El poder, la derecha y la izquierda

PODER DERECHA E IZQUIERDA
El poder es inaccesible en sí mismo,
no se sabe muy bien quién lo tiene ni dónde está y sólo se manifiesta en determinados ámbitos que representan una parte de él. Es lo más parecido a la idea clásica de Dios, nadie lo había visto, pero todo el mundo lo había sentido en alguna ocasión y todo el mundo le temía. No por casualidad lo llamaban el “Todopoderoso” y a sus obras milagros.

Hoy el poder se ha situado a nivel terrenal, “el cielo puede esperar” y por ello las religiones han pasado a mandar mensajes para este mundo en lugar de elevar oraciones para el otro, ahora buscan más ir con el “mazo dando” que  con el “a Dios rogando”.

Pero el poder tiene muchos pretendientes, y los partidos políticos, solos o en compañía, se disputan una parte del poder para influir en la sociedad y facilitar su transformación y desarrollo en el sentido que consideran más adecuado. Y cuando lo consiguen, la forma de ejercerlo nos aporta una información muy interesante sobre las distintas maneras  de entender la realidad y los objetivos que pretenden desde cada una de las posiciones políticas.

A raíz de algunos acontecimientos ocurridos estos días pasados, resulta curioso ver cómo hay más diferencias entre el PP y el PSOE en la lucha por el poder que en la forma de ejercerlo. 

En la derecha, los principales conflictos internos se producen cuando está en el ejercicio del poder, mientras que en la izquierda los problemas se presentan cuando pierde el poder. Y estas diferencias en los tiempos en que se producen los enfrentamientos internos en la derecha y en la izquierda, muestran que el poder no se percibe ni se entiende de la misma manera.

Como decía, el PP presenta sus enfrentamientos más intensos cuando está en el gobierno: Por ejemplo, el PP de Madrid es una olla a presión con claros problemas dentro de la organización regional y con el partido a nivel nacional, situación  que se observa a diario en las manifestaciones del Presidente de la Comunidad, de la Presidenta del Partido, Esperanza Aguirre, de la alcaldesa, de algunos senadores, de Ruiz Gallardón… Por otra parte, Cospedal está a muerte con Sáenz de Santamaría, como se ha puesto de manifiesto en la designación del candidato a la Junta de Andalucía, o como ha salido en mas de una ocasión por los nombramientos de sus maridos. En Valencia continúan las luchas entre la batalla original de los seguidores de Zaplana y Camps y las cenizas de Fabra y lo que queda de Fabra;  y en el País Vasco también ha surgido otro enfrentamiento claro entre el sector más tradicional de Mayor Oreja y la nueva dirección respaldada por Génova.

El PSOE, por el contrario, presenta sus conflictos fuera del ejercicio del poder, incluso hasta el punto de respetar en relativa paz el tiempo de gobierno ejercido por una persona a la que después ignora, como ha ocurrido con José Luis Rodríguez Zapatero. El enfrentamiento en el PSOE surge al margen del poder y se manifiesta en las primarias, donde los movimientos son claros, y a veces no exentos de cierta dureza, para elegir a la persona que competirá por el poder. Pero a partir de ese momento, con más o menos críticas y convencimiento, no suele haber una guerra clara ni enfrentamientos abiertos.

Imagino que se podrán hacer muchos análisis e interpretaciones, pero hay dos que me gustaría plantear.

Un primer análisis gira sobre la idea, ya comentada en otro post, que se tiene en los sectores de la derecha sobre el poder como un estado natural en ellos, lo cual lleva de manera directa a que haya determinadas personas que crean que son ellas las que se merecen estar en el uso del poder y no otras, de manera que cuando su pensamiento no coincide con la práctica se produce el conflicto.

La otra está directamente relacionada con el uso que se hace del poder. Si alguien se pelea por el poder dentro de una misma organización durante su ejercicio, lo que demuestra es que el proyecto común no existe o no importa, y que lo que se busca son los beneficios particulares, del tipo que sean, que se pueden obtener para uno mismo o los suyos.

La izquierda parte de la situación contraria, la idea que se tiene en un sector de la sociedad es que son unos intrusos en el poder, una especie de ocupas, y por ello desde la propia izquierda se evitan las fisuras que puedan debilitar su ejercicio.

Pero quizás lo más destacado es la otra consecuencia. Al no partir de la idea preconcebida de que el poder pertenece a ciertos elementos, tampoco hay una clara concepción de que determinadas personas son las que han de desarrollarlo, se piensa que unos pueden hacerlo mejor que otros, pero no en términos de merecimiento. Esta forma de entender la situación hace que las primarias faciliten este debate y que sea el conjunto de la organización el que decida, no que una persona imponga a otra a partir de esa idea de que “el poder soy yo e invisto a quien considero”. 

La situación que se deduce de estas circunstancias es que en la izquierda pesa más el proyecto común y el interés social que el beneficio particular, de ahí las importantes diferencias que se observan en uno y otro partido.

