trabajadores, porque los beneficios empresariales no paran de engordar con esa receta.

En esto de la economía tampoco hay recetas mágicas. Necesitamos una dieta equilibrada para que cada órgano, aparato y sistema haga su trabajo, si intentamos mejorar el sistema sin tener en cuenta los órganos y aparatos que lo forman nos equivocaremos, lo mismo que si queremos mejorar el mercado laboral pensando sólo en las empresas y no tanto en quienes tienen que hacerlas funcionar.

¿Que se jodan?

QUE SE JODAN
En cuestión de un par de semanas hay quien ha pasado del “a por ellos” deportivo al “que se jodan” político, pero en el fondo no hay tanta distancia entre ambas expresiones ni en entre los dos escenarios, quizás sólo sean momentos diferentes de un mismo proceso y, con toda seguridad, de una misma idea

Quien plantea la competición con la única referencia del “a por ellos” como grito de guerra inicial, algo parecido a aquello de “al ataque”, para después lanzar todas las huestes contra quien considera su enemigo, con frecuencia termina con la rúbrica de una falta de respeto al contrario. El “que se jodan” es la consecuencia del “a por ellos” tras la victoria de los malos deportistas. No todo el mundo lo puede decir, sólo quien está en la posición de privilegio que da el triunfo y el poder, y quien busca más la humillación del rival que el éxito propio. Nadie lanza un improperio de ese tipo contra quien está en una situación mejor que la suya, salvo que sea un iluso. 

Las palabras de Andrea Fabra en el Congreso el pasado día 11 de julio fueron dirigidas contra quienenes consideraba que merecían sufrir las consecuencias de las medidas que Rajoy estaba anunciando. Ella después ha dicho que se lo dijo a la bancada socialista, concretamente a un diputado, pero habló en plural y en tercera persona, no dijo nada parecido a “joderos”, “ahora os jodéis”, “no tenéis nada que hacer, daros por jodidos”… en fin, múltiples posibilidades que no se produjeron, ni en plural ni en singular. Pero, además, hay otra cuestión, ¿por qué se iban a joder los socialistas por las medidas del Gobierno?, cualquier impacto que tuvieran sobre ellos sería el mismo que tendría sobre los diputados y diputadas del PP y del resto de partidos, la subida del IVA es para todos y la bajada de los servicios también. Es más, lo que se deduce del contenido de la comparecencia del Presidente y de toda la información que ha surgido tras ella, incluyendo declaraciones de los propios líderes del PSOE, es que desde el punto de vista político les facilitan mucho la tarea de oposición por el significado de las medidas, por el momento de anunciarlas, por coincidir con lo contrario a lo planteado hasta un día antes de tomarlas, por no explicar todo lo que conllevan, por dirigirlas a un sector mayoritario de la sociedad formado por las clases medias y las más desfavorecidas, por la improvisación y la sensación de no saber muy bien cómo afrontar la situación general… Todo son elementos para hacer la oposición al Gobierno más sencilla, no para estar políticamente jodidos. 

Las palabras de Andrea Fabra son impresentables e inadmisibles, las dirigió contra quienes hacen posible que ella esté sentada en la sede de la soberanía del pueblo, contra quienes viven las consecuencias de una crisis planificada para el enriquecimiento económico de unos y el enriquecimientos ideológico de otros. Contra quienes sufren la tenaza del paro, muchos de ellos votantes del PP más allá de la ideología, hombres y mujeres (conozco algunos) que decidieron no votar al PSOE ante la creencia de que el PP les devolvería el trabajo que perdieron, pero lo único que han escuchado han sido excusas, referencias a una herencia que cobraron como argumento, y el “que se jodan” para todos. Unas palabras pronunciadas por quien se cree superior a quien las dirige, y por quien sabe que no se verá afectado por las medidas que las motivaron. 

Y sorprende que el PP, un partido que presume de defender la buena educación, el respeto, la consideración al prójimo, la ayuda al necesitado. Que reivindica el mérito y el esfuerzo para alejarse de la vulgaridad, que quiere políticos con curriculum como ejemplo de lo que debe ser (aunque luego confunde el currículo con la alcurnia), y busca empatía con los más afectados por la situación económica, sólo haya respondido con una amonestación. Eso sólo puede significar que hace suyas las palabras, no su pronunciación, pero sí su significado. Quizás sería bueno recordar la dimisión de Rafael Centeno, parlamentario del PSOE en Andalucía cuando dijo aquello de “Los moros que se vuelvan a Marruecos, que es donde tienen que estar” (febrero de 2001), frase criticable en cualquier circunstancia, pero inadmisible en un Parlamento, la frase y quien la pronuncia. 

Da la sensación que Andrea Fabra y quienes aplaudían, reían y jaleaban cada una de las medidas anunciadas por Rajoy como si fuera la alineación del equipo momentos antes de comenzar al partido, viven en otro mundo o les importa muy poco este. Y el PP olvida que para ser representante del pueblo hacen falta dos condiciones básicas, una ser elegido, y la otra merecer haber sido elegido. Nadie duda de la primera en el caso de Fabra, pero la segunda, a mi entender, la ha perdido.