En ocasiones, con más frecuencia de la que nos damos cuenta, la verdad logra escapar al control del seguridad que establece la conciencia y muestra la realidad tal y como es. Entonces la llamamos inconsciente y decimos que nos ha traicionado o nos ha delatado, cuando en realidad los traidores somos nosotros por callarla y ocultarla, y lo único que ha ocurrido es que las palabras han logrado salir por el hueco que deja el ángulo muerto de la mirada huidiza.
Si tiramos del diccionario y nos atenemos al significado de las palabras, vemos que no es lo mismo un alimento tóxico que un alimento intoxicado, adjetivos que trasladados al sustantivo “banco” también nos definen conceptos muy diferentes. Un “banco tóxico” sería aquel que es capaz de envenenar al resto de la sociedad, mientras que un “banco intoxicado” es el que se ve afectado por elementos en mal estado, que lo envenenan y convierten esos números rojos tan habituales entre sus hojas de cálculo, en cifras amarillas de bilirrubina y ruina.
El Gobierno ha creado un “banco tóxico” y no creo que se haya equivocado al llamarlo así. Es cierto que probablemente quería decir que creaba un banco intoxicado, o sea, afectado por los productos en mal estado del resto de las entidades, pero la relajación propia del aún verano ha bajado la guardia antes de que subiera el IVA, y ha hecho que las palabras sean más claras que las mentes y nos muestren el verdadero objetivo de su creación, que pasa por intoxicar al resto de la sociedad.
Lo curioso de todo esto es que la crisis que pretende resolver el banco tóxico-intoxicado ha sido generada por el veneno financiero que contaminó a la gente, y la empujó a consumir sus dietas capitalistas y sus pócimas hipotecarias para alcanzar la mentira del status, sin ser conscientes de que la altura de miras a veces produce vértigo, y el vértigo caídas. Y cuando en plena intoxicación nos pidieron la bolsa le dimos la vida creyendo que saldaríamos cuentas, pero nuestras vidas valen menos para ellos que su palabra para nosotros, y claro, sin patrimonio y con la vida hipotecada por generaciones espontáneas hay poco que hacer. Así vivimos hechizados por el perfume tóxico que sale del vertedero de ese banco donde han ido a parar los activos, intoxicados por sus mensajes, y empujados hacia atrás por su “no hay salida” hasta dejarnos sin corazón entre la espalda y la pared torácica.
Todo es un lío muy bien liado, nada de nudos gordianos ni de marañas por desenmarañar, por eso el Ministro “3D-Guindos”, el más virtual y a la vez realista, se ha referido a ese banco (31-8-12) como el “mal llamado banco malo”, y tiene mucha razón. Para bancos malos ya tenemos muchos de los que se han hundido con nuestro dinero dentro y sus pensiones ejecutivas como chalecos salvavidas, mientras que esta nueva entidad tiene mucho de bueno para unos cuantos. Es buena desde el punto de vista “moral”, puesto que nace como esos bebés medicamento, totalmente compatibles con sus hermanos enfermos y con el objetivo en este mundo de curar a sus fraternos. Y es buena desde el punto de vista financiero, puesto que se queda con todos los bienes-malos de sus hermanos que ahora no pueden costear, para venderlos en 10 o 15 años de manera que no se tengan que vender a un precio muy inferior al que tienen asignado, y en cualquier caso superior al que se pagaría en la actualidad. El negocio es completo cuando nos dicen que el banco malo-bueno-toxico-intoxicado será participado en un 50% por el Estado y que en el 50% restante podrán entrar los bancos y cajas enfermas a través del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), que de esa manera obtendrán beneficios por dos vías: una, gracias a que todos los españoles vamos a pagar un banco con el dinero dirigido a nuestros servicios básicos (salud, educación, dependencia, pensiones, ayudas…), para que puedan desprenderse de los activos tóxicos que graciosamente nos comeremos entre todos para ponernos amarillos de bilirrubina y así parecernos a los ciudadanos del gigante oriental, y quizás con ello atraer más inversiones (ya se sabe que la imagen y la buena presencia en los negocios es esencial). Y otra, al participar en el negocio de la venta de sus males, que al final les darán beneficios.
Todo un lío de muy buen rollo… Entre bancos que no hacen caja, cajas que se hacen bancos, tóxicos bancarios, intoxicaciones ciudadanas de origen financiero, políticos que parecen actuar como camellos para pasar los tóxicos de un lado para otro, activos que son pasivos y clases pasivas que se convierten en activos ciudadanos… vivimos embriagados por una crisis que muchos presentan como una necesidad, como el antídoto del tóxico y el remedio a todos los males del Estado de bienestar que antes teníamos.
Lo dicho nada por aquí, nada por allá… un banco nuevo por aquí y otro por la esquina de allá.