El problema básico que se observa en el fondo de la situación comentada es que en la práctica ni el PP ni el PSOE obtienen el poder, sino tan sólo una parte de él, aquella que corresponde al ejercicio de las funciones de gobierno, con todas las relaciones que se establecen con otros ámbitos de poder. Esto hace que a la postre se busque contentar a esos otros espacios de poder, y que en ocasiones la izquierda renuncie de manera voluntaria  a algunos de sus compromisos para mantener al poder contento y en armonía, o que, incluso, reproduzca actitudes y tome derivas similares a las de la derecha.

No por casualidad se dice que el PSOE se derechiza cuando desarrolla una segunda legislatura, y no es casual tampoco que una parte de la sociedad diga que PP y PSOE son lo mismo. 

Está claro que no lo son, pero además de no serlo, no deben parecerlo, ni dentro ni fuera del ejercicio del poder. Cuando todo se mezcla todo se confunde, y mientras que la derecha no se desgasta por mostrarse tal y como es, la izquierda no sólo queda en evidencia, sino que además queda deslegitimada.

El acierto del error

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No debemos confundirnos, la mayoría de las decisiones que se están tomando para salir de la crisis son erróneas, pero lo que no es un error es tomar todas esas decisiones equivocadas. 

No hay que confiar en exceso en la aparente inteligencia humana ni desconfiar en demasía de la estulticia disimulada, el camino más corto entre dos puntos siempre es una línea recta, pero el más rápido entre dos momentos depende más de los obstáculos y resistencias que se sorteen que de la forma del trayecto.

Pensar que quienes están tomando estas decisiones son unos incapaces o unos ignorantes es un error. Y el problema está en que esa esla  idea que se detecta en la oposición, que de alguna manera se frota las manos pensando que su acierto está en el error de las decisiones del Gobierno. Y del mismo modo que el Gobierno acierta en su “estrategia de los errores”, la oposición se equivoca de estrategia al creer que su éxito está en acertar que las medidas del Gobierno no son correctas y en esperar.

Recuerdo cómo tras la victoria del PSOE en las elecciones generales de 2008 y la confirmación de Mariano Rajoy como líder de la oposición y del PP, muchos se las prometían muy felices y decían que Mariano Rajoy era la garantía para ganar las siguientes elecciones… Y ahí está, Rajoy de Presidente del Gobierno con mayoría “absolutista” y el PSOE en la oposición tras una serie de derrotas consecutivas a cual peor, y sin una línea clara (ni recta ni curva) para salir de la situación.

La estrategia del Gobierno y del PP no es bajar el paro, ni mejorar la sanidad, ni dar más servicios a la dependencia, ni hacer de la educación una base para el conocimiento y la convivencia… al menos no lo es en primera intención. El objetivo único del Gobierno es volver a ganar las próximas elecciones con mayoría absoluta para poder culminar su modelo de Estado y de sociedad, algo que no puede lograr en estos cuatro primeros años por más que corra. Lo demás ayudaría, pero no lo garantizaría.

El Gobierno y sus analistas no son tan torpes como para desconocer que la reforma laboral no va a mejorar la situación del paro, tampoco para no saber que la subida de impuestos y la congelación de las pensiones ahogarán más la economía y a las personas, ni para ignorar que la privatización de la sanidad conducirá a una peor salud en la población, o que la ausencia de políticas de igualdad trae más discriminación e injusticia, y mucho menos para no ser consciente de que una educación de élite llevará al analfabetismo social… El Gobierno conoce todo esto y actúa en otra dirección porque su objetivo no es la recuperación, “recuperar” es volver a un estado anterior que él desprecia y no desea. Lo que busca es instaurar un modelo de economía y poder, y por tanto de sociedad, controlado por unos pocos.

El Gobierno no se equivoca en ese objetivo, lo mismo que no se equivocó cuando dijo que iba a hacer unas cosas y luego hace otras. De hecho forma parte de su estrategia basada en tres grandes elementos:

1. Hacer responsable de todo lo “malo” que él aplica al Gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero, idea que ha calado en una gran parte de la sociedad con el apoyo de algunos medios de comunicación, y que lleva a que cuanto más dura sea la medida, más se culpabilice a “los socialistas”. Hoy por hoy, quien paga los platos rotos de la crisis sigue siendo el PSOE, no el PP que es quien practica el tiro al plato.

2. Tomar las medidas más difíciles en este momento inicial de la legislatura para al final relajar la situación, mejorar las prestaciones y salarios, y presentarse como el redentor con algo más que promesas, y de este modo ganar las elecciones sobre los logros. Es justo lo mismo que hizo Aznar en su primera legislatura cuando “por culpa de los socialistas” congeló el sueldo de los funcionarios y adoptó otras medidas económicas durante los dos primeros años, para luego corregirlas ante la proximidad de las elecciones… ¿O ya no se acuerdan?

3. Introducir una justificación moral para adoptar estas medidas: La culpa de todo está en un sistema de valores y en unas ideas que llevaron a la gente a “vivir por encima de sus posibilidades” y a creer que “todo el mundo servía para todo”… ideas y valores, por supuesto, introducidas por la izquierda. De este modo han recuperado la idea bíblica de que “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, y mientras que los “picapiedras” contemplan el panorama desde sus mansiones de granito, el resto de la sociedad arroja sus chinas a los zapatos que han de calzarse, al tiempo que entona el “mea culpa”.

La crisis se ha convertido en un argumento para decidir y en un atajo para avanzar hacia el lugar común de una economía mundial basada en la mano libre del patrón y las manos encadenadas de los trabajadores y las trabajadoras. Es lo que vemos ya, situaciones laborales que antes eran motivo de Juzgado de Guardia hoy se ven como una “bendición” y una "suerte".

No es un error que las decisiones que se están tomando sean erróneas. Si no somos conscientes de una estrategia basada en el engaño y en la falacia que parte de un programa electoral que dice lo contrario a la política que se aplica, y que se continúa con una política que se dirige a lo contrario de lo que plantea, el futuro volverá a presentarse como una sorpresa ajena, no como la continuidad de un presente que está en nuestras manos.

No pienses en una gaviota

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No sé cómo se las arreglan, pero al final el sector más conservador de la sociedad, el conocido como "la derecha de toda la vida", siempre termina por conseguir imponer su visión de la realidad. Y ese es su verdadero éxito, no tanto los logros o medidas puntuales, sino presentarlas como “aquello que hay que hacer en cada momento”.

Contar con “lo de toda la vida” como argumento pesa mucho, y tener un amplio sector de medios de comunicación dispuestos a loar sus acciones ayuda bastante, por eso cuando desde otras posiciones se adoptan alternativas distintas son percibidas y presentadas como un ataque al orden establecido y como un desvarío, pues no se corresponden con “aquello que hay que hacer en ese momento”, ni se reconoce a quienes las proponen. 

La crisis ha puesto de manifiesto esta situación de forma nítida. Por un lado el Presidente del Gobierno no ha parado de repetir aquello de “sé lo que tengo que hacer y lo voy a hacer”, aunque no diga qué ni cuándo, y por otro lado,  la propia crisis es utilizada más como un argumento que como una causa para adoptar las decisiones. Por eso se ha utilizado la economía para materializar un repliegue conservador en las políticas sociales, en igualdad, en sanidad, en educación… que nada tienen que ver con déficits, primas, balances y valores bursátiles… sino con los valores morales que defienden. 

El último ejemplo de esa capacidad de imponer sus ideas y su visión de la realidad lo tenemos en el vídeo que han hecho militantes anónimos del PSOE “pidiendo perdón por los errores cometidos”. Sin duda es loable lo de pedir perdón, pero lo que en verdad muestra el vídeo es la victoria del sector más conservador de la sociedad, que al final ha conseguido que el propio PSOE reconozca y asuma lo que ellos vienen diciendo con más falsedades que verdades desde hace tiempo.  

Y lo ha conseguido una vez más, puesto que no es la primera ocasión que lo hacen. Ya lo lograron cuando el propio Gobierno Socialista suprimió el Ministerio de Igualdad debido a las "críticas y peticiones" que hicieron, evidentemente, desde la derecha. O cuando han cambiado el fondo y la estética de sus comparecencias para ponerlo en azul, como el del PP (ver post "En el fondo hay coincidencia", 21-5-12). O cuando asumieron sus planteamientos económicos y llevaron a cabo los primeros recortes en mayo de 2010… Al final han logrado que la izquierda pida perdón y que con ello asuma la responsabilidad y culpa de todos los problemas que hay en la actualidad, que es justo lo que vienen diciendo con su teoría de “la herencia”. Es triste, pero más triste resulta ver que el PSOE esté pidiendo perdón no por hacer políticas de izquierda, sino por no haber hecho políticas de derechas. ¡Están pidiendo perdón por ser de izquierdas! 

¿No tienen nada de lo que pedir perdón los Gobiernos de Aznar, por ejemplo?, ¿no tiene nada que ver la política de especulación urbanística y financiera de entonces que ahora vemos en los tribunales con la crisis actual y algunas de sus manifestaciones, como el paro? ¿No tiene nada de lo que pedir perdón el Gobierno actual de Rajoy?… 

Ya lo dijo George Lakoff en su libro “No pienses en un elefante”, si actúas pensando en los otros terminas actuando como ellos o bajo sus referencias. El PSOE y la izquierda no deben pensar en una gaviota, sino en la sociedad, y más que mirar por la ventana del otro deberían detenerse un instante frente al espejo. Lo que está en juego no es el poder, sino el porvenir de la gente. 

Vivimos en una cultura con gran influencia judeo-cristiana, de eso no hay duda, quizás por eso muchos arrastran la culpa como arrastran la sombra, y creen que pedir perdón, o que sólo pedir perdón, ya habilita para la acción, y no es así. Pedir perdón no deja de ser una forma de permanecer en el pasado, la mejor forma de superarlo y de demostrar una nueva realidad y una actitud diferente es con propuestas e iniciativas… y sin complejos. El movimiento se demuestra andando… ya lo dijo Diógenes.

Y no hay tiempo que perder cuando el futuro parece quedar cada vez más lejos.